
Javier Cercas y la trascendencia
Muy personal. ·
El autor de 'Soldados de Salamina' mezcla géneros literarios para contar su viaje a Mongolia con el Papa BergoglioSecciones
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El autor de 'Soldados de Salamina' mezcla géneros literarios para contar su viaje a Mongolia con el Papa BergoglioEl sentido de la trascendencia está empezando a asomarse tímidamente en los autores españoles. En 2021, Pablo d'Ors nos invitaba, en su ensayo 'Biografía ... de la luz', a una lectura no confesional sino cultural de los Evangelios. En su recién publicada novela 'Todo empieza con la sangre', Aixa de la Cruz plantea una desprejuiciada forma de espiritualidad en la experiencia amorosa a través de un personaje femenino. Y, en su nueva entrega narrativa, Javier Cercas se zambulle en la religiosidad católica. 'El loco de Dios en el fin del mundo' es un texto personalísimo en el que narra su singular experiencia en el viaje que realizó a Mongolia en el verano de 2023 acompañando al Pontífice Bergoglio.
El punto de arranque del libro es el encuentro del escritor en Turín con Lorenzo Fazzini, un sujeto que se presenta como el responsable de la Librería Editrice Vaticana, la editorial de la Santa Sede. Javier Cercas se hallaba en esa ciudad italiana firmando libros y Fazzini le informa de una iniciativa que había surgido de la propia cúpula vaticana: invitarle a él a ese viaje papal para que escribiera un libro con el enfoque que el deseara en torno a esa vivencia. En ese momento, el novelista recuerda una llamada telefónica que tuvo unos días atrás de alguien que dijo ser oficial del Dicasterio para la Cultura y la Educación de la misma institución romana. Con esos pasos a los que el autor, que será también el narrador en primera persona del libro, da un carácter de intriga, se pergeña la aventura que constituirá un argumento 'sui géneris' con el que se combinan distintos géneros: la crónica, el ensayo, la glosa personal, las entrevistas, la biografía y la autobiografía.
Tanto en la contraportada del libro como en declaraciones del propio autor, se ha insistido en el carácter de 'thriller' que supuestamente tendría este texto que se acerca al medio millar de páginas. Hay que entender que la utilización de ese término es metafórica, una mera licencia literaria porque no hay nada en estas páginas que se acerque a otros misterios que no sean el de la Santísima Trinidad o el de si hay vida después de la muerte, que la confesión católica da por un hecho consumado. En este sentido, el trabajo de Cercas alberga una contradicción de partida. Por un lado, se abre con una nota explícita: «Soy ateo. Soy anticlerical. Soy un laicista militante, un racionalista contumaz, un impío riguroso. Pero aquí me tienen, volando en dirección a Mongolia con el anciano vicario de Cristo en la Tierra, dispuesto a interrogarle sobre la resurrección de la carne…» Por otro lado, la pregunta sobre la vida eterna llega a convertirse en un verdadero y relevante 'leit motiv' del libro. El autor podría haberla justificado en el afán afectivo y filial de llevarle a su madre creyente la respuesta literal del Papa a la pregunta que se hizo cuando quedó viuda: si volvería a ver a su marido tras la muerte. Pero, sin embargo, Cercas se implica emocionalmente en la necesidad de obtener una respuesta y contempla esa cuestión como un colosal misterio a la vez que se reconoce empujado a ese viaje por el ansia de inmortalidad.
La contradicción se hace más flagrante por su innecesaria insistencia en la condición de ateo. ¿Estamos ante la misma impostación progresista que le llevaba en 'El monarca de las sombras' poco menos que a pedir perdón por haber tenido un tío falangista que pereció durante la Guerra Civil? Y es que ni siquiera su anticlericalismo resulta convincente por el modo en que se rinde ante la figura del Papa Francisco en un auténtico alegato publicitario. Un anticlerical irredento no se pregunta por los múltiples, complejos y antagónicos Bergoglios que en su interior puede ocultar el Papa Bergoglio.
