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MAURICIO-JOSÉ SCHWARZ
Viernes, 1 de septiembre 2017
Cuando queremos dar a entender que algo es perdurable, que no está sujeto a los caprichos del tiempo, todavía decimos que está «grabado en piedra». Y la figura de lenguaje no es sólo propia del español. En inglés es ‘set in stone’, en francés ‘gravé dans la pierre’ y en alemán ‘in Stein gemeisselt’. Todas comparten la misma idea: a las palabras se las lleva el viento, los papeles se queman, pero la piedra permanece, como lo atestiguan las obras de la antigüedad, desde los restos de Babilonia hasta las pirámides de Egipto, desde el Taj Mahal hasta Machu Pichu.
La piedra pues parecía a nuestros ancestros una forma segura de dejar testimonio de su paso por la tierra, y hay datos alentadores como la notable permanencia de algunas obras. Pensemos en la Piedra Rosetta, que sobrevivió desde el año 196 antes de la Era Común hasta su descubrimiento en 1799 y que hoy reposa en un exhibidor del Museo Británico. La Rosetta es una talla en granodiorita, una piedra tan duradera y fuerte como el granito.
Pero la impresión de solidez y permanencia eterna es engañosa. La piedra, como todos los demás materiales, se degrada de diversas formas, por acción del tiempo, del agua, del viento, de la arena y de la acción de seres vivos vegetales y animales.
La degradación es fácil de ver en edificios, incluso no muy antiguos. Un edificio del siglo XVII o XVIII construido con piedra caliza muy porosa junto al mar puede verse afectado por el salitre marino, provocando literalmente agujeros en la superficie de la roca, tan grandes que en ellos pueden caber pelotas de tenis.
Esta degradación es asunto del interés de los geólogos que estudian las rocas pero, también, de los responsables de la conservación del patrimonio humano que sí está, siguiendo literalmente la conseja, grabado en piedra: edificios, monumentos y esculturas de gran valor.
Los geólogos identifican algunas de las formas principales de degradación de la piedra al paso del tiempo. Una es el agrietamiento, que puede implicar, además de la rotura, que se pierdan trozos del mineral y que puede ser provocado simplemente por la vibración del tráfico de vehículos o por sismos. Otra es la descamación, en la que lascas de la piedra se separan del cuerpo principal, y que puede ser perpendicular u horizontal respecto a su superficie. La erosión es un proceso bien conocido en el cual el agua en corrientes a través de la lluvia, el viento, la arena van retirando capas superficiales de la piedra. Además existen el depósito superficial de materiales de diversa naturaleza, como polvo y excrementos de aves, la colonización de microorganismos varios y plantas de mayor tamaño; la pátina que se forma encima de la roca sin afectar su composición y la costra que se forma en la parte exterior por la modificación química de la propia piedra.
La forma ideal de restaurar la piedra sería la de retirar las zonas dañadas y sustituirlas por piedra nueva, pero ese sistema es, al menos hasta hoy, técnicamente imposible. En su lugar se utilizan distintos procedimientos para detener la degradación de la piedra y protegerla de futuros daños utilizando diversas sustancias químicas, entre ellas se utilizan cada vez más materiales producto de la tecnología -como diversas siliconas- para preservar el legado artístico e histórico.
Hay sólo tres intervenciones reales que se pueden hacer. La primera es la limpieza, que debe evitar reacciones y subproductos dañinos y retirar de la superficie sólo la suciedad y no capas de roca. Puede hacerse con medios químicos o físicos. La segunda es la consolidación, para restaurar la fortaleza de la piedra de modo que pueda resistir daños ulteriores. Los consolidantes deben mejorar la cohesión de los elementos de la piedra y retirar elementos potencialmente dañinos, como las sales que se acumulan en los poros del material. Finalmente, la protección tiene por objeto evitar daños posteriores.
El Consejo Internacional de Monumentos y Sitios Históricos es una organización internacional fundada en 1965, que cuenta con participación de 153 países y con sede en París que asesora a la UNESCO y cuenta con comités científicos entre los cuales destaca el dedicado a la piedra, en el que participan especialistas de todo el mundo que se dedican a promover la aplicación de la teoría, metodología y técnicas científicas para la conservación del legado arquitectónico y arqueológico de la humanidad en todo tipo de piedra, incluida la artificial, considerando que el hormigón armado forma ya también parte de nuestra herencia cultural.
El mármol, una de las piedras más hermosas en sus distintas variedades, es una roca caliza de carbonato de calcio que se cristaliza al verse sometida a altas presiones y temperaturas. Las bacterias y los hongos atacan la superficie con facilidad, así como la contaminación atmosférica. El famoso ‘David’ de Miguel Ángel ha sido por ello restaurado limpiando su superficie para retirar las capas de suciedad acumuladas durante siglos y evitar la presencia de depósitos de yeso producidos por la reacción de la contaminación con el mármol que erosionan la obra. La mayor preocupación sobre ella hoy es la fragilidad de los tobillos del mítico héroe bíblico, que muestran grietas y podrían ser las pequeñas imperfecciones que lo derribaran como a un Goliat. Para que no aumenten, la posición de la escultura debe evitar toda inclinación que cargue demasiado el peso en uno u otro de los pies, y es constantemente monitorizada por los expertos de la galería de los Uffizi donde se guarda.
Uno de los mayores proyectos de restauración se llevó a cabo precisamente en otra escultura de Miguel Ángel, ‘La piedad’, que en 1972 sufrió un ataque a martillazos en la Basílica de San Pedro de Roma que le arrancaron 200 trozos de mármol, 150 de ellos muy pequeños. Utilizando materiales desarrollados por expertos en prótesis dentales y polvo de mármol, los restauradores rearmaron el puzzle que había creado el martillo del atacante y devolvieron la escultura a su aspecto anterior. Una de las características de los materiales usados es que no son visibles bajo luz ultravioleta.
Y aunque no es posible conservar todo el pasado para siempre, hay otra forma de conservar los monumentos y obras de arte en piedra: su digitalización en tres dimensiones a altísima resolución. Si bien el material original, la piedra, no puede preservarse, sí lo hacen todas sus características. Un modelo en 3D de una escultura guardado hoy en medios digitales seguirá siendo idéntico a como era al momento de hacerse, aunque la escultura sufra los efectos del tiempo.
Al final, lo más perdurable, paradójicamente, sería una imagen digital virtual y etérea de aquellas obras y edificaciones que hasta hoy hemos tenido grabadas en piedra sin darnos cuenta de su fragilidad.
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