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'Futuros pilotos'. Obra de Aleksandr Deineka, 1937.

Arte a la luz de la estrella roja

Entre vanguardia y realismo desciende y se eleva la obra de centenares de artistas encargados de recrear los ideales cambiantes de la URSS

BEGOÑA GÓMEZ MORAL

Sábado, 4 de noviembre 2017

La Revolución de Octubre coincidió con un momento de efervescencia en el que se sucedían y solapaban las vanguardias a una velocidad impensable desde el presente. La escena artística era una dinamo de energía en apariencia ilimitada que dio la bienvenida al nuevo orden de cosas. En los años siguientes eclosionaron unos estilos y se asentaron otros, a menudo al amparo de centros educativos recién creados, que funcionaron como auténticas incubadoras de artistas en un experimento formal fascinante. Los Vkhutemas, acrónimo de la denominación en ruso Talleres de Enseñanza Superior de Arte y Técnica, nacieron en 1920 a partir de la unión de la antigua escuela de Pintura, Escultura y Arquitectura de Moscú y de la escuela de Artes Aplicadas. Los movimientos que influenciaron su ideario fueron el Constructivismo y el Suprematismo, aunque lo habitual era la investigación en varios estilos o incluso fuera de todos ellos. Naum Gabo, Vladimir Tatlin y, durante un año, Kandinsky, impartieron ‘Arte superior’; Varvara Stepanova estuvo a cargo del diseño textil, donde más tarde la acompañó Lyubov Popova. Kazimir Malevitch, se unió al claustro en 1925, aunque conocía el centro por haber expuesto cuatro años antes con el grupo Unovis (forjadores del arte nuevo), nacido en la escuela de Vitebsk. El constructivismo se expresó sobre todo en artes gráficas y escultura; sin embargo, la arquitectura estaba en su núcleo. Su influencia y la de otros estilos, a su vez interdisciplinares, armonizaba con un centro nacido de una fusión entre las bellas artes y las artes aplicadas. La mayoría de educadores poseían conocimientos e intereses tanto en pintura y escultura como en diseño gráfico, textil, industrial o arquitectura. Su versatilidad e indagación les impulsaban a experimentar en distintos medios y no era infrecuente que pintores y escultores se adentrasen en proyectos arquitectónicos como el ‘Monumento a la Tercera Internacional’ (la célebre ‘Torre Tatlin’), los ‘Architekton’ de Malevitch o las ‘Contrucciones espaciales’ de Rodchenko. Tampoco era extraordinario que el responsable de un curso sobre teoría del color, como Gustav Klutsis, conociese el departamento de pintura, el de escultura y, más tarde, el de construcciones efímeras. El Lissitzky, arquitecto de formación, también trabajó en diseño gráfico y grabado mientras Rodchenko participó en el departamento de pintura sin dejar de experimentar con la fotografía.

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Ambos mundos

El efecto de la muerte de Lenin en 1924 y el ascenso de Stalin se ha comparado, a efectos artísticos, con el de apagar la luz en una habitación iluminada. En 1930, después de algunos cambios, se desmantelaron definitivamente los Vkhutemas y dio comienzo un periodo atenazado por la instrumentalización y el culto a la personalidad de los líderes políticos. Aunque la mayoría habían participado en campañas de ‘agitprop’, ahora el control estatal se interpuso como un muro entre artistas y público impidiendo cualquier amago de transgresión. Con el espíritu vanguardista agotado, anulado bajo la acusación de formalismo, en su lugar se instauró la era del ‘realismo socialista’, que supuso el sometimiento a las necesidades del Partido, un engranaje político consciente de la utilidad propagandística del arte y poco dispuesto a dejarlo al margen de una sociedad inmersa en el proceso de concienciación para la utopía y la guerra, no precisamente por ese orden.

