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Lo de Trump hace pensar en Eróstrato, el pastor aquel que prendió fuego al templo de Artemisa en Éfeso, una de las siete maravillas del ... mundo antiguo, para ser recordado. En Psicología hay un complejo de Eróstrato, que designa a quien busca sobresalir, distinguirse, ser el centro de atención, dar la nota, como indican esa invasiva firma ególatra de Trump, su narcisismo exhibicionista, la sonrisa de niño malo, caprichoso, consentido, con que la muestra. Esos bailecitos, esa mirada amenazante, esa falta de modales a sus años. A Eróstrato lo ejecutaron y, como había confesado su motivación, hicieron una ley que prohibía mencionar su nombre, lo que no consiguieron, y aquí estamos casi dos mil cuatrocientos años después recordándolo.
El matonismo de Trump le viene seguramente del rencor hacia quienes no le toman en serio, empezando por los europeos. Confunde la autoridad con el ejercicio disparatado del poder, lo que es propio de quien necesita demostrar quién manda mediante la práctica desacomplejada de la arbitrariedad. Por otra parte, si tantos jefes de Estado de la historia, más unos cuantos de ahora mismo, hicieron y hacen lo que les parece sin dar explicaciones, por qué habría Trump de privarse de anexionar Groenlandia, presentarse a un tercer mandato u otra cosa cualquiera que se le ocurra.
Trump se cree un patriota providencial, pero un patriota abstracto, retórico, imaginario. No da la impresión de que le importe la gente en realidad, y menos la pobre gente, no parece dotado para forma ninguna de compasión. Se toma por un genio y sus ocurrencias de ignorante soberbio, que tienen la frecuencia vertiginosa de este tiempo nuevo, frenético y digital, son festejadas como genialidades por una corte de aduladores millonarios. Recuerda a aquella histriónica versión que Peter Ustinov hizo de Nerón, solo le falta la lira. Y sin embargo ha sido elegido por una mayoría incontestable de sus conciudadanos, que conocían sus condenas judiciales, que le oyeron tantas veces mentir, exigir el pucherazo cuando perdió las elecciones, animar a los asaltantes del Capitolio, indultarlos… Es una potencial bomba inestable, Trump. La está armando casi cada día y es imprevisible imaginar hasta qué punto la va a seguir armando en adelante. Eróstrato solo hizo una, el hombre, y nos hemos quedado con su hazaña. Produce vértigo pensar en las hazañas que le quedan por hacer a Trump para ser recordado.
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