Navarro de Castro o el peor de los mundos
Novela ·
Una ingeniera agrónoma se rebela contra la agroindustria y contra su trabajo en un invernadero que es un mar de plásticosEn un exceso literario de mala conciencia política, Sartre confesó: «Soy culpable de la Segunda Guerra Mundial». La afirmación tiene sentido. Denuncia que, como individuos, ... no debemos sentirnos libres de responsabilidad moral en los desastres colectivos cuando no hicimos nada de lo que estaba en nuestra modesta mano para evitarlos. Pero esa hipérbole sartreana tiene su lado peligroso. Si nos sintiéramos responsables de todos los males que aquejan a un planeta de ocho mil millones de habitantes, nos pasaríamos el día llorando y no pegaríamos ojo. El ser humano no está hecho para asumir individualmente tanta responsabilidad. Y tratar de hacerlo suele llevar a la contradicción. De la mala conciencia, que resultaría insoportable, dada la elefantiásica dimensión de la culpa, se pasa demasiado a menudo a una excesiva buena conciencia, igualmente injustificada, cuando se abraza una militancia en determinado grupo que dice tener en sus manos la solución del mundo. Es esta cuestión la que subyace en una novela como 'Planeta invernadero', de la que es autor Rafael Navarro de Castro (Lorca, 1968) y que es un alegato contra una infinidad de lacras que harían del nuestro el peor de los mundo posibles y que nos convertirían a todos en consumados e irredentos culpables. A todos salvo a los que militan en determinado grupo ideológico.
El primero de esos males a combatir, y el que ocupa un lugar preferente en la novela, es el de la agricultura industrial intensiva. Con él mantiene una directa relación laboral Sara, la protagonista y dueña de la voz narrativa que va a acompañar al lector durante las más de setecientas páginas que tiene el libro y que comprenden cronológicamente el espacio de un año: el 2019. Estamos ante una mujer que ronda los cuarenta años, una ingeniera agrónoma madrileña que hizo su tesis sobre los cultivos hidropónicos y que ha pasado quince años, desde el 2005, en que llegó con una precaria condición inicial de becaria, trabajando en el invernadero de una cooperativa agrícola, un inmenso recinto costero del sureste peninsular, y de una región llamada Poniente, completamente cubierto de plásticos que va a ser descrito por esa voz narrativa como una real y a la vez metafórica representación del alejamiento de la Naturaleza que ha experimentado nuestra civilización y como un amenazante símbolo del horror en la Tierra. Es de justicia señalar que, en la desolación y fantasmalidad de ese paisaje, reside uno de los logros del texto por lo que su plasticidad tiene de sugerente y por lo gráficamente eficaz que resulta para el propósito dramatizador y diatópico del autor.
Sara atraviesa una profunda crisis existencial. Ha roto hace siete meses con Martín, un novio instructor de buceo al que pinta como ser elemental únicamente preocupado por el sexo y sus necesidades básicas. A la vez esa figura, que no era del agrado materno, sirve para introducirnos en la relación de rebeldías y ocultamientos casi adolescentes que la heroína mantiene con unos padres separados desde hace veinte años y que resulta un tanto chocante en una cuarentona empoderada. No es ésa la única contradicción del personaje. La misma operación de cirugía plástica en los pechos a la que se somete desde las primeras páginas del libro aparece dramatizada de un modo ridículo que contrasta con el repentino despertar que va a tener a la conciencia política y con esa guerra declarada contra 'el capitalismo salvaje' que dará cuerpo argumental al relato.
'Planeta invernadero' es en realidad la historia de una vertiginosa conversión no ya solo contra la agroindustria sino contra los propios planes de sostenibilidad de la alimentación, contra la economía de libre mercado, la explotación del migrante, la trata de mujeres, la violencia de género, la ciencia sometida al servicio de la producción, el sistema judicial, el control de los medios de comunicación puestos al servicio de intereses espurios, el descontrol del turismo, el uso desbocado de las nuevas tecnologías, la violencia en las redes sociales, el cambio climático, los abusos del poder, la negación del futuro a las jóvenes generaciones, el llamado 'negacionismo' del calentamiento global, la amenaza del invierno planetario…
En el tramo final de la novela y de ese 2019 que cambia la vida de la narradora, ésta hace acuse de recibo de la pandemia y de un cambio político que reduce a lo local la escala planetaria del proyecto novelesco: «El caso es que los reyes magos nos han traído un gobierno progresista. Lo malo es que nadie cree que vaya a durar mucho».
