Las inspiradoras vistas de la casa de Montfort l'Amaury
La localidad donde compuso el Bolero le recuerda con un museo y actos culturales
Abraham De Amézaga
Viernes, 21 de febrero 2025, 16:38
Más que la casa en sí, lo que cautivó a Maurice Ravel fueron las vistas que desde ella se aprecian. En 1921 elige Le Belvédère, ... a los pies del que fuera castillo de Anne de Bretaña, en Montfort l'Amaury. Una vivienda con terraza suspendida, que aún conserva, para dominar el horizonte. De lo más inspiradora. Allí compuso en 1928 la que es una de las obras más interpretadas en el mundo.
El compositor buscaba un enclave fuera de París para evitar la tentación de salidas nocturnas, pero al mismo tiempo no muy lejos de la capital -está a poco más de cuarenta kilómetros- para recibir las visitas de sus amigos. Aquí residió más de tres lustros. Al igual que Monet, apreciaba los jardines japoneses, hasta el punto de tener uno en el exterior de su casa. Diseñado por él mismo, se ha mantenido prácticamente intacto.
El poeta Fargue dijo que la vivienda estaba «amueblada y compartimentada como un camarote de barco, como un equipo de trabajo, con objetos preciosos como los de un estuche». Un lugar que es hoy casa-museo y es posible visitar, que desprende calma y resulta perfecto para la inspiración, donde sobresale el piano y se aprecian objetos de lo más variopintos. Parece como si el artista continuara residiendo allí y de un momento a otro fuera a surgir su elegante y discreta figura.
Ravel no solo compuso el Bolero en Montfort l'Amaury, también otras obras, como el 'Concerto pour la main gauche', el 'Concerto en sol' o 'L'Enfant et les Sortilèges'. Como siguiendo su estela, años más tarde, sería otro vasco, el oriundo de tierras guipuzcoanas aunque nacido en París Carlos de Beistegui (1895-1970), conocido como 'Charly', quien residiría en Montfort l'Amaury tras adquirir el castillo de Groussey, donde murió hace más de medio siglo.
Hombre que emanaba discreción y cercanía, Ravel estuvo implicado en la vida de la localidad, que le recuerda por todo lo alto: aparte del museo, le dedica un rico programa musical anual, un colegio y una calle con su nombre, el centro cultural Bolero y hasta el hilo musical de espera del Ayuntamiento, que reproduce partes de su famosísima composición.
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