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Thomas Hoepker ha buscado nuevos temas para sus imágenes porque el mundo «ha sido fotografiado en exceso»Begoña Rodríguez
Sábado, 26 de agosto 2023, 00:03
El fotoperiodismo evolucionó a principios del siglo XX, cuando la fotografía conquistó los periódicos y revistas gracias a la simplificación de las técnicas de impresión. ... Las imágenes se utilizaban para ilustrar las noticias y los acontecimientos cotidianos. Con la llegada de las cámaras de 35 mm, como la Leica, los documentales fotográficos pasaron a formar parte de los medios impresos. El auge de las revistas especializadas en la década de 1930 hizo que se necesitaran más fotografías. Nació un nuevo tipo de periodista: el reportero gráfico.
La Deutsche Börse Photography Foundation, creada para coleccionar y promover la fotografía contemporánea, recuerda que Thomas Hoepker (Múnich, 1936) se inscribe en esta tradición. Hoepker es fotoperiodista hasta la médula e incluso se autodenomina «fotógrafo de encargo» o «creador de imágenes». Ganó su primer premio a los 14 años, y casi desde entonces, toda su vida ha girado en torno al fotoperiodismo. Durante cuatro años fue presidente de la Agencia Magnum.
A finales de los sesenta, Hoepker realizó trabajos regulares para anuarios y revistas como 'Stern' y 'GEO'. Su trabajo lo llevó por todo el mundo. «El tiempo siempre fue más importante para mí que la remuneración, porque quería familiarizarme con el tema». El tiempo es fundamental, pero los fotógrafos de prensa de hoy ya no tienen este lujo: la fugacidad de Internet se lo ha quitado. Él, en cambio, solía disponer de varias semanas para hacer fotos para un reportaje. Como resultado, sus imágenes tenían una percepción y una poesía que son características de la imaginería que utiliza. Un tema recurrente en su obra es su interés por las personas y los problemas sociales. Es lo que se ha dado en llamar su 'fotografía preocupada', de conciencia social, que ha contribuido a dar forma a un género que representa a la humanidad y a los más desfavorecidos.
En cuanto a la técnica, algo que está presente en todas sus imágenes es su propensión a la perfección formal. Sabe fusionar el encuadre y el contenido. «Mi fotografía consiste en esperar en el fondo hasta que todo encaja en su sitio y la imagen se une». Nunca manipula sus imágenes: «Soy un reportero, hago fotos de la realidad». Sin embargo, Thomas Hoepker, que se ha adentrado en zonas de guerra y en barrios marginales y ha conocido de primera mano la miseria, nunca muestra la crudeza de esta realidad. «No se hace una foto a un niño moribundo». Y así resume sus principios. Su cámara siempre lo ha protegido del sufrimiento en el mundo. «Ya se han tomado muchas fotos excelentes de situaciones básicas de la vida: el nacimiento, el amor, el duelo, la muerte. Existe el peligro creciente de que ya hayamos vivido y capturado demasiadas situaciones». ¿Queda entonces algún valor en las fotografías? Sí, responde. «Siempre hay nuevas realidades y nuevos temas».
Mención especial merece su foto del 11-S. Mientras las Torres Gemelas se consumen, cinco personas, sentadas en un parque de Brooklyn, toman el sol y charlan, sonrientes, dando la espalda, en apariencia, a la monumental tragedia. Hoepker estaba allí y sacó la foto. Cuando la agencia Magnum pidió a sus fotógrafos su trabajo para documentar una jornada tan inolvidable, dejó esta foto en un cajón. «Pensé que no era importante», explicó más tarde. «No mostraba el horror de ese día… Esas personas parecen relajadas, riendo, felices pese a esa extraña nube negra detrás». Seis años después, la foto se hizo pública y la polémica fue inmediata. En una columna en 'The New York Times', el ensayista Frank Rich aseguró que el retrato era una alegoría de América. «Este es un país al que le gusta seguir adelante, y rápido. Los jóvenes de la foto no son necesariamente desalmados», escribía. La foto y las palabras de Hoepke y Rich le habían dado la vuelta a la situación. Por una vez, hablar sobre el atentado no implicaba aplaudir la solidaridad ciudadana, la valentía de los bomberos o criticar la crueldad de los terroristas, sino reflexionar sobre un país.
Hasta hace poco, Hoepker ha estado en activo. Seguía «siendo un fotógrafo de calle. Veía lo que ocurría a mi alrededor y lo fotografiaba». Y como desde el principio, «sin un concepto premeditado, ni un acuerdo previo». Eso es, precisamente, lo interesante de la fotografía: recortar una parte de la realidad, capturar momentos para documentar un acontecimiento de forma memorable. La receta secreta para producir esas imágenes siempre ha sido «nada más que un buen ojo, mucho tiempo y paciencia, así como pura suerte». El 'serendipity balance', que enseñara Spieglitz. «La mayoría de los fotógrafos de Magnum se adhieren a esta máxima. Si hay dos o tres fotos al año que duran más que el propio evento, es todo un logro». Él lo ha conseguido.
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