La vertiente más interesante de 'El loco de Dios en el fin del mundo' no está ni en las reflexiones metafísicas del autor ni en la figura del Obispo de Roma sino en las conversaciones más relajadas que se recogen con personajes próximos o muy profundamente ligados a la vida vaticana como son el citado Lorenzo Fazzini, el cardenal y teólogo José Tolentino, los periodistas Andrea Torniellin y Lucio Brunelli, el jesuita Antonio Spadaro, Paolo Ruffini, Prefecto del Dicasterio para la Comunicación de la Santa Sede… A ello se añade el valioso reportaje sobre el personal religioso y laico que vive entregado a las obras sociales de hospitales o escuelas en un país cuya comunidad católica no pasa de los mil quinientos miembros y que hacen más llevadero para los desfavorecidos su paso por el reino de este mundo.
J. Ernesto Ayala-Dip
El señor Bowling es un hombre educado, amante de la música, toca el piano y lee. Trabaja en una empresa de seguros. Es meticuloso y atento. Tiene amigos y una mujer con la que mantiene las formas, aunque no se acaba de saber lo que siente por ella. Su vida transcurre en Londres durante la Segunda Guerra Mundial. Un Londres bajo las bombas y un día una de ellas cae sobre su vivienda. Su mujer comienza a gritar de terror. Al señor Bowling eso lo incomoda, mucho más que la bomba que hizo trizas su casa. Pide a su mujer que deje de gritar, tal vez porque ya es bastante ver los escombros para que encima le rompan los tímpanos con alaridos que bien podría guardarse para otro momento. El señor Bowling no tiene más remedio que estrangular a su mujer. Él ya intuía que era un asesino, sólo faltaba el sitio y la hora para concretar esa letal intuición.
Esta es la historia del protagonista de la novela de misterio que hoy reseño, 'El señor Bowling compra el periódico', del escritor inglés Donald Henderson (1905-1947), también actor. Esta novela fue adaptada al teatro y años más tarde a la televisión, medios en los que obtuvo resonantes éxitos. La historia transcurre en un Londres bajo las bombas, pero también en la ciudad de los pubs, los teatros, los cines y el miedo colectivo incorporado a la vida cotidiana . La gente trabaja en distintos empleos, pero siempre tienen tiempo para prestar ayuda a los heridos y damnificados por los bombardeos alemanes. El señor Bowling aabe que es un asesino (lo que todavía no sabe es que es un asesino en serie, concepto que se descubrirá como comportamiento psicópata en los años setenta). Y tiene asumido que algún día será descubierto. Lee puntualmente todos los días los diarios. Quiere saber si sus asesinatos son descubiertos y seguir las pesquisas de la Policía tras ellos. Las razones del señor Bowling para matar son caprichosas, puede que un día un individuo con el que que comparte una sobremesa no le caiga bien, un individuo demasiado irrelevante para formar parte de la comunidad humana. Sus asesinatos no son todos alevosos, pero algunos los considera inevitables. Puede que, en un momento dado, el señor Bowling se ponga al piano para ejecutar el 'Concierto para piano en re bemol menor' de Chaikosvski. A veces se siente muy solo, pero para él eso es preferible a sufrir la compañía de gente innecesaria y aburrida. No es el clásico asesino que sale a la calle a buscar víctimas. La probable víctima puede estar a su lado compartiendo un desayuno o una cena. La novela está escrita en tercera persona.
'El señor Bowling compra el diario' es una novela escrita magistralmente. Por momentos uno quisiera que hubiera más víctimas, dada la maestría irónica con que Donald Henderson reviste la descripción y la justificación de esos asesinatos. Una delicia de asesinatos, perdón, quise decir de novela. Bueno, también.
