El teatro vasco arrasa en los Premios Max

El teatro vasco triunfó anoche en la 21 edición de los Premios Max, los 'Goya' del mundo escénico que organiza la SGAE y que se entregaron en la Isla de Cartuja en Sevilla. 'Solitudes', de la compañía guipuzcoana Kulunka, se alzó con el premio al mejor espectáculo teatral por una obra sin diálogos, en la que los actores aparecen cubiertos con máscaras. Sus dos contendientes, 'Los Gondra' y 'Último tren a Treblinka', también eran producciones vascas.

El getxotarra Borja Ortiz de Gondra fue el mejor autor del año por 'Los Gondra' (Una historia vasca), una indagación sobre los orígenes de la violencia en Euskadi a través de las vivencias de una familia a lo largo de un siglo. Un éxito con llenos diarios en Madrid que ningún teatro vasco ha querido programar. Adolfo Fernández obtuvo, junto a Ángel Solo, el Max a la mejor adaptación por 'En la orilla', basada en el novelón de Rafael Chirbes sobre la miseria moral de la España del pelotazo. 'Meeting Point', de la compañía guipuzcoana Ertza, fue el mejor espectáculo de calle.

'Solitudes' prosigue la carrera internacional que Kulunka inició con 'André y Dorine', también teatro de máscaras en el que no se decía ni una sola palabra. La soledad y la incomunicación familiar son los ejes de la obra dirigida por Iñaki Rikarte (también nominado como actor por 'Soka'), un drama con momentos de poesía y humor en el que tres actores dan vida a dieciséis personajes cambiándose de vestuario y de rostro entre bambalinas. La historia de este anciano que se ha quedado viudo y al que su familia no hace mucho caso lleva el mismo camino que la anterior obra de Kulunka, representada en treinta países.

Y es que las máscaras que la compañía elabora en Hernani consiguen que el público más variado vea en ellas a seres de carne y hueso. También son muy reconocibles los personajes de 'Los Gondra', que le ha brindado a Borja Ortiz de Gondra el Max a mejor autor teatral del año. Ha llenado durante un mes el teatro Valle Inclán de Madrid con la crítica rendida, pero no se ha visto en Euskadi ya que no interesó a ningún teatro (casi todos de titularidad pública).

El Centro Dramático Nacional produjo una obra que rezuma vasquidad por los cuatro costados. Su autor se fue de Algorta a los veintitantos para estudiar Arte Dramático en París y desde entonces ha trabajado con los mejores: Lluís Pasqual, Emilio Sagi... Esta historia de una familia vasca (¿la del autor?) a lo largo de más de cien años transcurre en un frontón, espacio simbólico por excelencia «donde los vascos nos reunimos y somos nosotros mismos».

Los orígenes de la división de la sociedad vasca y las dificultades para una reconciliación se explican mediante tres momentos en el devenir de esta saga: una boda en los 'años de plomo', una romería en los años 40 y las guerras carlistas que dividieron familias y enfrentaron a hermanos. El 20% de la obra está hablada en euskera, hay danzas coreografiadas por Jon Maia y composiciones musicales de Iñaki Salvador. Más vascos que temas como el mayorazgo, el caserío o la pelota imposible.

Entre los treinta personajes encarnados por once actores aparecen un cura, un terrateniente y una joven abertzale que dibuja una diana en el frontón con el nombre de un primo que se negó a ceder a la extorsión de ETA. «¿Podemos olvidar ahora?» es la frase con la que concluye 'Los Gondra' y que sirve de inicio a la segunda parte que ya prepara su autor. 'Los Gondra', traducida al francés y al inglés, habla de la fatalidad de un pueblo que reproduce ciclos de violencia y es incapaz de mirarse a los ojos y pedirse perdón.

El mejor trabajo de adaptación del año corre a cargo de Adolfo Fernández. A sus 60 años, este bilbaíno nacido en Sevilla ha hecho de todo, disfrutar de la popularidad televisiva gracias a 'Policías' y 'Águila Roja', trabajar con Almodóvar en 'Hable con ella' y en un buen puñado de películas y hasta dar vida al fundador de la Legión, Millán Astray, en 'Cantando bajo las balas', un cabaret sobre la vida del novio de la muerte. Superar hace diez años un cáncer de boca que le costó la amputación de una pequeña parte de la lengua hizo que abordara con nuevos bríos su carrera.

'En la orilla' es un tratado sobre la especulación y la crisis que muestra a personajes que lucen rolex y coche nuevo hasta su bancarrota, «y que en su interior no albergan nada, salvo el vacío», define Fernández. Si en 'Tanatorio' Chirbes retrató a las élites de la economía y la política, 'En la orilla' -Premio Nacional de Narrativa y de la Crítica, entre otros- es la crónica de un fracaso colectivo a lo largo de 450 páginas, una galería de miserias morales que se sitúa en «el día después del estallido de la burbuja inmobiliaria», cuando aparece un cadáver en un pantano. La España más podrida de la especulación inmobiliaria y el dinero fácil.

'Meeting Point' (Punto de encuentro) obtuvo el Max a mejor espectáculo de calle. Asier Zabaleta dirige esta pieza breve con dos bailarines, que se interpretan así mismos: dos chicos brasileños que vinieron a Euskadi de niños y que se encontraron en la audición de la compañía Ertza. Lenguajes como el break dance y el hip hop se fusionan en una espectacular coreografía que ya fue considerada el mejor espectáculo callejero de Euskadi en 2017.

