Las series, como las vacunas, también tienen negacionistas que se manifiestan cada semana igual se estrena la última temporada de 'El cuento de la criada' ... o la primera de 'Sky rojo'. Yo suelo mirarlos con idéntico desdén.
Me cuesta explicar el siglo XXI sin destacar la relevancia que han tenido estas obras y cómo se han convertido en un elemento imprescindible para narrar lo que nos rodea. Ha tenido que venir Alberto Nahum García, al que los que amamos las series seguimos desde hace tiempo por su blog 'Diamantes en serie', para explicarlo en el libro 'Series contra cultura'. En él define estas producciones televisivas como uno de los fenómenos más vibrantes, comentados y consumidos de la cultura popular contemporánea. Y lejos de despreciarlas, porque gozan de gran reclamo y sirven como entretenimiento, destaca que se han erigido en potenciales transmisoras de ideas, detectoras de tendencias sociales y precursoras de costumbres. Nada que objetar a eso, al contrario.
Las mejores metáforas e inspiraciones para describir lo que ha sucedido durante las últimas semanas en Madrid con los candidatos a entrar en la Asamblea regional se han encontrado en las series. Incluso, diría yo, que alguno de nuestros representantes institucionales se ha creído que estaba en una serie cuando ha tomado alguna decisión u otra.
Si a algún guionista se le llega a ocurrir meter en un texto lo del jaleo que se iba a formar por el corte de pelo de Pablo Iglesias le habrían acusado de exagerado o de inverosímil. Sorkin -el de la excelente 'El ala oeste' y la mediocre 'The Newsroom'- se habría echado las manos a la cabeza. Pero porque este autor, como bien dice Nahum García, obliga a la realidad a batirse en duelo con el ideal. Y en esa comparación todos salimos mal parados.
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