Lluís Homar se reivindica en Mérida con su actuación en 'Memorias de Adriano'
El actor triunfa con un monólogo sobre el poder y la condición humana tras la polémica que le obligó a dejar la dirección de la Compañía Nacional de Teatro Clásico
Hace un año Lluís Homar (Barcelona, 1957) parecía tocado y hundido. Daba la impresión de que le costaría mucho levantar cabeza tras su salida de ... la dirección de la Compañía Nacional de Teatro Clásico tras una polémica por pagos irregulares. La actriz Marta Poveda denunció los hechos en Twitter y en estos tiempos de cancelación o veto no se descartaba que terminara cayendo en el ostracismo. Nada más lejos.
Esta semana ha triunfado en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida como protagonista del montaje 'Memorias de Adriano', dirigido por Beatriz Jaén, una figura emergente de la escena española actual. Muy pocos intérpretes pueden sostener hora y media de monólogo y hacer justicia a un texto imponente, basado en la novela de Marguerite Yourcenar que tradujo Julio Cortázar. La versión de Jaén ambienta los hechos en el siglo XXI pero, aun así, se mantiene muy fiel al espíritu de la obra original, que tiene formato de carta y el sello de Adriano (76-138 d. C.), el emperador romano que veneraba la cultura griega y cimentó la Pax Romana, dejando un legado arquitectónico y legal que perduró durante siglos.
La epístola de Adriano, precursora del prestigio de la novela de 'falsas memorias', se dirige a su joven sucesor, Marco Aurelio, con el fin de darle una hoja de ruta para el ejercicio del liderazgo y la vida. El montaje incluye un coro de cinco figuras que lo acompañan en la mayoría de la escenas, para evocar momentos o personajes, pero ninguna de ellas habla. Todo el peso recae en el intérprete catalán, de 68 años, que ha definido esta producción como «un punto de salida y no de llegada». Quiere pasar página y asumir más retos.
Después de Mérida, marchará de gira y está previsto que recale en el Teatro Arriaga el 25 de octubre, después de pasar por el Marquina de Madrid. Había mucha expectación por ver cómo funciona en escena la puesta al día de un texto sin desperdicio, de naturaleza histórico-filosófica, que en la década de los 80 alcanzó el primer puesto en el ránking de los más vendidos. Incluso la clase política lo tenía como lectura de cabecera, con Felipe González entre los que más abiertamente pregonaba su admiración por la novela. Profunda reflexión sobre el poder, la mortalidad y la condición humana, mantiene en todo momento una tensión dolorosa entre la imagen de cara a la galería y la soledad del individuo que sufre por mantener su dignidad en pie.
Elevó a dios a su amante
La vigencia de 'Memorias de Adriano', que también exalta las artes, la filosofía y la diversidad cultural, permite licencias escénicas sin traicionar el mensaje de la obra. Después de todo, no es más que el soliloquio del líder de una primera potencia, con la sabiduría y experiencia de un humanista. La autora belga –primera mujer en ser elegida miembro de la Academia Francesa– tenía muy claro que ese hombre debía ser Adriano, capaz de elevar públicamente a la categoría de dios a su joven amante, Antínoo, al tiempo que modernizaba la administración y ponía orden entre las levantiscas tribus de Britania.
Hay referencias históricas muy concretas que, sin embargo, no lastran la propuesta de Beatriz Jaén. «Yo veo en Adriano a un mandatario de hoy con mucho poder. Una especie de presidente de Estados Unidos», explicaba la directora, después del estreno y buena acogida del trabajo. Su particular Adriano aparece rodeado de asesores y cámaras, en un despacho oval donde la música electrónica rompe el silencio cuando Homar deambula con la mirada perdida. Pero el final es rotundo: «Todo queda por hacer». Son las palabras que Yourcenar puso en boca del hombre más poderoso del mundo.
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