El veneno del teatro

¿De qué más va? Pues de la imagen que nos imponemos, de lo real y lo soñado, deseos e ilusión. Y en el lío, un toque: nadar con la corriente, no contra corriente como salmones. Ya lo dice la sensata Marigel: «¡Maldito el día!, ¡con lo bien que estábamos!, ¡teníamos todo!». Es un colofón metido al principio, un aviso, porque al final ya habrán caído con ruido los tópicos, la paz en la rutina laboral y de pareja.

Carmen Barrantes y Jorge Usón llevan un lustro con la 'Ferretería' de comodín. Viajan hasta con sus sillas plegables, el mostrador y cosas del oficio. Se compenetran, están curtidos en estilos cómicos que ajusta el director y autor José Troncoso ('Las bingueras de Eurípides', 'Manolita Chen: un cuento chino'…). En la actriz Barrantes las tretas de mujer, el modo de lucir el bolso y hacer de la finura frases hechas, disimulos. Usón será el soñador con aire de actor antiguo en trance de realzar su do de pecho. Los dos con dichos y acentos maños, se disfrazan como en una función de magia, cantan asistidos por un pianista vestido de Mozart. A veces en el juego de teatro el tiempo real combina con el de la trama.

Hay ternura. La 'Ferretería' empieza jocosa, «¡Buenos días, caballero! ¿Qué le pongo?, ¿qué va a ser?», para terminar en una especie de farsa de magia y esperpento entre el costumbrismo y el susto. Chufla popular milimétrica. Sala Pabellón 6 llena, con reincidentes. Un regalo.