El primer crimen novelado
Con el relato periodístico de la matanza de Holcomb en 'A sangre fría', Truman Capote inaugura el 'true crime'. Un éxito arrollador por el que paga un alto precio
Luisa Idoate
Sábado, 5 de julio 2025, 00:15
Lo publica 'The New York Times' el 16 de noviembre de 1959: «Rico agricultor y su esposa y dos hijos fueron encontrados en su casa ... muertos a tiros. Les dispararon a quemarropa después de haberlos atado y amordazado». Ocurrió el día anterior en Holcomb, Kansas. Allí envía 'The New Yorker' al articulista Truman Capote (1924-1984), el 'enfant terrible' que deslumbró con su debut literario, 'Otras voces, otros ámbitos' (1948). Le acompaña su amiga Harper Lee, ganadora del Pulitzer con 'Matar un ruiseñor' (1960). Entrevistan a policías, abogados, familiares, vecinos, testigos y a los presuntos asesinos, Richard (Dick) Hickock y Perry Smith. Obtienen cuatro mil folios de información, con los que Capote decide crear un nuevo género literario: la novela de no ficción. Escribe 'A sangre fría' durante el juicio y la publica tras la ejecución de los condenados. Arrasa en ventas. Se convierte en el padre del 'true crime', el relato de crímenes reales; en el escritor a quien todos desean conocer. Y paga un alto precio por ello.
Cuenta la matanza de Holcomb, «con la credibilidad de los hechos, la inmediatez del cine, la hondura y libertad de la prosa, y la precisión de la poesía». Con mirada periodística. Con el testimonio de quienes ven a las víctimas antes y después de morir. Con la versión de los acusados. «Le di la navaja a Dick y dije: 'Acaba con él. Te sentirás mejor'». Y con los sentimientos que producen a quienes los capturan, interrogan, custodian y ejecutan. Como el deseo del detective Dewey de «verlos ahorcados». Lo hará con los ojos cerrados, hasta oír «el golpe seco que anuncia que la cuerda ha partido el cuello».
Para Capote, el fin justifica los medios. Para obtener información soborna, manipula y engaña. Sorteando las normas penitenciarias, se cartea con los acusados durante el proceso. Crea un estrecho vínculo con Perry Smith. Para algunos, más que profesional. Entre ellos hubo amor, dice George Plimpton en el libro 'Truman Capote' (1997). Aunque del roce surgiera el cariño, Francisco Cabezuelo, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, destaca que Capote vive un dilema. Al conseguirle un abogado para la apelación final, gana tiempo para entrevistarle y terminar el libro; pero, para hacerlo, necesita un final que previsiblemente es su muerte. Nada de eso le impide promocionarse posando con el recluso para Richard Avedon en 1960. Es un vendedor nato.
Como acostumbra, se recluye a cal y canto para escribir; esta vez en Palamós, Gerona, donde se instala durante tres veranos con su amante Jack Dunphy, un bulldog viejo, un caniche cegato y veinticinco maletas. Le achacan lucrarse con la matanza, planificando y controlando los tiempos con frialdad. No le movía ninguna razón moral, aclaró. «Yo tenía una teoría estrictamente estética acerca de crear un libro que pudiese convertirse en una obra de arte». A cualquier precio. Eliminando todo obstáculo. Boicoteando la novela 'Autopista al infierno' que el acusado Richard Hickock escribió en la cárcel, anticipándose a la suya. Aunque no consiguió comprarla, el manuscrito no vio la luz y quedó en manos del abogado Robert Hoffman, que intervino en el proceso.
Asiste al ahorcamiento de los reos el 14 de abril de 1965 en la prisión estatal de Kansas. El 25 de septiembre 'A sangre fría' comienza a publicarse en 'The New Yorker', en cuatro entregas que el público devora aún sabiendo el final. A principios de 1966 sale al mercado como libro. Vende cinco millones de ejemplares y permanece 35 semanas en la lista de éxitos de 'The New York Times'. Gana dos millones de dólares. Lo celebra con la fiesta del siglo en el Hotel Plaza de Manhattan el 28 de noviembre de 1966. La llama 'Black and White Ball' porque exige ir vestido de blanco y negro. Políticos, gobernantes, aristócratas, millonarios, artistas, escritores, famosos, navieros y ociosos compiten por asistir al sarao de 150.000 dólares que encumbra a Capote en el mundo del dinero y la exclusividad. El mismo que luego le destrona por desvelar sus miserias.
El crimen de Holcomb le pasa factura. «Nadie sabrá nunca lo que 'A sangre fría' se llevó de mí. Creo que, en cierto modo, acabó conmigo», le confiesa al biógrafo Gerald Clarke. Nunca superará su listón. Ni con el cuento 'El invitado del Día de Acción de Gracias' (1968), ni con 'Los perros ladran' (1973), ni con los asesinatos de 'Ataúdes tallados a mano' (1980). Se refugia en el desfase de Studio 54, el alcohol y las drogas. Muere en 1984 por un problema hepático, agravado por una flebitis y el consumo de pastillas.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.