Pablo Martínez Zarracina
Al comienzo de este ensayo que combina de un modo intenso autobiografía y literatura, la historiadora francesa Laure Murat ve reflejado su origen aristócratico en una escena de 'Downton Abbey' en la que el servicio, al poner la mesa para la cena, mide con una regla la distancia entre los cubiertos. Si cumpliendo con su deber de suspicacia, el lector tiende a cuestionar el brillo de esa genealogía, la autora no tarda en disipar sus dudas: la boda de sus padres unió nada menos que a la nobleza monárquica y a la bonapartista. Mientras que la rama paterna de su familia viene del cuñado de Napoleón que reinó en Nápoles, la materna proviene del duque de Luynes que fue favorito de Luis XIII y mariscal de Francia. La vida de Murat -que se define como «mujer sin hijos, soltera, homosexual, profesora universitaria, votante de izquierdas y feminista»- ha consistido en parte en escapar de una clase social a la que en este libro disecciona. Lo hace con la complicidad de Marcel Proust, un intruso en los salones de la 'belle epoque' que, en opinión de la autora, desveló en su gran obra la vulgaridad sin fondo de un universo privilegiado y apenas sostenido en sus propias formas.
Dispuesta a matizar la fascinación de Proust por la aristocracia, Murat celebra 'En busca del tiempo perdido' como una demolición inteligente que a ella le sirvió como tabla de salvación. Su análisis de la heptalogía es personal en todos los sentidos. La obra de Proust está poblada para ella de presencias familiares. Su bisabuela paterna recibía al novelista en el palacete Murat -«el más hermoso de París» para Proust- y recordaba décadas después al genio ya consagrado como «ese plumífero al que sentaba en el extremo de la mesa».
Mientras tanto, el bisabuelo materno de Murat no solo trató al autor de 'En busca del tiempo perdido' -Proust consideraba al duque de Luynes como «la donosura en persona»-, sino que mantuvo con él una correspondencia que en su mayor parte se ha perdido. Estas conexiones constantes entre la obra maestra y la biografía personal transforman el libro de Murat en una obra singular. Se alimenta de un testimonio íntimo, pero uno de sus empeños es demostrar que Proust es mucho más brillante que el universo que retrató en su gran ciclo narrativo.
Entre los aciertos de la autora, abordar sus circunstancias familiares con naturalidad y su historia personal con una mezcla adecuada de sinceridad y contención. Al mismo tiempo, su mirada literaria resulta siempre fina y reveladora. El resultado es un ensayo que huye del rigor académico, pero no de la profundidad, y constituye, rebosante de anécdotas, detalles e historias paralelas, una original y estimulante invitación a la lectura de Proust.
María Bengoa
Leer biografías tiene el encanto de asomarse a vidas extraordinarias no necesariamente ejemplares, como la generación de escritores de los cincuenta. Desde la rendija de la curiosidad se filtran secretos que nos permiten comprender mejor sus obras. La autora de 'Lo raro es vivir', 'Entre visillos' y 'El cuarto de atrás', hija de un notario de Salamanca, destinada a ser una señorita de provincias, fue a hacer el doctorado a Madrid y aterrizó en un círculo fascinante de escritores. Solo dos de aquellos jóvenes se licenciaron y otras dos (mujeres) se doctoraron, una de ellas era Carmen Martín Gaite. Se convirtió en una reconocida escritora que lo sabía todo sobre el arte de narrar: atesoraba lo que Juan Ramón Jimenez llamó borradores silvestres y ella Cuadernos de todo. La documentada biografía planea sobre el universo de Ignacio y Josefina Aldecoa, Luis Martín-Santos, Juan Benet, Rafael Sánchez-Ferlosio… Carmiña se casó con el raro y magnífico Ferlosio y la vida con él no fue fácil. Se encerraba en un cuarto al que llamaban 'el submarino', aislado de la luz natural: dormía de día y trabajaba de noche. Tuvieron dos hijos, el primero murió siendo un bebé; la segunda, no llego a los 30 años. En 1972, ya separados, Martín Gaite dedicó a Ferlosio un ensayo: 'A Rafael que me enseñó a habitar la soledad y a no ser una señora'. Este retrato de un experto en la obra de la gran novelista española invita a valorarla y recuerda que escribir, algo nada masculino, ha sido aún más difícil para las mujeres.
