Ese hombre de turbante rojo
La National Gallery de Londres atesora un presunto autorretrato de Jack van Eyck, que atrae como un imán y parece mirarnos ahora mismo
Mikel Onandia
Sábado, 13 de septiembre 2025, 00:03
La National Gallery de Londres es, sin duda, una de las pinacotecas más importantes del mundo, al nivel del Museo del Prado y la Galleria ... Uffizi. Mientras el museo madrileño custodia los principales fondos de pintura española y del norte de Europa y el florentino las principales colecciones de pintura italiana, la galería londinense no compite con aquellos, sino que los complementa con una selección brillante y equilibrada de todas las escuelas, además de compartir con ambos unas dimensiones proporcionadas y asequibles para el visitante frente a los inabarcables Louvre, Metropolitan o Hermitage.
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Uno de sus principales reclamos es 'El matrimonio Arnolfini' de Jan van Eyck, el primer retrato civil de la historia moderna. Su éxito hace que, debido a la cantidad de gente que suele agolparse delante, resulte difícil obtener el sosiego que exige una observación detenida. En todo caso, como ocurre en muchos museos que atesoran grandes iconos de la historia del arte, lo más interesante suele estar a pocos metros de las aglomeraciones.
Justamente en uno de los laterales de los Arnolfini se expone, encuadrado en un magnífico marco dorado, otro pequeñísimo retrato de la mano de Van Eyck, que, debido la popularidad de los primeros, apenas despierta el interés de los visitantes, de modo que puede ser contemplado de cerca y con calma. Nos encontramos ante una obra asombrosamente realista, de un detallismo microscópico, tal y como lo demuestran los plisados, las arrugas de expresión, las venas de la frente y las marcas del entorno de los labios del retratado. Van Eyck juega con las proporciones entre cuerpo y rostro, que acoge la nariz prominente y unos ojitos claros; los hombros son estrechados, y la cabeza, agrandada, adquiere total protagonismo.
Sin embargo, aunque la tabla parece realizada para ser vista desde cerca, en realidad funciona tanto o mejor a cierta distancia. Y es que, más allá de la capacidad técnica del pintor, lo verdaderamente reseñable es el afilado semblante del protagonista. La mirada de este hombre, coronada por ese imponente sombrero -un chaperón propio de la moda del siglo XV, que adopta la forma de un extravagante tocado similar a un turbante, casi escultórico, con pliegues y anudaciones que crecen sobre la sien derecha-, cuyo su rojo de destellos vibrantes ilumina el rostro en contraste con el fondo oscuro -originalmente azul; hoy, probablemente debido a un repintado, negro profundo-, se impone con tal intensidad que parece atraer nuestra mirada como un imán.
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Su pose segura y la elegante vestimenta -más de la alta burguesía que de la nobleza- nos muestra a un hombre adinerado. Si bien no puede afirmarse a ciencia cierta, ya que no se ha conservado ninguna otra imagen suya, se trata con casi total seguridad de un autorretrato del propio Van Eyck. El marco superior incluye en letras griegas la inscripción 'Als Ich Can', abreviatura de un dicho flamenco y un juego de palabras con su nombre -«como yo [ich/Eyk] puedo [pero no como yo quisiera]»-, que suenan al tiempo humildes y orgullosas, y en la parte inferior una inscripción en latín abreviado recoge la autoría y la fecha exacta de su realización: 'Jan van Eyck me creó el 21 de octubre de 1433'. Se trata, sin duda, de la obra más contemporánea del pintor, un hombre de épocas remotas que parece mirarnos hoy mismo.
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