Una conversación constante entre las dos orillas
Acercamiento. ·
Mario Vargas Llosa fue uno de los grandes artífices de un proceso que sigue evolucionando. Cada cierto tiempo se intercambian las posicionesSecciones
Servicios
Destacamos
Edición
Acercamiento. ·
Mario Vargas Llosa fue uno de los grandes artífices de un proceso que sigue evolucionando. Cada cierto tiempo se intercambian las posicionesEl Atlántico se estrechó súbitamente hace unos sesenta años. El vasto océano que había separado a los autores españoles e hispanoamericanos se convirtió en un ... pasillo de fluida comunicación entre unos y otros. Mario Vargas Llosa fue el principal exponente de ese proceso gracias a la proyección de 'La ciudad y los perros', su primera novela, ganadora del Premio Biblioteca Breve en 1962 y, posteriormente, del de la Crítica Española. Tras el fallecimiento del artífice de ese crucial acercamiento, tres escritores procedentes de aquella orilla reflexionan sobre el proceso de confluencia, su evolución y sus consecuencias en la actualidad.
La obra del creador peruano anticipó una recepción mayor de títulos de Julio Cortázar, Juan Rulfo, Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes, entre otros, en lo que se conoce como el 'boom latinoamericano', protagonista cultural de los años sesenta y setenta. Lo que el crítico Jordi Gracia ha denominado 'la llegada de los bárbaros' supuso un viento de renovación estética y de concepto para una literatura «anclada en el franquismo y al margen de la creación contemporánea», señala el colombiano Juan Gabriel Vásquez.
La recepción de esa modernidad impulsó la literatura peninsular y, en las décadas posteriores, algunos de sus representantes devolvieron la visita. A ese respecto, el autor de 'Los nombres de Feliza' (Alfaguara), su obra más reciente, menciona el peso de Javier Marías, Enrique Vila-Matas y Antonio Muñoz Molina, «que ya había declarado su deuda con Jorge Luis Borges y Juan Carlos Onetti». Su lectura es habitual en Latinoamérica y siguen ejerciendo una notoria influencia entre las nuevas generaciones.
El primer y feliz desembarco ha dado paso a un proceso más complejo, aparentemente pendular, en el que las posiciones se intercambian periódicamente. «Entre otras circunstancias asistimos a una nueva condición, la del novelista latinoamericano que escribe por primera vez en España sobre la experiencia emigrante, algo que no se hizo durante el 'boom', cuando las reflexiones a menudo giraban en torno al pasado».
El carácter errante de sus miembros también podría constituirse como seña de identidad. «La literatura es la respuesta a las preguntas que nos hacemos y muchos de nuestros interrogantes están relacionados con los desplazamientos y la vida itinerante». El propio Vásquez ha vivido en cinco países durante los últimos veinticinco años.
El movimiento intercontinental ha sido asimétrico, según sostiene este autor. «Los españoles han acudido a Latinoamérica con mucha más curiosidad y generosidad que al contrario y me molesta que allí se haya desconocido a Juan Marsé o Luis Martín-Santos, por ejemplo», apunta. Aunque en estos momentos el diálogo es fértil y autoras como Almudena Grandes o Rosa Montero poseen una legión de seguidores.
El estudio evita las generalizaciones. No podemos hablar de tendencias que se suceden imponiendo sus estéticas. «Hoy no cabe hablar de una aportación colectiva, sino de individualidades», asegura. Asimismo, cree que se ha diluido la distancia que existía hace setenta años entre la estética vanguardista americana y la clásica hispana. «Se produce una conversación constante en la misma tradición con referentes comunes de la talla de William Faulkner». Asimismo, la globalización se impone. «Una de las pequeñas revoluciones del 'boom' fue manifestar esa voluntad de que la novela se nutre de todas las tradiciones y esta convicción se ha convertido en una dinámica normalizada».
1 /
La novela latinoamericana que hoy llega a España se vincula a la historia política pero, en opinión del autor, también es producto de fuerzas intangibles y temperamentos nacionales. «Hay uno que procede del sur, de Argentina o Uruguay, y otro distinto procedente del Caribe. Además, existen corrientes subterráneas vinculadas a fuerzas que moldean lo social y que no son comunes. Ahora bien, la mejor literatura convierte lo local en universal».
Vargas Llosa no fue el primer escritor sudamericano que conquistó España. Antes llegaron otros como Pablo Neruda y Rubén Darío, aunque sus fuentes apuntaban a Francia. El peruano Santiago Roncagliolo, que publicó 'El accidente' (Seix Barral) hace unos meses, admite que, durante buena parte del siglo XIX y la primera mitad del XX, la influencia predominante era la francesa gracias a figuras como Charles Baudelaire, Paul Verlaine o Arthur Rimbaud, y corrientes como el modernismo y el surrealismo, sobre todo en el ámbito de la poesía.
Las circunstancias económicas fueron determinantes, a su juicio, para el cambio de objetivos. «El desarrollo español impulsó el mercado y la industria editorial», sostiene y alude a varios nombres propios esenciales para acoger a los recién llegados, caso de la agente Carmen Balcells y el editor Carlos Barral. «Luego, el chileno Roberto Bolaño se mudó a Barcelona y la conexión se reforzó con un continuo trasiego y la permanencia de muchos en la ciudad».
La estructura editorial y la conectividad con Europa atrajeron a un número creciente. Iniciativas empresariales como la de Seix Barral permitieron, asimismo, el conocimiento de las obras sudamericanas en todo el continente y, paralelamente, facilitaron la difusión en todo el mundo. «El español se pone en el mapa de la literatura con la llegada de la latinoamericana», afirma con rotundidad.