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Iñaki Ezkerra
Johannes Gutenberg inventó la imprenta moderna de tipos móviles hacia el año 1450, pero tuvo grandes discípulos que sofisticaron su creación, entre los que tiene un lugar destacado el grabador, impresor y tipógrafo francés Nicolas Jenson. En 'El príncipe de la imprenta' el diseñador gráfico e historiador barcelonés Enric Satué traza un completo retrato narrativo de éste. La estructura de la novela es ortodoxamente circular. Comienza y termina con Jenson en su lecho de muerte, dictando sus últimas disposiciones testamentarias cuando le fallan el riñón y el corazón. Entre medio está, descrita con los más lujosos detalles, la aventura tipográfica por la que se le recuerda: cómo en 1458 es enviado a Maguncia por Carlos VII de Francia para que reciba una privilegiada preparación y cómo después se traslada a Venecia para fundar su taller de impresión, mejorar la técnica y crear la primera tipografía romana. Escrito desde una sobria, tradicional y omnisciente tercera persona que de vez en cuando se dirige al lector en un plural mayestático propio de los documentales, el texto tiene un estilo transparente y ameno. Su gran virtud es la amplia documentación del autor, el modo en que conoce los libros que Jenson imprimió, los pormenores de su oficio y las circunstancias vitales que lo rodearon. Satué pone en pie el mundo del arte de imprimir y la biografía de uno de sus pioneros en la que tiene un esencial papel el comerciante y librero Peter Ugelheimer, socio del impresor francés y con quien le unió una profunda amistad.
Julio Arrieta
Durante mucho tiempo, en las termas de Queronea, en cuyo caldarium había sido asesinado un joven llamado Damón, «se aparecieron fantasmas y se escucharon lamentos en aquel lugar». Las puertas del baño «fueron tapiadas por ello. Hasta hoy día, los que habitan cerca de allí creen que hay visiones y sonidos aterradores». Esta anécdota inquietante, recogida por Plutarco, es uno de los relatos de contenido insólito que reúne y comenta el historiador y arqueólogo Arturo S. Sanz en 'Avernalia', un estudio fascinante de cómo se vivían e interpretaban los fenómenos anómalos -paranormares, si se prefiere- en la antigüedad clásica, en la que se creó un género literario dedicado a contarlos, la paradoxografía. Muchos autores griegos y romanos recogieron en sus escritos historias de fantasmas, espectros vengativos, posesiones, casas encantadas y otros fenómenos misteriosos a los que a veces trataron de dar explicación, interpretaron desde la religión o se limitaron a narrarlos por el mero disfrute de la emoción del misterio, que podía ser compartida con los invitados a un banquete. Eran «casos y hechos que suscitaron su admiración ante la imposibilidad de ser racionalizados más allá de la divina voluntad de los dioses», escribe Sanz en su nuevo libro, una exploración magnífica y alucinante de lo misterioso en las antiguas Grecia y Roma. «Comprenderemos que la mayoría de nuestros cuentos de terror no surgieron en nuestra historia reciente, sino hace milenios».
Jon Kortazar
Este libro de Santiago Alba Rico (Madrid, 1960) puede definirse desde la biografía de su autor y también desde la construcción de un mundo. La biografía señala que es hijo de Lola Rico, presentadora y creadora del recordado programa de televisión 'La bola de cristal'. De hecho el lector puede comenzar por el final del libro y leer esa extensa y estremecedora mezcla de narración y poema en prosa que titula 'Última caída. Mi madre está viajando en el Titanic', donde cuenta la enfermedad y los últimos días de su madre. Resulta curioso empezar por el final, pero seguro que el lector ganará en intensidad de aproximación.
