Falla, Turina y la gran música española de los años veinte y treinta
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Un par de álbumes revalorizan obras de ambos compositores, con Nin-Culmell y Suriñach como socios menoresLa conocida como Edad de Plata de la cultura española, que integra a los artistas que van de la Generación del 98 a la Guerra ... Civil, es la Edad de Oro de la música en el país. Porque si es plata en la literatura como segundo metal frente al oro innegable que supone la coincidencia en el tiempo de Cervantes, Lope de Vega, Quevedo y Góngora, en la música no hay precedente de una etapa mejor. Albéniz, Granados, Falla y Turina, junto a otros como Guridi, Isasi, Nin-Culmell, Suriñach, incluso Bacarisse -ya bastante más joven-, forman un plantel sin el cual la música española sería mucho menos relevante. Se trata, además, de un grupo que aúna tradición y modernidad; romanticismo, nacionalismo e impresionismo; que mira hacia el interior y el exterior; que defiende el pasado pero que no renuncia a explorar las nuevas formas que parecen dibujar el futuro.
Dos álbumes grabados en el mismo lugar, el Auditorio Manuel de Falla, con solo once meses de diferencia, contribuyen a revalorizar el legado de la segunda etapa de ese colectivo extraordinario, sobre todo del gaditano Falla y el sevillano Turina, que forman parte del subgrupo que llegó a vivir el drama de la Guerra Civil.
El primero de los discos reproduce de alguna forma un concierto histórico: el que tuvo lugar en la sala Pleyel de París el 14 de mayo de 1927, cuando se estrenó el 'Concierto para clavicémbalo (o pianoforte), flauta, oboe, clarinete, violín y violonchelo'. Ese es el título exacto de la pieza, y en aquella función en París se interpretó al comienzo la versión para piano, y para cerrar el programa, la de clave. Los intérpretes en la grabación son los integrantes del Trío Arbós (Juan Carlos Garvayo, Ferdinando Trematore y José Miguel Gómez) junto a la violista Julia Hu, el flautista Juan Carlos Chornet, el oboísta Eduardo Martínez y el clarinetista Joan Enric Lluna. El sello es Sacratif.
En este disco el orden es justo al revés que en aquella sesión de París -aquí va primero la versión para clave-, pero hay otros guiños a lo sucedido aquel día en esa mítica sala de conciertos. Por ejemplo, que el piano utilizado por Juan Carlos Garvayo es idéntico al que se usó entonces, que había sido construido siguiendo indicaciones de Wanda Landowska, a quien está dedicada la obra. Y aquí surge otro de los aspectos más significativos de la pieza: el debate sobre cuál de las dos versiones es más auténtica o, al menos, suena mejor.
Como explica Garvayo en el folleto que acompaña el disco, no cabe duda de que la dedicatoria a la clavecinista Wanda Landowska es del todo significativa. Pero desde el título se subraya la posibilidad de usar el piano. Algo que cambia el concepto de la obra. Lo dice también Garvayo: la versión para clave presenta una tímbrica arcaizante y muy personal; la de piano ofrece una mayor claridad armónica y posibilita una paleta dinámica más amplia. En el estreno, los críticos no se pusieron de acuerdo y el debate continúa un siglo después.
La brevedad del concierto, solo 14 minutos, junto a su extraña y reducida plantilla instrumental, hace que se interprete muy poco en vivo. Pero en cambio facilita la inclusión en disco de otras obras que completen y contextualicen. Y aquí aparecen el Quinteto para piano y cuarteto de cuerda de Joaquín Nin-Culmell y el Cuarteto para piano de Suriñach. El primero de ellos escribió la obra muy influido por Falla y sobre todo por el concierto. El compositor gaditano tuvo la oportunidad de revisar la pieza de quien fuera su discípulo. Este último hizo una modificación adicional ya casi nonagenario, en 1996, escribiendo una versión en la que la flauta sustituye a uno de los violines. Esta es la que han grabado ahora.
Ambos son dos de los mejores compositores de la llamada Edad de Plata
Los tríos del sevillano
El segundo disco (sello IBS Classical) está íntegramente dedicado a los tríos de Turina. El violinista David Mata, el chelista Aldo Mata y la pianista Patricia Arauzo abordan cuatro piezas con influencias muy diferentes pero que todas ellas de alguna manera desembocan en esa mixtura que caracteriza a toda la generación. Así, el juvenil Trío en fa destaca por la influencia de la Sinfonía Nº 5 de Chaikovski, a cuyo estreno en España asistió el compositor. Una influencia sin duda curiosa dentro de la música española.
En cambio, es mucho más habitual lo que sucede con el primero de los tríos numerados, donde se observa el influjo de las lecciones recibidas por el compositor en París, en las clases de Vincent D'Indy, responsable de la Schola Cantorum, gran pedagogo y compositor más bien conservador y autor de una obra sin gran relieve.
El Turina vinculado en mayor medida al nacionalismo musical español es más evidente en el Trío Nº 2, donde el folclore asoma de una manera abierta, incluido un zortziko. Aún hay una Fantasía que quedará marcada por el drama: terminada en mayo de 1936, justo unas semanas antes del inicio de la Guerra Civil, no se estrenó hasta 1942, con un país en ruina política, económica y sobre todo moral, y el continente en llamas. Para entonces, la Edad de Plata no era más que un recuerdo.
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