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Rafael Navarro de Castro dejó su trabajo en Madrid y se instaló en Monachil, en las faldas de Sierra Nevada. B. Moya/Anaya
Las críticas de la semana

Navarro de Castro o el peor de los mundos

Novela ·

Una ingeniera agrónoma se rebela contra la agroindustria y contra su trabajo en un invernadero que es un mar de plásticos

Sábado, 27 de julio 2024, 19:00

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En un exceso literario de mala conciencia política, Sartre confesó: «Soy culpable de la Segunda Guerra Mundial». La afirmación tiene sentido. Denuncia que, como individuos, ... no debemos sentirnos libres de responsabilidad moral en los desastres colectivos cuando no hicimos nada de lo que estaba en nuestra modesta mano para evitarlos. Pero esa hipérbole sartreana tiene su lado peligroso. Si nos sintiéramos responsables de todos los males que aquejan a un planeta de ocho mil millones de habitantes, nos pasaríamos el día llorando y no pegaríamos ojo. El ser humano no está hecho para asumir individualmente tanta responsabilidad. Y tratar de hacerlo suele llevar a la contradicción. De la mala conciencia, que resultaría insoportable, dada la elefantiásica dimensión de la culpa, se pasa demasiado a menudo a una excesiva buena conciencia, igualmente injustificada, cuando se abraza una militancia en determinado grupo que dice tener en sus manos la solución del mundo. Es esta cuestión la que subyace en una novela como 'Planeta invernadero', de la que es autor Rafael Navarro de Castro (Lorca, 1968) y que es un alegato contra una infinidad de lacras que harían del nuestro el peor de los mundo posibles y que nos convertirían a todos en consumados e irredentos culpables. A todos salvo a los que militan en determinado grupo ideológico.

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