Desde el comienzo, en cambio, el poemario se desarrolla en torno al concepto de caída. Todos los títulos aluden a él. Por citar algunos títulos nombraremos 'Feliz caída', 'Caída libre', 'Caídas de ballenas'. Siempre una caída en el corazón del poema, como motor de creación del texto poético, pero también se produce un contraste entre la unidad en el título y la diferencia en el discurso de algunos poemas. Unos son sonetos como 'Más dura será la caída' (58) o 'Soneto de la caída más larga', otros se desarrollan en largo aliento como el expresivo 'Caídas de ballenas' de verso extendido e inspiración profunda: «¿Alguna vez te has preguntado, amor mío,/ a dónde van, cuando mueren, las ballenas?» (37). Otros son breves e intensos como 'Nagasaki (Caer y Caer)' (51), y todos muestran una penetrante voluntad de responder al símbolo del derrumbe.
Elena Sierra
Cuando se ven las imágenes por la tele, cuesta creer que Gaza es uno de esos pocos puntos de la tierra habitados de forma continua desde hace tres mil años, reconoce el periodista Mikel Ayestaran, que ha caminado por la zona durante años para poder contar lo que ocurre allí. Cuesta creer que allí ha habido gente viviendo desde los tiempos de Tutmosis III. Cosa que no es nada fácil, menos en tiempos de destrucción absoluta, nunca vistos antes, escribe Ayestaran. La vida no es fácil para los gazatíes, y tampoco es sencillo explicar la situación para quienes tratan de informar sobre lo que allí ocurre. Si antes ya era difícil acceder al terreno, desde que se inició la última incursión de Israel -después de los atentados de Hamás de octubre de 2023- los profesionales de la información ni siquiera pueden entrar a la franja y han de recurrir a las conexiones telefónicas con sus conocidos.
De esa información que obtiene Ayestaran salen las crónicas que envía a los medios y sale este libro que hace honor a su nombre: aquí hay reunidas muchas historias de Gaza, su Historia. Están las de este último año y medio y las de antes, de cuando el periodista llegó a la zona hace casi veinte años. Y se cuentan también las que explican cómo se ha llegado hasta el presente... Si es que hay una explicación inteligible, claro. Al menos hay que conocer el contexto. Como siempre, textos llenos de cotidianidad, de personas corrientes, de humanidad. Y de paso, una larga lista de lecturas para ayudar.
Sergio García
Los japoneses llaman 'kintsugi' al arte de la resiliencia, que resumiendo mucho es reunir las piezas de algo roto y sellarlo con un metal precioso. O dicho de otra forma, convertir las cicatrices en un valor añadido. 'Jotadé' sabe mucho de eso: un gitano en la Policía es una suerte de oxímoron, demasiado payo para sus primos, carga también con los prejuicios de sus propios compañeros. Siempre al borde de la ley y vapuleado hasta la extenuación, pero con una intuición proverbial que lo eleva sobre los demás agentes y una facilidad innata para reconstruirse a partir de sus cenizas. Valiente, honesto a su particular manera, leal por encima de todo y de todos. Es también la última incorporación del universo Indira, con quien Santiago Díaz nos mantuvo al borde del infarto no hace tanto tiempo.
En esta ocasión, los buenos -lo que en el caso de excompañeros como Lucía Navarro quizá sea mucho decir- son zarandeados sin piedad por una ola de acontecimientos que se desata cuando un ajuste de cuentas entre narcos provoca la muerte accidental de la hija de un comisario. Lo que unos y otros estarán dispuestos a hacer para echarles el lazo es la miga de este thriller que uno se merienda en un fin de semana de lluvia. Se nota que el autor ha sido guionista antes que fraile, porque el relato conjuga cuatro tramas diferentes que encajan a la perfección y lo hace a un ritmo trepidante y sin que uno se pierda. En las librerías antes que en el mercadillo, oiga.
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