Documentos. 'El bombardeo de Argel, 27 de agosto de 1816' (1836), de George Chambers, con los barcos británicos en primer plano. 'Historia general de los piratas' (1725) de Charles Johnson. Museo Marítimo Nacional de Greenwich
Historia

Atrapados entre la realidad y la ficción

Pîratas, bucaneros y corsarios. ·

Su vida entre los siglos XVII y XIX rompe con los estereotipos alimentados por la literatura y el cine

Luisa Idoate

Viernes, 10 de octubre 2025, 20:37

Rebeldes, malhablados, blasfemos, bebedores, indisciplinados, toscos y crueles. Así eran los piratas en los siglos XVII y XVIII. Y las piratas, que también las hubo. ... No eran los jóvenes idealistas, caballerosos, valientes y justicieros de las novelas románticas. Ni pícaros ingeniosos con ropajes exóticos. Tampoco enterraban tesoros marcados con una X en los mapas. Eran avezados lobos de mar con un oficio duro y arriesgado: asaltar barcos y robar cargamentos. Unos morían en combate; otros, en la horca; y algunos se enriquecían y hasta se reinsertaban y brillaban en la sociedad. Hasta el 4 de enero, la exposición 'Pirates' (Piratas), del Museo Marítimo Nacional de Greenwich (Reino Unido), desmonta los tópicos que arrastran. Y demuestra que las vidas de estos hombres y mujeres eclipsan a las imaginadas por Hollywood.

Publicidad

A través de doscientos objetos, la muestra rastrea la historia de la piratería y profundiza en su época dorada, entre 1620 y 1726. Lo hace con libros, grabados, pinturas, cartas, sentencias y legajos; y con la moda y el vestuario ochentero que han inspirado en la calle, la pantalla y la pasarela. Se interroga sobre su imagen de estafadores, filibusteros y mercenarios de capa y espada, ávidos de oro, mujeres y peleas. ¿Qué mares dominaban? ¿Dónde ocultaban sus guaridas? ¿Cómo eran sus atuendos, gustos y costumbres? ¿Y sus normas? ¿Quién decidía? ¿Qué codiciaban? Las respuestas dibujan una imagen de la piratería menos folletinesca y glamurosa; más prosaica, brutal y real.

Calaveras y patas de palo

En los barcos piratas había aventureros de fortuna, renegados, convictos, fugitivos y ex marinos de distintas armadas. Pero se les representa como forajidos barbudos con ropa del siglo XVII y un tricornio emplumado en la cabeza. Esa iconografía nace de 'La isla del tesoro' (1883), de Robert Louis Stevenson. A través de las sucesivas ediciones de la 'Historia general de los piratas' (1724), de Charles Johnson (Nathaniel Mist), el museo de Greenwich revisa y rastrea cómo se crearon y alimentaron esos clichés en Europa; y cómo se sofisticaron para atraer al público.

¿Tenían parches en el ojo y patas de palo? Sí. «Como todos los marinos, estaban sujetos a lesiones graves y había hombres en las tripulaciones piratas que tenían piernas de madera o habían perdido la vista de un ojo», explican David Cordingly y John Falconer en el libro 'Pirates. Fact & Ficción', editado para la exposición. ¿Y los papagayos en el hombro? «Pueden haber mantenido loros, pero probablemente como cosas valiosas para vender, no como mascotas». ¿Obligaban a sus víctimas a caminar por la tabla hasta lanzarlas al mar? No. Es un estereotipo importado de 'Peter Pan y Wendy' (1904), de J.M. Barrie. «Simplemente los tiraban por la borda o los condenaban al 'marooning' -dejar deliberadamente a alguien en una isla deshabitada- uno de los castigos que un capitán pirata utilizaba para mantener la disciplina». Lo sufrió el corsario Alexander Selkirk, abandonado en 1704 en la isla Más a Tierra, frente a la costa de Chile, que inspiró 'Robinson Crusoe' (1719) de Daniel Defoe.

Publicidad

Dos tibias y una calavera blancas sobre fondo negro. Es la típica bandera pirata. Pero no la única. Las llamaban 'Jolly Rogers' y cada capitán tenía la suya. Los corsarios las llevaban rojas o negras, con insignia sobrepuesta. En la edad de oro, se usaba fondo negro con motivos en blanco y rojo: cráneos, huesos, espadas, relojes de arena, esqueletos, corazones. Se intentaba intimidar al adversario para que se rindiera sin luchar, vencer sin arriesgar a la tripulación. Si la negra no amedrentaba, izaban la roja, que anunciaba la lucha a muerte.

Héroes o rufianes

La piratería está documentada desde la Edad de Bronce y existe en todo el mundo. En el siglo XVI despunta, coincidiendo con el desarrollo del comercio marítimo, las rencillas entre las potencias marítimas europeas y las desigualdades e injusticias en ellas. Alcanza su cenit o edad de oro entre 1620 y 1726, obligando a los países a replantear y reforzar sus estrategias navales. Entre los siglos XVII y XIX, los piratas surcan el Atlántico, el Mediterráneo, el mar de China y el océano Índico. Hostigan tanto los litorales del norte de África y Malta como los de India y Madagascar. Adoptan distintos nombres en función del momento y el lugar donde saquean. Y son héroes o rufianes, según a quién roben y para quién.

