«Me siento víctima de los restos de la educación del franquismo»
Jaime de los Santos | Escritor y senador ·
El exconsejero de Cultura de la Comunidad de Madrid recorre Euskadi para presentar 'Si te digo que lo hice', su estreno como escritorLigado por siempre a la cultura desde que su madre le hiciera pisar las tablas de un teatro, Jaime de los Santos, ha ocupado ... esa cartera en el Gobierno madrileño y hoy ejerce como senador. A su faceta como político en el PP suma este año la de escritor con 'Si te digo que lo hice'. Una novela de mujeres que sufren la sociedad patriarcal de la España de Franco y que toca temas como la homosexualidad, la violencia de género o la educación religiosa.
-Dices que Lorca y el teatro te salvaron la vida, ¿por qué?
-Con 11 años mi madre tomó la decisión de apuntarme a teatro. Éramos cuatro hermanos y digamos que tenía unas características diferenciadoras con respecto al resto de chicos. Lo que pasaba es que ni yo ni mi madre sabíamos que era gay, pero ella sí vio que a través de la cultura podía desarrollarme y ser feliz. En el teatro descubrí que no era tan diferente y con Lorca descubrí lo que es el amor.
-¿En tu libro dirías que hay un cierto regusto a 'La Casa de Bernarda Alba'?
-Lorca está en muchos sitios de la novela. Se podría decir que es mi amor platónico. Y Bernarda Alba también está presente. No es casual que una de las hijas de la protagonista se llame igual que uno de los personajes de esa obra. Mi libro es un homenaje a muchos escritores, también a Delibes y Galdós.
-Naciste el año de la Constitución, pero te lanzas a escribir un libro ambientado en la dictadura, ¿cómo te has documentado?
-Soy historiador del arte y estudié la época mucho, pero en lo que más me he basado ha sido en archivos fotográficos que retratan a las gentes de aquel Madrid. También las historias que he escuchado a mi madre, mis tías y mi abuela. Y por otra parte, en diarios de mujeres y también en lo que se recomendaba a las mujeres desde la sección femenina de la Falange. Con todo eso he intentado construir una historia verosímil para trasladar al lector a esa España que se empeñan en decir que era en blanco y negro, cuando era de una evidente oscuridad.
-Los libros que se dedican a la guerra y la dictadura son ingentes, ¿crees que eso puede echar atrás al lector y hay más fascinación que nunca por la época?
-Como pasa en los países que han padecido una dictadura hay interés porque quedan familias víctimas. Yo incluso me siento en parte víctima de los restos de la educación franquista. Mi libro es una búsqueda casi freudiana de quiénes somos y en ese volver hay una reivindicación de las conquistas que hemos hecho y una huida de lo que nos ha marcado y sigue marcando.
-Sin embargo, en tu libro hay personajes que cumplen el rol de mujer sumisa y otras que imponen su criterio al del marido, ¿tenemos una imagen certera de lo que fue la dictadura?
-Sin duda queda mucho por investigar y queda trabajo. También para que los verdugos sean considerados víctimas de esa educación castrante. Cuando tildo de represora esa sociedad no lo hago por revanchismo sino por dar una visión lo mas próxima posible a la realidad. La memoria histórica de verdad es la que no tiene miedo de afirmar lo que realmente sucedió, ni para clamar por los derechos que fueron pisoteados. Una cosa de la que los propios ciudadanos no eran conscientes porque cuando no tienes derechos no sabes que te los están robando.
-También dibujas una visión crítica de la educación religiosa, ¿habría que reducir más el papel de la Iglesia o ya ha redimido esa parte de culpa?
-Como democracia aconfesional las relaciones Iglesia-Estado están aclaradas. La educación religiosa es solo una opción más. Todos los padres que no la quieren pueden prescindir de ella. Aun así, siempre invito a acercarse desde una perspectiva humanista a la tradición judeocristiana porque está presente en nuestra literatura y grandes museos del mundo. También es una institución que hace una labor caritativa encomiable.
-¿Hay algo de autobiográfico en la historia de Elvira y Adela?
-En la relación no. Nunca he tenido un problema en casa por mi condición sexual. Sí hay algo autobiográfico en los temores cuando eres un chaval cuando en la calle te insultan. Eso me generó unas angustias que me han construido como persona. Siendo una familia tradicional, la libertad de cada uno ha estado por delante.
-Uno de los problemas que deja patente tu libro es la desigual carga de los cuidados, ¿está resuelto el problema?
-Sigue existiendo. Es menos abultado que hace 50 años, pero las mujeres siguen corriendo con esa carga. Para que esto cambie hace falta tiempo y educación, pero vamos en la buena dirección. Es un reflejo de esa sociedad machista, pero no podemos conformarnos con lo conseguido.
-Este año hubo dos manifestaciones en Madrid, ¿te preocupa que el feminismo se divida?
-El feminismo no es solo el que representan asociaciones o partidos políticos, sino el que diariamente mujeres y hombres hacen por construir un espacio igualitario. Es lo que todas las mujeres han luchado para que otras puedan vivir libres e independientes. Me entristece que la ministra de Igualdad tenga el 'honor' de haber conseguido que el movimiento se separe. El feminismo tiene que ser inclusivo y pedagógico. Y mientras haya violencia de género serán necesarias políticas que luchen contra ella.
-No deja de ser un hombre que escribe de mujeres, ¿ha recibido críticas por ello o por su militancia en el PP?
-Ninguna crítica. Todos saben mis ideas, mis creencias y que milito en otro partido más importante que es el de la libertad y la igualdad. Escribir convirtiéndome en mujer ha sido un ejercicio maravilloso. Hay que reivindicar esa mujer que todos llevamos dentro y hacerla más evidente.
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