Esta influencia de ida y vuelta se ha manifestado posteriormente con la recepción de autores peninsulares de muy diversa naturaleza y cierto cambio de costumbres. «Hasta mi generación nunca se leyó literatura comercial», confiesa Roncagliolo. «Los españoles tienen una literatura popular que allí no existía» y que les mostró un gran abanico de posibilidades. «Recuerdo el impacto de las novelas de aventuras de Arturo Pérez-Reverte y la revisión irónica de la literatura de género que lleva a cabo Eduardo Mendoza».
La proliferación de eventos culturales, también en Sudamérica, propició los contactos. «En los viajes nos encontramos con Rosa Montero, Javier Cercas o Javier Moro, y también a otros más de masas como Javier Sierra, Santiago Posteguillo o los Carmen Mola. Venden en España y han obtenido una proyección allá, donde no abundan los perfiles similares».
El aumento exponencial del número de autores dificulta la exposición de características generales. «Hablar hoy de una literatura hispana se antoja ofensivo cuando nos referimos a más de veinte países», alega. Recuerda que hace medio siglo se trataba de un puñado de autores, mientras que actualmente tan sólo México puede contar con más de 200 escritores importantes y entre veinte y treinta con exposición internacional.
La comunidad radicada en España también es amplia. «Tan sólo en Madrid hay un millón de latinoamericanos, lo que supone una presencia cultural muy intensa», con Andrés Neuman, Rodrigo Fresán y Jorge Volpi como algunas de esas figuras descollantes que hoy, desde aquí, asumen esa mirada entre dos orillas. Una vez más, se advierte la condición del emigrante. «Yo ya llevo en España más de la mitad de mi vida y eso incide en cómo y desde donde escribo».
Los grandes del cono austral remiten a los clásicos españoles. «Borges nombra al Quijote, los versos de Federico García Lorca resuenan en la poesía de Alejandra Pizarnik y es evidente el peso de otros como Antonio Machado o Pío Baroja», señala Claudia Piñeiro. «Luego, se produce un bache de influencia», reconoce. En su opinión, la atracción por la narrativa gala y anglosajona viene impulsada por la pujanza en Hispanoamérica del relato corto y la 'nouvelle' y el predominio de historias que no alcanzan las doscientas páginas.
La escritora y guionista argentina, que recientemente ha publicado 'La muerte ajena' (Alfaguara), cree que a lo largo del último medio siglo se han sucedido esas fructíferas conexiones, aunque no necesariamente restringidas al ámbito literario. «También nos han influido desde otras disciplinas, como el cine de Pedro Almodóvar».
¿El mercado impone sus pautas? «No lo sé. Autores como Fernando Aramburu o Manuel Vilas se encaraman en las listas de más vendidos y su presencia genera multitudes expectantes, pero no sé si ese privilegio se refleja estéticamente». En cambio, reconoce que una editorial como Anagrama sí puede arrogarse cierto carácter preceptor. «Genera un interés permanente por los autores que edita»
La comunicación persiste y admite que hay nombres muy respetados. «Sí reconocería la influencia de Javier Marías o Enrique Vila-Matas, que son adorados, pero la verdad es que tampoco llegan tantos y siento que no se pueda encontrar a Edurne Portela o Sara Mesa, por ejemplo», apunta. En sentido contrario, menciona a sus compatriotas Mariana Enriquez y Samanta Schweblin. En cualquier caso, no cree que el contexto actual impulse los fenómenos colectivos. «Eran grandes autores pero también se beneficiaron del interés geopolítico que existía en Latinoamérica en aquel momento, suscitado por acontecimientos como la Revolución cubana. Hoy el recibimiento es puntual».
España hoy sigue disfrutando del halo derivado del 'boom' de los sesenta. «Es el lugar de Europa donde hacer pie para conquistar el mundo literario», señala y alude al idioma o la doble nacionalidad de muchos como acicates para el viaje. «Te proporciona una plataforma para acudir a ferias y festivales, algo muy difícil desde aquí. En Buenos Aires no te pagan o te dan poca plata».
La compleja situación política y económica del país ha afectado a los autores argentinos. «Metidos en el desastre en el que estamos no se alcanza y, en cambio, mi última novela se vende por 30 euros en Argentina y en Europa por 20», confiesa. «Y, a pesar de todo, la feria del libro está llena. El Gobierno ataca a los artistas por su influencia en la sociedad civil y la ciudadanía resiste. Nos llama comunistas, dice que no queremos trabajar y que buscamos ser subsidiados».
Piñeiro establece una diferencia entre la respuesta de sus compatriotas y los que residen en la península a la hora de enfrentarse a contextos conflictivos. «Aquí ha habido un intento de censurar varios libros acusándolos de pornográficos y pedófilos y trescientos autores se reunieron en un teatro para realizar una lectura pública», indica. «Me ha extrañado que los escritores españoles no se hayan pronunciado sobre el caso del libro de Luisgé Martín» sobre José Bretón, que Anagrama ha renunciado a publicar tras una fuerte polémica social y judicial.
El éxito en España tampoco implica necesariamente un efecto espejo. El género negro, tan comercial y mediático en nuestro país, no tiene la misma relevancia en Argentina. «Los creadores de éxito son conocidos, pero no más que Rosa Montero», aduce. «Aquí los autores, incluidos los grandes como Ricardo Piglia, han incursionado pero desde una interpretación flexible, sin etiquetas. Cualquier obra puede ser policial y contener otros muchos matices».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
La Rioja
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.