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William T. Vollmann, durante una entrevista en Sacramento.
El personaje

Brillante, sórdido y compulsivo

A sus 57 años ha creado más de 25.000 páginas y ninguna ha salido de la nada, todas son experiencias de este aclamado autor estadounidense

LAURA FERNÁNDEZ

Viernes, 7 de octubre 2016, 19:53

Dicen de él que es el mejor escritor norteamericano vivo. Que olvidemos a Franzen, que olvidemos a Roth, que olvidemos a Joyce Carol Oates. Que si algún día un escritor de los Estados Unidos gana el Nobel, será él. ¿Por qué? Porque a sus 57 años ha escrito más de 25.000 páginas, por momentos insoportablemente brillantes. Porque ninguna de ellas ha salido de la nada, sino que todas son vividas. Sí, cuando Vollmann habla de prostitutas, y es algo que hace a menudo como puede comprobarse en la imprescindible 'La Familia Real' (recién editada por Pálido Fuego), es porque ha pasado más de una noche con ellas. De hecho, aunque está casado hace décadas, tiene una hija adolescente y vive en la clásica casa de clase media norteamericana, no esconde que acostumbra a requerir de los servicios de prostitutas y que, entre ellas, se cuentan algunas de sus mejores amigas.

Pero hay más. Hay mucho más. A los 22, esto es, en 1982, Vollmann viajó a Afganistán y luchó junto a los muyahidines contra la ocupación soviética. De allí sacó su primer libro: 'An Afghanistan Picture Show, or, How I Saved the World', que no se publicó hasta 1992 y que en España sigue inédito. Poco después, viajó solo al Polo Norte para escribir una novela. Antes, se puso hasta arriba de crack para contar cómo era aquello de estar hasta arriba de crack. Y cuando se le pregunta por qué se convirtió en escritor vuelve una y otra vez a la horrible tarde de su infancia en la que su hermana murió ahogada. Se suponía que él tenía que vigilarla. Vollmann tenía nueve años. Su hermana, seis.

Hoy, su obra consta de más de 30 volúmenes. Volúmenes de cuentos, pero también novelas, diarios de viaje e incluso libros de fotografía. Le obsesionan la guerra, la pobreza, las drogas, la prostitución, la inmigración y la violencia en todas sus terribles formas. Y también la historia de la colonización de América del Norte, a la que está dedicando una ambiciosa serie de siete novelas que lleva por título 'Seven Dreams: A Book of North American Landscape' y de la que por el momento ha publicado cinco. Es autor de la epatante 'Europa Central', una de sus pocas novelas que puede encontrarse en español, quizá porque le valió el National Book Award. 'Europa Central' es casi un estudio antropológico, dolorosamente humano, de aquellos que tomaron parte y de los que no en la Segunda Guerra Mundial, con una mezcla de personajes inventados y reales que puede leerse como un acertado y brillante tratado sobre el mal y sus muy fascinantes y rabiosos tentáculos.

Ni coche ni móvil

Más cosas. De él dicen que ni siquiera sabe conducir, que no usa tarjetas de crédito y que no tiene teléfono móvil. También que su primera novela, 'You Bright and Raising Angels', la escribió después de pasarse horas haciendo de técnico informático en alguna parte cuando él ni siquiera sabía lo que era un ordenador, y que lo único que consumió mientras completaba las 700 páginas fueron barritas de chocolate que compraba en las máquinas de la oficina en la que hacía de técnico informático sin tener demasiada idea.

Cada una de sus novelas es un monstruo. Su talento es torrencial. No hay forma de que pueda contenerse. Se dice que en su contrato con la editorial Viking hay una cláusula que limita el número de páginas de su novelas a 700, pero no hay forma de que pueda cumplirlo. La última novela que les entregó, la mencionada quinta entrega de su serie en marcha sobre las guerras contra los indios en Estados Unidos, tenía 1.300. Y no sólo hay texto en ellas. También hay mapas, dibujos, fotos... Algunas son realmente mastodónticas. 'Rising Up and Rising Down: Some Thoughts on Violence, Freedom and Urgent Means', un ensayo fruto de 20 años de viajes a sitios en guerra, tiene más de 3.000 páginas. Lo publicó McSweeney's, la editorial de Dave Eggers, en un acto de casi justicia poética. Lo mejor es que no deja de crecer. Y que su prosa, su realismo sórdido, brillante y compulsivo es cada vez más magnética. Cuando le preguntan que por qué escribe tanto dice que lo único que quiere hacer es escribir y que para poder vivir sólo de ello tiene que escribir todo el tiempo, cobrar adelantos, escribir, escribir. Y su pasión, enfermiza o no, es una buena noticia para sus lectores.

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elcorreo Brillante, sórdido y compulsivo

Brillante, sórdido y compulsivo