La gala de los Max, que estuvo conducida por la actriz sevillana Cristina Medina, concedió el premio de honor al dramaturgo y director José Sanchís Sinisterra, autor de obras como '¡Ay, Carmela!' y 'El cerco de Leningrado'.

La trayectoria de Borja Ortiz de Gondra (Bilbao, 1965) hace que este nuevo premio no sea una sorpresa, aunque sí tenga un punto especial por tratarse de una obra, 'Los Gondra', sobre un tema muy espinoso, el enfrentamiento entre miembros de una misma familia a raíz del terrorismo, con amenazas de muerte incluidas, como las de Ainhoa a su primo Juan Manuel, que se niega a ceder ante la extorsión de ETA.

Licenciado en Derecho en la Universidad de Deusto, posteriormente fue a Madrid para estudiar Dirección Escénica en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid (RESAD). Pasó después cinco años en París, donde trabajó como ayudante de dirección en teatros de gran prestigio internacional como la Comédie Française, el Théâtre de l'Odéon y el Théâtre de la Colline. En 1995 regresó a España y ese mismo año obtuvo el Premio Marqués de Bradomín por su obra 'Dedos (vodevil negro)', estrenada en 1999 en el Centro Dramático Nacional con la dirección de Eduardo Vasco.

Autor muy premiado en los concursos al inicio de su carrera, declaraba a este periódico en 1997 que esperaba que su generación relegara las «comedias banales» que a su juicio imperaban en ese momento y transformaran el teatro en una plataforma para lanzar preguntas que hicieran reflexionar al espectador. «Yo pretendo un teatro que se presente como espejo de la sociedad y dé la voz a los que no la tienen», manifestaba.

Partidario de trabajar hasta la extenuación en sus textos, se confiesa un «bulímico» de la lectura. «Quizás el autor que más me ha marcado es B. M. Koltés, porque supo escribir en un francés del siglo XX el ruido y la furia del teatro de Shakespeare», confesaba.

Iñaki Rikarte llegaba anoche a la gala de los Max por partida doble. Nominado como mejor actor por la obra 'Soka' ('Cuerda'), de la compañía Tanttaka -galardón que no consiguió-, el artista alavés sí logró el reconocimiento del mundo del teatro por 'Solitudes', mejor espectáculo teatral del que Rikarte es director y coautor.

Tal vez, en la hora del oropel el alavés (Vitoria, 1981) eche una mirada al camino que le ha llevado a la alfombra roja y le brote una sonrisilla. Recordará que han pasado muchos años desde sus pinitos en las tablas, con un compañero de 8º de la extinta EGB. O cómo fue su decisión, en COU, casi de un día para otro, de lanzarse a las artes escénicas, cuando siendo un estudiante de ciencias se preguntaba con pesimismo qué iba a hacer con su vida. Aquel 'gusanillo' de la interpretación se antepuso a toda vía trillada para ingresar en el Taller de Artes Escénicas de Vitoria y seguidamente apostar a lo grande: trasladarse a Madrid, a la Real Escuela de Arte Dramático. Años después ha reconocido que su sorpresa fue mayúscula cuando le admitieron. No pensaba que podría superar las pruebas. Algo le vieron porque acertaron de lleno.

Nacido en 1958 en Sevilla, llegó a Bilbao de niño y su carrera como actor y como dramaturgo no puede entenderse sin el ambiente teatral bilbaíno de inicios de los años ochenta, en los que compartió vida y ensayos con Ramon Agirre, Álex Angulo y Aitor Mazo, entre otros. A finales de esa década, cuando estaba al cargo de la Escuela de Teatro de Sestao, se inició en la dirección teatral con los espectáculos 'Historia de un ejecutivo' y 'Ojos ciegos'. También estuvo muy vinculado al grupo Geroa de Durango.

Actor frecuente en series de televisión como 'Policías' y 'B&B', ha participado en películas como 'Hable con ella' de Pedro Almodóvar. Una carrera en la pantalla que ha combinado con una intensa actividad teatral, también con su propia compañía, K. Producciones, dedicada al teatro político, siempre de autores contemporáneos.

Sufrió un cáncer de boca por el que le tuvieron que cortar un trozo de lengua. En el postoperatorio, pensó que sería más fácil dedicarse a la dirección y a la producción. Volvió a hablar con la ayuda de un logopeda y hoy es uno de los profesionales del teatro más reconocidos en España.

Max del público. 'Joc de xiquetes', de Bullanga compañía teatral.

Mejor actor protagonista. Nacho Sánchez, por 'Iván y los perros'.

Espectáculo para público infantil, juvenil y familiar. 'Kiti Kraft', de Bambalina Titelles.

Espectáculo revelación. 'Fairfly', de la Caloròrica y Teatre Tantarantana.

Intérprete masculino de danza. Daniel Abreu por 'La desnudez'.

Mejor actriz protagonista. Pilar Gómez por 'Emilia' (Mujeres que se atreven, primera parte).

Diseño de vestuario. María Araujo por 'Ricard III'.

Diseño de iluminación. Lola Barroso por 'Furiosa Escandinavia'.

Diseño de espacio escénico. Elisa Sanz, por 'Bodas de sangre'.

Dirección de escena. Julio Manrique, por 'L'Ánec salvatge'.

Obra lírica. 'Tic tac', Valencia.