Diluvio
Guillermo Gómez Muñoz
Sábado, 16 de noviembre 2024, 00:00
El diluvio es un tema común de la literatura antigua. Hesíodo lo recoge para los griegos. Ovidio lo canta a los romanos en sus 'Metamorfosis' ( ... Libro I): «Los ríos corren desbordados por el campo abierto, arrollan en gran cantidad plantas, ganado, hombres y casas…». Los hebreos lo escriben en el 'Génesis' (7: 17): «El diluvio duró cuarenta días sobre la tierra. Crecieron las aguas y levantaron el arca que se alzó de encima de la tierra». Mismo mito, misma fuente mesopotámica. El origen del vocablo, por su parte, hay que buscarlo en el latino 'diluvium' (inundación), un derivado de 'diluere' (anegar), procedente a su vez de 'lavere' (lavar), cuya raíz indoeuropea 'leu(d)' relaciona 'diluvio' con otras palabras tanto del campo semántico de la limpieza (ablución, colutorio o letrina) como de la crecida de las aguas (aluvión). La primera documentación en romance se encuentra en la 'Crónica General' (s. XIII).
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La tragedia de Valencia trae a la cabeza referencias legendarias, aunque teñidas del barro y el sufrimiento de lo que es realidad y no ficción. Los diluvios, además de destrucción y muerte, también logran revelar quiénes somos: héroes anónimos que anteponen la vida ajena a su propia seguridad, políticos mediocres superados por el nivel de las aguas u opinadores profesionales tan solo capacitados para el insulto y el odio.
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