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Representación de 'La hierba siempre volverá', del grupo del barrio de El Gancho en Zaragoza. fotos: jordi alemany/ Ainhoa Gorriz

Cuando los vecinos actúan para su barrio

Otxarkoaga ha abierto camino en el teatro comunitario, una red de compañías que buscan retratar y mejorar su entorno

Lunes, 2 de mayo 2022, 00:26

Otxarkoaga ha demostrado que su vocación teatral iba en serio. Además de ser la sede del Centro de Innovación en Producción Escénica Harrobia, ha formado ... el primer grupo de teatro comunitario de España, «hecho por vecinos y para los vecinos». Aullidos de Otxar cumple diez años y lo ha celebrado a lo grande, como anfitrión del primer encuentro nacional que ha reunido a siete compañías este pasado fin de semana. Siguen los pasos del movimiento que empezó en Argentina en los 80 para recuperar los espacios públicos y las relaciones sociales que les robó la dictadura.

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El aplauso que ellos buscan es más difícil de medir que los que resuenan en los patios de butacas. Actúan para su barrio, para exponer problemas, hacer memoria y tratar de mejorar la vida cotidiana. ¿Lo consiguen? «Igual en diez años teníamos que haber cambiado más, hemos llegado hasta donde hemos podido», responde la directora de Aullidos de Otxar, Arantxa Iurre. «Lo que sé es que ellos, y sobre todo ellas, están más empoderadas, defienden mejor sus derechos, tienen más discurso. Como actores han cambiado muchísimo, este encuentro se ha podido hacer por lo mucho que han evolucionado».

Ella conoce todas las facetas del teatro -es dramaturga, actriz, directora y profesora en la escuela getxotarra Utopian- pero aquí vive una experiencia diferente. «Conecta con mi parte más revolucionaria», dice. Durante una gira por Argentina y Brasil, «estuvimos conviviendo con las comunidades de Patricios Unidos de Pie y Cruzavías (en la provincia de Buenos Aires) y vi que la gente del barrio podía cambiar su sociedad sin esperar a que lo hicieran las instituciones ni los políticos», recuerda. Trajo la idea a Bilbao «cuando en Otxarkoaga se estaba formando Harrobia».

'El viaje de Aullidos de Otxar', puesta en escena ayer por actores de Otxarkoaga.

A la primera reunión fueron nueve personas. Ahora son veintidós, treinta si se incluyen los niños, «los lobitos». Lorea tiene cinco años y Ascen y Yoli «andan por los 70». Luis Rincón se incorporó después de jubilarse y nunca ha tenido miedo escénico. «Yo he sido actor toda mi vida. Durante 44 años he sido peluquero y no he puesto una mala cara nunca», se ríe. En esta compañía no solo hay gente de todas las edades, también de «diferentes ideologías políticas, ideas éticas y estéticas. Convivimos porque lo que queremos es transformar el barrio», afirman. «¿Que Otxarkoaga tiene mala fama? Pues nosotros nos reunimos para decir: no es verdad, aquí hay cultura, hay gente supersolidaria y artistas», aunque algunos no han podido desarrollar su vocación porque «la periferia condiciona tus sueños».

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Judith Balanzategui es licenciada en Geología, pero ha descubierto que el escenario es su hábitat. «Me ha ayudado a conocerme mejor y a quitar ese estereotipo que tiene Otxarkoaga, porque la mala fama te la metes a ti misma», cuenta. Le apasiona escribir y va a concursos de la tele. «Ya he ganado un bote». Se nota que tiene tablas. David Maldonado, que llegó como un chico «muy inseguro», hace de figurante en películas y va a clases de teatro.

«Ellos, y sobre todo ellas, defienden mejor sus derechos y tienen más discurso»

Arantxa Iurre | Otxarkoaga

Con flores amarillas

Su repertorio es como la vida misma. En 'La vida en una maleta', con la que llenaron el Campos y fueron a Portugal, hablaban de la inmigración; en 'Esos tiempos inolvidables', del confinamiento. Entrevistan a los vecinos y la directora se encarga de la dramaturgia, que suena a verdad porque «si te inventas algo, ellos lo notan». Reaccionan a todo lo que ocurre en el barrio. En plena conmoción por el crimen de Rafael y Lucía, sembraron las calles de flores amarillas de cartón con la palabra 'Convivimos'. «Las pusimos una noche que jarreaba y aguantaron mucho tiempo, no las quitó nadie». Ante la agresión a una niña en el parque de Txurdinaga, idearon la performance 'El barredor de tristezas'.

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En Madrid la compañía de Tetuán, la más veterana, lleva a escena la crisis, los despidos, los desahucios y cómo los antiguos cines se han convertido en salones de juego. Siempre «con humor, canciones y bailes», a los que a veces se suman algunos espectadores. «Los pensionistas reclaman sus derechos con un tanguillo andaluz», dice el director, Jorge Cassino, argentino afincado en España. Pese a su trayectoria como director y actor, asegura que aprende mucho con este grupo «porque tienes que adaptar muchas cosas. Rescatamos la identidad del barrio y homenajeamos su memoria para que no se pierda, siempre teniendo en cuenta el presente», explica. El grupo es intercultural al igual que el vecindario «y los prejuicios surgen, pero los trabajamos. Vamos ganando espacio y se notan los cambios personales. Cuando la imaginación se entrena, nos ayuda mucho en otras tareas de la vida».

La batukada que se celebró por el barrio después de la obra.

Virginia Martínez también viene del teatro profesional -como actriz y productora- y un viaje a Argentina le cambió la vida. «Pasé seis años en el Centro Cultural Barracas -el que fundó Ricardo Talento- y decidí que lo que quería hacer era eso: que el teatro tenga relación con la vida cotidiana y los artistas no vivamos en un mundo aparte». Pusieron carteles en las calles de El Gancho, como se conoce popularmente el barrio de San Pablo, en la parte antigua de Zaragoza. «Es uno de los más pobres de Aragón y sufre muchas tensiones, con viviendas en muy malas condiciones y sitios modernos y turísticos», describe. Empezaron doce personas y son 46 las que han salido al escenario en Bilbao. En 'La hierba siempre volverá', vecinos de muy distintos perfiles hablan de lo que quieren hacer con su barrio. La experiencia le ha confirmado que «el teatro transforma a las personas y los territorios», aunque a distinto ritmo. «A nivel personal hay cambios muy claros, gente que supera momentos de tristeza y soledad. Se relacionan de otra forma con la cultura y eso abre ventanas». Así empieza todo. «Nos sentimos capaces de muchas cosas».

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