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'Un arpegio de lluvia en el cristal' José Luis Correa
El regreso del detective Ricardo Blanco
J. Ernesto Ayala-Dip
Vaya por delante que soy un admirador del escritor grancanario José Luis Correa (1962). He leído varias de las muchas novelas que ha publicado, entre ellas 'La estación enjaulada' (2023), que se adentra en el mundo de las sectas, tema que justamente estos días está siendo tratado como delito que vería agravada su pena de cárcel, tal es su peligrosa propagación entre la sociedad española. Ahora terminé de leer su nueva obra, 'Un arpegio de lluvia en el cristal', que transcurre durante la pandemia. Vuelven a la carga su impagable detective Ricardo Blanco y su colaboradora Inés. También el policía retirado que pone lo suyo en cualquier asunto que pareciera quedar estancado, me refiero a Gervasio Álvarez. Debo agregar que ahora Inés ya es socia de la agencia. Y luego Correa ha puesto en estas páginas a la mujer de Blanco, Beatriz, farmacéutica y dada a veces a emitir alguna milagrosa observación en torno a los crímenes que indaga su marido.
Ricardo Blanco tiene una difícil papeleta que resolver. Una pareja, dos hombres, son encontrados asesinados en su cama. Están como si durmieran, en un entorno tan limpio que no se ve ni una gota de sangre de las víctimas. Toda la agencia se pone manos a la obra. Blanco tiene buenos contactos en la policía y puede contar con algunos datos, entre ellos el informe de los forenses. Uno de los asesinados se dedicaba a la moda, el otro era profesor de instituto y novelista.
José Luis Correa escribe muy bien. Da gusto leerlo. Sus reflexiones tienen que ver con nuestro mundo infeliz. Y la empatía de su detective nos recuerda cada vez más al gran Georges Simenon.
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'El arado y la espada' Theodor Kallifatides
Entre la épica y la desolación
Pablo Martínez Zarracina
La experiencia del exilio marca la literatura de Theodor Kallifatides, pero es probable que el escenario biográfico previo, el del país en guerra en el que el autor nació en 1938, funcione como auténtico núcleo de la obra del griego. La ocupación nazi y la suerte de un rincón de Europa que pasó de la liberación a la guerra civil son asuntos recurrentes para un narrador que, siendo un niño, vio cómo frente a él asesinaban a un hombre y cómo su padre, maestro en un pequeño pueblo, era encarcelado. El lector español conoce el modo en que Kallifatides aborda esa mezcla de fatalidad histórica y arbitrariedad violenta a través de libros como 'La guerra de Troya' o 'Lo pasado no es un sueño', que tienen algo de variación sobre un mismo motivo. Lo entendemos ahora que Galaxia Gutenberg publica la trilogía aparecida en la década de los setenta en la que el autor se enfrentó a esos años decisivos. 'El arado y la espada' es la segunda novela del ciclo pero funciona sin problemas de un modo independiente. Experto en invocar al mito para revolcarlo por el suelo polvoriento de la experiencia, Kallifatides concreta el destino de Grecia en Yalòs, un pueblo en el que lo autobiográfico -la novela es también un texto de formación- se mezcla con lo histórico y en el que la huida nazi le allana el camino al «arcángel de la venganza». Dividida en breves capítulos de escritura sencilla, la novela oscila entre el costumbrismo y el aguafuerte, entre la épica y la desolación. Si Kallifatides no siempre esquiva el riesgo de resultar trivial o tendencioso, cumple con creces el objetivo de describir el destino de Grecia como el de un paraíso condenado a la tragedia.
