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Una reconstrucción de la escena de la magdalena junto al té, en la casa de Combray.
Marcel Proust

Una magdalena y un misterio musical

Sábado, 19 de noviembre 2022, 00:06

Marcel Proust logró que un dulce tan modesto como una magdalena adquiriera una categoría literaria que no tienen otros mucho más sofisticados. «El pequeño trozo de magdalena que mi tía Léonie me ofreció...» Así se desata un caudal de recuerdos que se convierte en la novela más relevante del siglo. Tres mil páginas después, las imágenes del pasado, de su vida anterior, siguen fluyendo. Nunca un aroma y un sabor dieron tanto de sí. Que en las primeras versiones del relato fuera una pasta o una tostada en vez de una magdalena es algo que solo tiene importancia para diletantes. Proust quiso que fuera una magdalena, de la misma forma que Beethoven corrigió notas una y otra vez hasta dar por terminada su Sinfonía Nº 9. ¿A alguien que no sea musicólogo le importa qué notas había desechado antes de llegar a concluir esa obra maestra? Pues lo mismo sucede con Proust: 'En busca del tiempo perdido' se entiende gracias a que esa magdalena mojada en una taza de té trajo a su cabeza imágenes de un pasado que creía olvidado. Es el poder evocador de algunas sensaciones, de ciertas experiencias con frecuencia irrelevantes pero que desencadenan tantas cosas.

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Junto a la elevación a icono cultural de las magdalenas (o, al menos, de la que le ofreció la tía Léonie), la obra magna de Proust plantea uno de esos debates interminables sobre el que los especialistas vuelven una y otra vez. Se trata de la llamada Sonata de Vinteuil. La pieza es presentada de la siguiente manera en el primer tomo de la novela: «El año antes había oído en una reunión una obra para piano y violín. Primeramente solo saboreó la calidad material de los sonidos segregados por los instrumentos. Le gustó ya mucho ver cómo de pronto, por bajo la línea del violín, delgada, resistente, densa y directriz, se elevaba, como en líquido tumulto, la masa de la parte del piano, multiforme, indivisa, plana y entrecortada, igual que la parda agitación de las olas, hechizada y bemolada por la luz de la luna». Ya en los últimos volúmenes volverá ahora en forma de Septeto.

Da igual que en el primer original fuera una tostada; lo que cuenta es la versión definitiva

Una pieza en debate

¿Hablaba Proust de alguna pieza musical concreta? Si hacemos casos de los comentarios a sus amigos, es seguro que sí. Lo difícil es concretar, porque según con quién hablaba ofrecía unas referencias u otras. Del análisis de lo escrito en la novela y los distintos comentarios parece concluirse que las partituras en las que el novelista se inspiró son sobre todo dos: la Sonata de Saint-Saëns, de la que probablemente toma la primera referencia; y la de Cesar Franck, que parece que le sirvió para la descripción posterior del Septeto. Se da la circunstancia de que esa frase inicial, la que va a poner el fondo a la historia de amor entre Swann y Odette, parece considerarla más bien vulgar. Es más, Saint-Saëns no le gustaba como compositor.

Pero la historia no acaba aquí ni mucho menos. En otros apuntes hechos a amigos y familiares también sugiere que ha tomado como base a Fauré. Y una investigación reciente sugiere que incluso Pierné podría haber sido la fuente de inspiración para la descripción que hace de la partitura. Son tantas obras que de vez en cuando, sobre todo en Francia, se programan conciertos dedicados a Proust y su gran novela que incluyen solo las piezas que tienen algo que ver con la inspiración del autor.

Aunque no faltan tampoco quienes han zanjado la cuestión por una vía diferente. Cuando Volker Schlöndorff filmó 'El amor de Swann' (1983, se basa en una parte del primer volumen de la obra), encargó la banda sonora al compositor Hans Werner Henze. Y lo que él hizo fue componer su propia Sonata de Vinteuil. Para el Septeto escribió también una pieza nueva, en este caso con la colaboración de David Graham, Gerd Kuhr y Marcel Wengler. De esta forma, para quienes han visto la película el misterio de la pieza de Vinteuil está resuelto. Vinteuil se reencarnó en Henze.

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