Hay un tema que me tiene enfada, y voy a intentar que los lectores de Territorios compartan conmigo este sentimiento. La cosa empieza con una ... constatación: todos los hombres a quienes oigo entrevistar en algún medio de comunicación, sea cual sea el mérito que los lleva a ser entrevistados, contestan casi siempre lo mismo a esta pregunta: ¿Qué tipo de Literatura suele leer? Respuesta: «Ensayos, libros de historia, filosofía, periodismo… Ya no leo ficción».
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Justo en ese momento empiezan a llevárseme los demonios. ¿Por qué los 'hombres importantes' dejan de lado la novela y el relato? ¿La siempre anunciada crisis de la novela ha llegado ya y ellos se percatan antes que nadie? ¿Acaso la novela actual ha bajado de calidad hasta tal punto que es preferible no tener tratos con ella? O la peor de las suposiciones: ¿no pensarán estos caballeros que la ficción es un asunto 'light' propio de mujeres?
Les aseguro que ante tales declaraciones, en mis oídos resuenan conceptos de otros tiempos. La Regenta tenía los sesos reblandecidos de tanto leer novelas, y no hablemos de Madame Bovary, y así podríamos continuar con muchos más ejemplos clásicos. ¿Seguimos las féminas igual, leyendo ficción revienta sesos? ¿Dónde queda el prestigio de la ficción, su evolución hacia la modernidad, los grandes genios que han ido forjando la historia de la literatura? Como si no hubieran existido. ¿Muerto Joyce, se acabó la excelencia?
No puedo dejar de sospechar que en el abandono de la novela y el relato como lectura, hay un punto de pedantería, de reivindicación de la propia importancia. Algo así como si afirmáramos que esos géneros literarios son propios de mentes débiles. Se intuye que a quien dice tal cosa la novela ya no puede aportarle nuevos conocimientos sobre el ser humano (que es siempre el tema de la ficción). En el fondo, es un punto de vista que contiene mucha ignorancia, poca curiosidad, escasa sensibilidad. Si yo fuera el entrevistador, a estos hombres destacados les haría una pregunta más: «¿Por qué ya no lee ficción?» Me encantaría ver por dónde salen. Y si no me gustaba su respuesta, añadiría otra pregunta más: «¿Lee usted prensa deportiva?» Lo haría solo por ganas de incordiarlos un poco, la verdad.
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