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'Entre mujeres' Coradino Vega
Una mujer de los años 80
Iñaki Ezkerra
El escritor onubense Coradino Vega ha escogido Minas de Riotinto, el municipio en que nació, como escenario de 'Entre mujeres', su nueva novela, que tiene como heroína a Olga, una mujer de mediana edad cuya reciente situación de viudedad le impone el reto de tomar las riendas de su propia vida. Olga tiene tres hijos y ha vivido hasta ese momento en el barrio inglés de la localidad, en un ambiente conservador por sus propios padres y por el estatus social que le daba el alto puesto de su marido en una próspera empresa minera. No había visto de joven la necesidad de acceder a unos estudios superiores y se había conformado con un curso de secretariado que no parece suficiente para ayudarla encontrar fácilmente trabajo. Su peripecia existencial para adaptarse a las nuevas circunstancias económicas, para hallar una seguridad laboral y construirse un mundo propio de apoyos y afectos de su propio sexo principalmente (de ahí la alusión al factor femenino del título) es el material con el que se ha construido el argumento de este texto realista que tiene un trasfondo sociológico por la época en la que se desarrolla. Hablamos de los inicios de los años ochenta, en los que ya acaba de producirse el triunfo socialista y en los que el país empieza a adentrarse en una fase europeísta y postindustrial marcada paralelamente por el apuntalamiento del Estado del bienestar y por los avances en los derechos de la mujer. Pese a responder a un modelo social finiquitado, Olga deberá adaptarse a ese nuevo escenario. Resulta significativo que la novela se abra en una peluquería de señoras bien y se cierre con unas oposiciones a las que se presenta la protagonista.
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Al final de la oscuridad Sequoia Nagamatsu
Postales del pre-apocalipsis
Mariano Villarreal
En el año 2030, en un puesto de investigación en Siberia, un grupo de científicos que estudia unos antiguos restos humanos libera un virus mortal que se extiende por todo el mundo y provoca una pandemia que se ceba especialmente con los niños y los más débiles. Mientras la humanidad lucha contrarreloj por encontrar una cura, se ve obligada a idear formas innovadoras de afrontar la tragedia. Pero, pese a la posibilidad muy real de la completa extinción del ser humano, lo más relevante de esta impactante y nostálgica historia no es el avance imparable de la enfermedad sino la forma en que distintas personas corrientes encaran la situación, poniendo al límite la resistencia del espíritu humano y su capacidad infinita para soñar.
El autor japonés-estadounidense Sequoia Nagamatsu narra en esta novela, finalista en premios como el Ursula K. Le Guin, trece historias protagonizadas por diferentes personajes, que aparecen someramente en algunos relatos para adoptar un rol destacado en otros, todas bajo un mismo hilo conductor: la lenta decadencia de la sociedad humana, a modo de instantáneas del pre-apocalipsis. Historias trágicas y, a la vez, tremendamente humanas y esperanzadoras... si bien no para todos los personajes, sí al menos para la humanidad en su conjunto y que dejan una fuerte impronta en el lector. Cuentos como 'La ciudad de la alegría', 'Hotel elegía', 'La banda sonora de nuestro declive' y, sobre todo, 'Hijo cerdo', que recuerdan poderosamente a la inolvidable 'Nunca me abandones' de Kazuo Ishiguro.
Una obra conmovedora, extraordinaria.
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'Walden' Henry David thoureau
Este libro me habla (todavía)
Elena Sierra
Guardo en un documento en el ordenador frases a las que siempre vuelvo, para ver si aún me sirven o si su significado ha cambiado para mí porque he cambiado yo. Son frases de 'Walden', el libro de H.D. Thoreau que tanto puede decir aún a los hombres y las mujeres de la posmodernidad. Si hay una lectura de autoayuda para mí -de autoconciencia, de invitación al análisis y la reflexión, de repensarme y resituarme- es esta. Y encima es una aventura, la pequeña aventura de salir del mundo hecho a la medida humana y aislarse en una cabaña para respirar con los otros animales, el paisaje y las estaciones.
Leo «lo peor de todo es que seáis vuestros propios negreros»; me vale. «El fruto de una vida de lujo es el lujo»; también. «Estoy convencido, tanto por fe como por experiencia, de que mantenerse en esta tierra no es una dificultad, sino un pasatiempo, si vivimos sencilla y sabiamente»; ojalá aprehenderlo de verdad por fin. «Considero saludable estar solo la mayor parte del tiempo»; zurekin bat, Thoreau. Es, además, una puerta de entrada al universo de Ramiro Pinilla, autor vasco universal que construyó su casa y le puso de nombre 'Walden'. De una relectura a otra y a disfrutar.
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