Poiret, el rey del diseño que acabó con el corsé
Exposición ·
El Museo de las Artes Decorativas de París acoge medio millar de piezas del artista que sentó las bases de la industria de la moda modernaAbraham de Amézaga
Sábado, 6 de septiembre 2025, 00:33
Hace ahora un siglo, durante la Exposición Universal de la capital francesa de 1925, tres barcazas exhibían en el Sena las diferentes líneas de la ... maison Paul Poiret. Desde la costura, a los perfumes, pasando por la decoración interior. Meses antes, su creador había estado obligado a venderla a un grupo financiero, acuciado en gran medida por las deudas provocadas por su excesivo tren de vida. Atrás quedaban los años de esplendor, de quien había llegado al éxito en el vestir, liberando a las mujeres del corsé, con propuestas fluidas de ricos tejidos y estampados. En 1928, su artífice abandonó la empresa, al poco de divorciarse de Denise, su esposa, modelo, musa y colaboradora. La casa cierra finalmente en 1932.
Una aventura que comenzó casi tres décadas atrás, impulsada por un hombre que nació, vivió y murió en París cuatro meses antes de la Liberación -sus restos reposan en el cementerio de Montmartre-. Paul Poiret (1879-1944), de cuya muerte se cumplieron ochenta años en 2024, que en un arranque de ego llegó a decir aquello de «soy un artista, no un costurero», porque como se apuntó aspiraba a la creación de una obra de arte total; mientras que Fortuny hijo solo se autodefinía como pintor, aun siendo también creador de prendas de moda y lámparas, escenógrafo y fotógrafo, entre sus diferentes facetas. Precisamente, ambos tienen mucho en común. No solo porque les unió la moda, sino por esa pasión y entrega a otras disciplinas.
Cuando fallece el francés, 'The New York Times' recuerda que se ha ido «el célebre dictador de la moda», término que le hubiera agradado a quien además «inventó sin saberlo la mujer del siglo XXI», como apunta su biógrafa, Yvonne Deslandres, creando un estilo nuevo, sin ataduras, de inspiración orientalista, con motivos exóticos y materiales de lo más especiales. Un innovador y visionario de principios del pasado siglo, que se formó en chez Doucet y Worth, en época de los hijos del fundador de la alta costura, y que se que se valdría de tejidos ligeros y colores vivos al hilo de los artistas fauves, cuyo estilo le seduce.
Entre la Belle Époque y los locos años 20, con un alto en la Primera Guerra Mundial en la que fue movilizado, hasta el mismísimo Boldini pintó mujeres vestidas con creaciones de Poiret, el primero de los modistos en lanzar perfumes con su firma. La colección nació bajo el nombre de Rosine, la mayor de sus cinco hijas, y en ella vieron la luz un buen número de evocadoras propuestas. Inspirado en las fiestas y viajes que realiza, será pionero en recorrer el mundo, acompañado de su esposa y maniquíes, para mostrar sus colecciones en el extranjero, lo que contribuye, y mucho, a su éxito. De hecho, será el primer modisto francés en viajar a Estados Unidos.
Un festín de color
Esteta, intelectual, coleccionista, amante de las fiestas, de ver y dejarse ver y de llevar un desmesurado nivel de vida, es estos meses el gran protagonista en el Museo de las Artes Decorativas (MAD) de la ciudad en la que brilló. Bajo el título 'La mode est une fête' (La moda es una fiesta), la primera exposición monográfica que le dedica a esta referencia de la alta costura incluye más de medio millar de objetos, a través de los que repasa su palpitante trayectoria, profesional y personal, dejando en evidencia su influencia en otros grandes creadores de moda.
Desde Christian Dior, quien dijo de él en sus 'Memorias' que «llegó y lo puso todo patas arriba»; hasta Alphonse Maitrepierre, en su colección del pasado año; amén de Karl Lagerfeld, Yves Saint Laurent, John Galliano, Jean-Paul Gaultier, Issey Miyake, Dries Van Noten, su discípula Elsa Schiaparelli… y hasta Agatha Ruiz de la Prada. De muchos de ellos, a lo largo del recorrido de la muestra, se ven propuestas-ejemplo. En el caso de la española, se trata de la colorista Tarta, de 1994.
Un festín de color y combinaciones, con prendas como sus irrepetibles abrigos y vestidos -único el 'Joséphine'-, accesorios, cuadros, algunos de ellos obra de él; fotografías… y donde nos acompañan vivos naranjas y rosas, recordándonos estos últimos al favorito de la Schiap. Como Gabrielle Chanel, caerá rendido ante la belleza de los Balles rusos, de Diaghilev, llegando a vestir a Isadora Duncan en la escena, así como a los intérpretes del film 'L'Inhumaine' (La inhumana). A semejanza de Dior, firmará libros, como 'En habillant l'époque' (Vistiendo la época), publicado en 1930, y gustará de disfrazarse.
La muestra que le dedica el MAD, que está abierta hasta principios del próximo año, ocupa dos amplias plantas, pone de manifiesto el interés 'poiretiano' por dar nombre de lugares que visita a algunas de sus propuestas, como Toledo. Acompañado de sus baúles Vuitton, uno de los cuales se expone, sabemos que estuvo también en Madrid, Cataluña y Andalucía, entre otros enclaves, durante la primera década del siglo, volviendo tres lustros más tarde en compañía de Raoul Dufy, con quien mantuvo una fructífera colaboración. De hecho, fue el primer modisto en tejer relaciones con los artistas a la hora de crear textiles, ilustraciones o cualquier objeto que podría servir para igualmente comunicar; algo que en estos últimos tiempos es de lo más común en el cambiante mundo de la moda. En su caso, era algo natural porque, como decía, «he vivido sobre todo en círculos de artistas».
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