El efecto en el arte del ascenso de Stalin fue como el de apagar la luz en una habitación iluminada

El origen del realismo socialista se sitúa en la tradición de la pintura de iconos y en la influencia de los ‘Peredvizhniki’, los 14 estudiantes que, en 1863, abandonaron la Academia Imperial para acercar la pintura a las provincias. Los miembros de mayor edad de los ‘artistas itinerantes’, como Ivan Shishkin, no llegaron a vivir la Revolución, pero en 1924 el Gobierno soviético sí alcanzó a celebrar el 80 cumpleaños de Ilya Repin y un año más tarde le dedicó una retrospectiva en Moscú. Los más jóvenes se unieron a asociaciones oficiales y disfrutaron de reconocimiento durante la era Stalin acompañados por favoritos como Gerasimov, Serov o Bubnov.

Dentro de los presupuestos de un estilo tan denostado, hubo artistas brillantes. Aleksandr Deineka, formado en la vanguardia de los Vkhutemas, representa los valores apreciados por el régimen. Ilustrador, diseñador y pintor, consiguió aunar y dar continuidad a los dos universos, en apariencia opuestos, que participan del arte soviético: las vanguardias de los primeros años y las escenas heroicas e idealizadas del realismo socialista, sin renunciar a una forma personal de componer y entender la luz.

VI. Lenin proclama el poder soviético. Vladimir Serov, 1954 / Cartel Spartakiada. G. Klutsis, 1928 / Monumento a la III Internacional. V. Tatlin 1919-20.

Si Deineka es el paradigma del artista comprometido de principio a fin con la Revolución, entre quienes saludaron el fin del Imperio ruso hay ejemplos para todos los gustos. Después de fundar la escuela de Vitebsk, Marc Chagall abandonó desilusionado el país en 1922 para seguir su propia estrella en occidente. Sergey Konenkov era ya considerado el ‘Rodin ruso’ mucho antes de estallar la Revolución. En 1923 viajó a EE UU con motivo de una exposición de arte soviético. El viaje de unos meses se prolongó 22 años, hasta que en 1945 Stalin fletó un barco para traerlo de regreso a la URSS, donde disfrutó de reconocimiento hasta fallecer a los 97 años.

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Gustav Klutsis era un ‘homo sovieticus’ convencido. Había participado en el asalto al Palacio de Invierno y estudiado en los Vkhutemas, donde después fue profesor. Su aportación pionera al fotomontaje es fundamental y se adapta impecablemente a las necesidades propagandísticas de cada momento. A pesar de todo, fue detenido en enero de 1938, acusado de actividades contrarrevolucionarias y condenado a muerte. Hasta 1989, su esposa, la artista Valentina Kulaguina, no supo con certeza que había sido ejecutado apenas un mes después de su arresto. La mayoría de vanguardistas fueron tolerados a cambio de moderar y modular su actividad. Malevitch fue detenido e interrogado en 1930 y llegó a pintar en 1933 el célebre autorretrato de eco renacentista, aunque a su muerte fue el cuadrado negro del Suprematismo lo que marcó su lugar de descanso. Igual que él, Nathan Altman conoció momentos mejores y otros no tanto. Aparte de una importante contribución a la pintura cubista, en 1918, con motivo del primer aniversario de la Revolución, había llevado a cabo una intervención efímera muy por delante de su tiempo cubriendo de tejido rojo los laterales del imponente edificio del Hermitage. Años después, la misma tela se troceó discretamente en un oscuro taller y fue enviada al frente para servir de refuerzo en centenares de botas.

Último artículo en ‘Pravda'

El último artículo de Lenin fue publicado en ‘Pravda’ el 2 de marzo de 1923, cuando vivía en Gorki y su salud era ya muy precaria. El texto fue terminado el 22 de febrero, se titula ‘Mas vale menos pero mejor’ y contiene una dura crítica hacia Stalin. Cuando el artículo llegó al periódico, órgano central del Partido Comunista, sus responsables vieron enseguida su carga de profundidad. Y se alarmaron tanto que primero pensaron en no publicarlo y más tarde, conscientes de que no podían censurar al creador del Estado soviético, incluso manejaron la posibilidad de hacer una edición de ‘Pravda’ de un solo ejemplar, para dárselo a Lenin, y suprimirlo en el resto de la tirada. Pero nadie quiso hacerse responsable del engaño y finalmente fue publicado, aunque con semana y media de retraso.

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