Los Cazorla, la saga continúa
La familia canaria sigue escribiendo otro capítulo del baloncesto español de la mano de Maite, la benjamina, jugadora del rival este sábado de Rpk Araski
Olga Jiménez
Viernes, 28 de febrero 2020, 22:59
Maite Cazorla es la sensación del baloncesto femenino español. La base canaria, fichaje estrella del Perfumerías Avenida, ha sido la primera española en varias cosas, entre ellas, en disputar una final four de la NCAA con la universidad de Oregón o ser protagonista de un videojuego. En su familia fue la última en llegar. 21 años después del nacimiento del primogénito, Juan Pedro, llegaba la pequeña Maite un 18 de junio de 1997. «Fue penalti y expulsión de mis padres», comenta con gracia Carlos.
Fueron años en los que Baskonia abrió sus puertas para formar a dos jóvenes hermanos canarios que escribirían una parte de la historia del club vitoriano. Juan Pedro y Carlos vivieron el primer título continental con la Recopa de Europa, el primero también levantó la primera Copa del Rey conquistada en Granada, en 1995. Recuerdos de dos niños que salieron de su casa en busca de sueños que atraparon para hacer del baloncesto su profesión en activo antes de colgar las zapatillas. Afincados en la capital alavesa, viven desde la grada la pasión de tener una hermana que sigue sus pasos.
Tras ser drafteada en 2019 y tener la oportunidad de jugar en la WNBA con Atlanta Dreams, su destino ha sido Salamanca, donde se ha adaptado rápido. Algo tendrá que ver su estilo de juego. «Es una base a la antigua usanza, es en lo único en que se parece a los hermanos, que somos antiguos ya (risas). Marca el ritmo, juega para los demás. No es un diez en nada, pero tiene nota alta en todo, buena defensora, tira bien aunque no es tiradora. Es un ocho en muchas cosas. Es completa», apunta Carlos.
Para Maite, jugar al baloncesto es un acto natural. Lo percibió desde sus primeros balbuceos, con sus hermanos lejos y cerca. Los vagos recuerdos se remontan a algún partido de Carlos con el Gran Canaria. «Recuerdo que todo el mundo aplaudía apoyando al equipo y yo estaba enfadada porque el equipo de mi hermano iba a perder», evoca la protagonista. Esta base de 178 centímetros y talento innato nunca pierde la sonrisa. «Mi familia siempre me ha dicho que disfrute en la pista. Es un juego», afirma. Constituye el penúltimo eslabón de una saga siempre unida, el último se llama Lucía, la hija de Carlos, sobrina de Maite, jugadora de las categorías inferiores de Araski. «Solo tiene 11 años. Aún no he tenido la oportunidad de verla jugar. Vive con pasión el baloncesto».
Reunión familiar
Hacía cinco años que la familia al completo no se reunía –Samuel es el tercer chico que dejó el baloncesto para ser enfermero–. Tuvieron que hacerlo en Estados Unidos, en Oregón, donde la niña Maite se convirtió en un ídolo en las esferas universitarias tras su periplo de cuatro años. «Tuvimos la fortuna de poder estar juntos allí. Fue emocionante poder ver a Maite, disfrutarla y estar en familia. El ambiente que se forma allí hay que verlo. Pabellones con más de 20.000 personas. Todo a lo grande», explica Carlos.
Los hilos de la vida se unen y las cosas se cumplen como fueron soñadas, decía el escritor luso José Saramago. Los vínculos de la familia Cazorla han tendido un puente entre Canarias y Vitoria, pasando por Salamanca. Allí, en el club más laureado en los últimos años, se hace a fuego lento una estrella del baloncesto. Es el relevo generacional de Laia Palau o Silvia Domínguez. Tiene un baloncesto templado, generoso, de los de antes. Su futuro está por ver. No tiene prisa por regresar a la WNBA, tampoco por ir a los Juegos de Tokio si se tercia. Cuando el baloncesto se acabe, su carrera de psicología estará preparada para acometer su otra vida. Mientras, disfruta y es feliz jugando a baloncesto.