La discreta maestría de Tomine
Nuevos relatos breves de estilos variados despliegan una vez más el excepcional talento narrativo del autor norteamericano
Juan Manuel Díaz de Guereñu
Viernes, 22 de abril 2016, 10:33
La reputación de historietista de Adrian Tomine (Sacramento, 1974) está ligada al formidable conjunto de relatos cortos que ha dibujado y publicado desde hace veinticinco años. Tomine dio sus precoces primeros pasos en el cómic en 1991, editando por su cuenta la revista Optic Nerve, que aún mantiene activa. Libros como Sonámbulo y otros relatos (1998) o Rubia de verano (2002) compilaron luego los relatos publicados en ella.
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La crítica ha comparado las historietas cortas de Tomine con los cuentos de Raymond Carver. Coinciden al menos en la implacable concisión con que despliegan sus narraciones y en la inquietante capacidad de estas, pese a una aparente frialdad, para perturbar y conmover a sus lectores.
Los seis relatos reunidos en Intrusos (Sapristi) muestran mayor complejidad y versatilidad gráfica que los precedentes y la misma eficacia. Cuentan trozos de vida de tipos corrientes en entornos urbanos contemporáneos, enredos emocionales derivados de la convivencia familiar, de ambiciones frustradas, de recuerdos y añoranzas. Y los seis se distinguen netamente por su apariencia formal.
Tomine ha dibujado cada historia siguiendo pautas formales diferenciadas en la puesta en página, en el uso del color o el blanco y negro, y hasta en el trazo; ha definido una gramática visual distinta para cada una. La primera, Una breve historia del arte conocido como hortiescultura, está contada con una sucesión de entregas según la fórmula de las seis tiras diarias y la página dominical en color de las series clásicas de cómic en la prensa estadounidense. Una estilización tan llamativa y un dibujo en que resuenan ecos de Frank King y otros maestros operan como un comentario a las grotescas ambiciones artísticas del protagonista y enfatizan, por contraste, la pintura descarnada de las tensiones familiares que dichas ambiciones provocan.
Marcos singulares
Los otros relatos no están dibujados de modo tan claramente alusivo, pero se atienen a formas distintas. Tomine asigna a cada uno puestas en página a menudo regulares parrillas de doce, de veinte, de nueve viñetas, dibujos de línea tenue o marcada, color de intensidad variable. Tales pautas formales funcionan como marco singular para cada historia y contribuyen a definir su sentido.
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En Triunfo y tragedia, la historia más extensa, la prieta rejilla de veinte viñetas por página atenaza a los protagonistas, los tres miembros de una familia atrapados en un perpetuo desacuerdo acerca del futuro de la hija. Las grandes ilustraciones que componen Traducido del japonés, despersonalizadas y de precisión fotográfica, subrayan el desconcierto y soledad de la narradora, en trance de tomar graves decisiones sobre la convivencia familiar.
Uno de los pilares del vigoroso estilo narrativo de Tomine es su talento para la elisión, para los silencios y puntos ciegos elocuentes. En sus historias, a menudo importa más lo callado o lo que queda fuera del foco principal del relato que lo que ocupa un primer plano. En el ya citado Triunfo y tragedia, la enfermedad y muerte de la madre suceden en detalles marginales del relato o quedan fuera de éste.
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Las voces narrativas focalizan el relato, dicen o callan motivaciones no siempre evidentes. Amber Sweet y Traducido del japonés sólo declaran las circunstancias en que sus narradoras cuentan y por qué lo hacen al final, lo que modifica la lectura de todo lo que precede y la colma de nuevo sentido. Sutiles desajustes entre las imágenes y la voz que las acompaña contribuyen a la intriga y al impacto emocional de las historias, pues fuerzan al lector a recomponerlas o completarlas.
El personaje de Intrusos, el relato que da título a la obra, es buena muestra del paisaje humano que presenta el autor. Ese veterano divorciado y a la deriva se introduce en el apartamento que una vez habitó con los suyos sin que ni él sepa para qué. Tal vez sólo por revivir sensaciones de un pasado que parece perdido irremisiblemente.
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Los relatos presentan de nuevo un universo de pretendidos artistas frustrados, de discordias familiares, de soledades y rarezas, que otras obras de Tomine ya habían explorado. Lo despliegan con una elegancia gráfica y una versatilidad que expresan la complejidad y riqueza de su concepción del medio. De nuevo, Tomine emplea su abrumadora pericia narrativa para componer retratos densos e intrigantes de individuos cualesquiera, a los que pinta con discreto humor y contenida compasión.
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