Gánster en el cine, amante del arte en la vida real
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El actor Edward G. Robinson, que murió hace medio siglo y encarnó como nadie la esencia del género negro, era un gran coleccionista de pinturaEl 26 de enero de 1973 moría uno de los actores más identificables de lo que se denominó 'cine negro americano' y más concretamente de ... la etapa clásica del mismo, la comprendida entre 1940 y 1950. Se llamaba Emanuel Goldenberg, nació en Bucarest en el seno de una familia judía, emigró con su familia a Nueva York en 1903 y tras conseguir ser becado en la Academia Americana de Artes Dramáticas se dedicó en cuerpo y alma a la interpretación. Fue aquí donde cambió su nombre por el de Edward G. Robinson y donde se formó para debutar en Broadway en 1915 y un año después en el cine, donde desarrolló una carrera profesional que le hizo extraordinariamente popular en los años 30 y 40 del pasado siglo, tras cinco décadas de profesión y más de 90 películas.
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Robinson se hizo famoso con la interpretación de Cesare Rico Bandello en 'Little Caesar' (1931) ('Hampa dorada' en España), película dirigida por Mervyn LeRoy que incorporaba ya las principales características del cine negro americano que se consolidó en la década siguiente: ambientes urbanos y suburbiales; diálogos acerados, cínicos y desabridos; disfunción entre legalidad/justicia y decencia/moralidad; imágenes de estética expresionista; lenguaje simbólico que define el contexto social; narraciones fragmentarias de gran densidad que están abocadas a finales desdichados y dramáticos impregnados de furia y violencia. Todo ello en un escenario de amores trágicos, callejones tenebrosos, corrupción institucional, exclusión social y racismo, maldad, muerte, pobreza. Y en ese ambiente se mueven espíritus atormentados y seres desamparados con inclinaciones asesinas que despiertan y estimulan los temores ancestrales de los espectadores. La ambigüedad de los personajes, la complejidad de las situaciones, la utilización de las sombras para realzar la psicología de los protagonistas y unas imágenes que impregnan el subconsciente, generan un sentimiento de malestar que el espectador tiene que gestionar.
Su capacidad para dotar de vida a personajes perversos lo encasilló durante mucho tiempo en ese tipo de películas
Toda la estética de las películas de Robinson, en su faceta de criminal y gánster, emana del mundo paranoico del expresionismo alemán (Fritz Lang, Robert Siodmak y Karl Freund) y del concepto de cine negro creado por los críticos franceses, concretamente por Nino Frank en 1946, para definir un mundo oscuro, nebuloso y deprimido de crimen y corrupción. Cineastas europeos como Billy Wilder, Edgar G. Ulmer, Edward Dmytryk, el citado Fritz Lang, Otto Preminger y Robert Siodmak consolidaron en la década de los años 40 un tipo de cine que además era un nuevo manifiesto estético. Manifiesto estético en el que la mutua influencia y retroalimentación entre cine y literatura, entre novelas y películas de cine negro policial, se exhibe y exterioriza más que en cualquier otro género narrativo, tal y como corrobora el gran elenco de novelistas que trabajaron como guionistas cinematográficos (Dashiell Hammett, Jim Thompson, Jonathan Latimer, Raymond Chandler, William Riley Burnett, etc.).
La imagen de referencia
Después de la ya citada interpretación de Cesare Rico Bandello en la que dio forma y figura al prototipo de gánster que desde entonces se plasmó en el cine, Robinson fue encasillado durante muchos años en papeles similares, aunque fue capaz de demostrar sus inmensas dotes interpretativas dando vida a múltiples personajes diferentes. Era lógico que esto ocurriera ya que bordó la puesta en escena y la psicología de unos delincuentes que nacían de una sociedad cansada y harta de gobiernos incompetentes, de adinerados y opulentos banqueros que no tenían compasión de los desheredados de la fortuna, de un desempleo masivo y de un imparable incremento de los sindicatos del crimen.
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Personajes que emergían de las sombras en la noche, de la suciedad y del alquitrán de las calles, de la putrefacción social. Robinson los representó como nadie, aunque siempre aparezcan por delante de él Humphrey Bogart o James Cagney. Sus mejores interpretaciones llegarían durante la década de los cuarenta, casi todas ellas en memorables obras de cine negro o dramas psicológicos, como 'El lobo de mar' (1941), de Michael Curtiz; 'Perdición' (1944), de Billy Wilder, 'La mujer del cuadro' (1944) de Fritz Lang, 'Perversidad' (1945) de Fritz Lang, 'El extraño' (1946) de Orson Welles y 'Cayo largo' (1948) de John Huston.
La década de los años 50 fue aciaga para el actor ya que, al igual que a otros muchos de sus compañeros de profesión, le alcanzó la furia paranoica del Comité de Actividades Antiamericanas. Aunque se le declaró libre de toda sospecha, a partir de entonces solo le contrataron en películas de bajo presupuesto y los principales directores evitaron contar con él. Además de ello, y a consecuencia de la frenética y absurda actividad anticomunista y del divorcio de Gladys Lloyd, tuvo vender su famosa colección de pintura impresionista, una de las más grandes y prestigiosas del mundo.
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Porque Robinson amaba el arte y tenía una especial sensibilidad para el mismo y un tino acertado para la adquisición de obras importantes de Gauguin, Kahlo, Matisse, Modigliani, Picasso, Rembrandt, Toulouse Lautrec o Van Gogh. Refugiado en el teatro temporalmente, volvió a primera línea en la década siguiente, cuando directores como Vincente Minnelli y Alexander Mackendrick le rescataron. Después lo hicieron Cecil B. DeMille, Norman Jewison y Frank Capra. Pero su mejor época ya había pasado y las interpretaciones que realizó a partir de entonces fueron cada vez de menor importancia, hasta su muerte por cáncer en 1973, un año después de recibir un Oscar honorífico «por sus fabulosas interpretaciones en el cine, su gusto por las artes y por ser un ciudadano norteamericano modelo».
Aquellos que nunca le nominaron para un Oscar de verdad montaban un paripé de los tan habituales en la industria hollywoodiense. Robinson fue un paradigma cinematográfico de un cine que realizó una instantánea visual del mundo estadounidense y de la confusión, desorden y perplejidad de las actitudes culturales durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Un mundo rebelde contra su faceta exterior creada por el hombre y con la propia condición humana.
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