Publicidad

Los bucaneros del Caribe son marginados de La Española (hoy República Dominicana y Haití). Su nombre deriva de 'boucaniers', en referencia al ganado salvaje que cazan y ahúman con planchas llamadas 'boucan'. Proceden de Europa. Los franceses asaltan barcos y asentamientos españoles desde la isla Tortuga; los ingleses, desde la de Jamaica. Algunos triunfan como saqueadores y luego son influyentes protagonistas de la vida colonial. En 1671, el líder bucanero Henry Morgan asola Panamá y, en 1674, gobierna Jamaica. Otros se convierten en ladrones con inmunidad.

Los corsarios eran saqueadores contratados por las monarquías para defender sus intereses marítimos y atacar a los enemigos. Les expedían una patente de corso, contrato firmado que determinaba sus obligaciones, les blindaba legalmente y exigía una fianza y el pago de impuestos por las ganancias. Para el contratante, eran corsarios; para los países que saqueaban, piratas. La mayoría morían jóvenes. Algunos envejecían ricos. Y otros se convertían en leyenda.

Publicidad

Los Barbarroja y Drake

Corsarios musulmanes de origen albanés, los hermanos Aruj y Hayreddin Barbarroja establecen los estados de la Berbería al norte de África y atacan mercantes cristianos y asentamientos costeros en el Mediterráneo en el siglo XVI. Aruj muere en 1518 en Orán, luchando contra las tropas de Carlos V. Hayreddin acelera sus conquistas. Se adueña de Argel en 1529, tras matar a palos al capitán del puesto. Ambicioso y astuto, se presenta ante Solimán el Magnifico con navíos abarrotados de tigres, leones, camellos, seda, plata, oro y esclavas y esclavospara su harén de Estambul. El sultán le nombra almirante de la flota otomana, que derrota a Andrea Doria en 1538, dejando el Mediterráneo oriental en poder turco. Muere en 1546 tras dictar sus memorias. Lo entierran a orillas del Bósforo con este epitafio: «Esta es la tumba del guerrero de la fe, el almirante Hayreddin Barbarroja, conquistador de Túnez y Argel. Dios lo tenga en su misericordia». En la exposición de Greenwich se puede ver una medalla con su efigie.

El almirante Francis Drake es corsario ('privateer') de Isabel I de Inglaterra contra los intereses españoles entre 1567 y 1596. Con 20 años comanda una nave del pirata John Hawkins a las Indias Occidentales y con 32 ataca el asentamiento Nombre de Dios en el Caribe. Entre 1577 y 1580 circunnavega el mundo, casi sesenta años después que Juan Sebastián Elcano. Su botín más sonado es el del galeón español Cacafuego, en el Pacífico en 1579: cofres de monedas, lingotes de plata y oro, y cajas de perlas y joyas. Muere en Panamá en 1596 de disentería.

Publicidad

Edward Teach, 'Barbanegra'

La patente no siempre garantiza la vida del corsario. En 1696 Guillermo III de Inglaterra ofrece una a William Kidd, que ataca intereses franceses con el Adventure Galley. Pero, en 1698, captura en el mar de Arabia el barco armenio Quedagh Merchant, con capitán inglés y salvoconductos y bandera franceses. Ante la duda, quiere liberarlo, a lo que sus hombres se niegan. Para no perder el mando y evitar un motín, cede. Para Inglaterra es piratería y ordena su captura. Lo detienen en 1699 en Boston. Esperando recuperarlo, entierra su botín en las islas Gardiners (Nueva York), aunque lo habitual entre piratas es gastarlo. Aunque pide clemencia a Guillermo III, lo ahorcan en 1701 y lo dejan colgado tres años sobre el Támesis como escarmiento.

A Edward Teach le apodan Barbanegra porque la tiene cerrada, oscura y con mechas para prender la pólvora. Es corsario de Inglaterra contra Francia a bordo de La venganza de la reina Ana. Desde la isla de Nueva Providencia (Bahamas), captura barcos españoles procedentes de La Habana, Bermudas y Madeira. Al terminar la guerra entre Inglaterra y Francia, se enrola con el pirata Benjamin Hornigold. Roba el cargamento del Great Allen, en Cabo Verde, y derrota al Scarborough que Inglaterra envía como represalia. Ante el indulto que ofrece Jorge I por abandonar la piratería, multiplica los ataques. El teniente de la Marina Real Británica Robert Maynard lo caza en Ocracocke en 1718. Le corta la cabeza y la deja clavada en proa durante días.

Noticia Patrocinada

El Tratado de París de 1856 abole la patente de corso, desprotege judicialmente a los corsarios y los convierte en proscritos. Unos se reinventan como cazapiratas. Otros siguen asaltando barcos y litorales a discreción. Obligados por las circunstancias, algunos ejercen ambas opciones. E incluso hay quienes, tras hacerlo, negocian un indulto y disfrutan de una dorada y tranquila jubilación.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad