La lección de Antonio Gades
Danza ·
La biografía de Antonio Gades pone de relieve cómo un niño que nació con talento en una familia humilde acabó dejando una huella imborrable en la danzaMe he preguntado siempre cuántos talentos no llegan nunca a desarrollarse por eso que se llama las condiciones materiales (por no tener dinero suficiente para ... poder formarse y para no tener que preocuparse por llevar la comida a la mesa; por no tener dinero para poder dedicar algo de tiempo a la vida contemplativa y por lo tanto a, digamos, encontrar su camino sin la presión de las facturas). Me acuerdo mucho, cuando pienso en esto, de mi abuelo y mi abuela maternos, dos personas condenadas al trabajo desde muy pequeñitas, y soy plenamente consciente de que esa sigue siendo la vida de tanta gente aquí y ahora...
Leer el libro 'Antonio Gades. Arte y revolución', escrito por el periodista argentino Julio Ferrer y publicado por la editorial Sine Qua Non con motivo de los veinte años de la muerte del artista, es volver a darle vueltas al tema porque si a algo no estaba destinado el niño Antonio Esteve Ródenas era a convertirse en el bailarín Antonio Gades. No way: nació al poco del comienzo de la Guerra Civil en Alicante, hijo de obreros (obrero no era por entonces lo que podemos entender hoy), su padre fue soldado republicano y se libró de la cárcel al acabar la guerra por los pelos, la familia emigró a Madrid para poder ganarse la vida. Al Madrid de la posguerra, del racionamiento, de dejar la escuela a los 11 años para empezar a trabajar. Una historia como hay millones, vamos.
Pero... qué cosas, me digo, que el tal Esteve Ródenas acabara siendo uno de los grandes de la danza y no solo eso, sino todo un artista a muchos niveles. No solo bailaba. Tenía las ideas para montar ballets. Tenía las ideas para crear la coreografía, la dramaturgia, la escenografía, el vestuario. Sabía cómo poner las luces y jugar con las sombras para realzar lo que quería que ocurriera en el escenario. Conoció a muchos otros artistas. Fue de acá para allá codeándose con ellos. Trabajando con ellos. Este señor bailaba por medio mundo ya en los años sesenta: La Scala de Milán, la Ópera de Chicago. Y la Compañía Antonio Gades continúa representando su repertorio por todo el mundo. ¿El mismo que nació pobre en Elda? El mismo.
El tipo tenía talento y, hete aquí la suerte -sí, no basta el talento, el mérito no funciona por sí solo- pudo desarrollarlo. Hasta dejar una huella imborrable en la historia de la danza española. ¿Es eso posible ahora?, me pregunto. Si ya era raro entonces, un caso extrañísimo y al mismo tiempo en cierta medida normal porque la sociedad era muy distinta, qué será de los talentos desconocidos en plena efervescencia de los 'nepobabys' -los hijos de los famosos, que heredan lo mismo el color de ojos que las capacidades para bailar, actuar o cantar y, sobre todo, los contactos-.
Cuántas personas habrá hoy bailando en sus casas sin opción a apuntarse a la escuela de danza porque no tienen tiempo porque no tienen dinero, me pregunto. Y porque no tienen el nombre adecuado.
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