Sergio del Molino: «Debemos estar dispuestos a ser ofendidos y a ofender también, esa es la actitud»
Sergio del Molino recoge el Premio de Periodismo de EL CORREO por un texto sobre la libertad de pensamiento
El ejemplo del autor Salman Rushdie, amenazado de muerte desde 1988 por su obra 'Los Versos Satánicos', sirvió ayer al periodista y escritor Sergio del Molino para poner nombre propio a la tesis defendida en el artículo ganador del XXXVII Premio de Periodismo de EL CORREO: «Rushdie se pone de parte de gente que le ataca, y le atacaron muchísimo. Una de las cosas más desoladoras de su autobiografía es cuando un montón de amigos e intelectuales de renombre justifican la 'fatwa'. Y le acusan a él de haberla provocado. Cuestionan incluso el gasto público para protegerlo. Él se duele, pero pese a todo lo que le duele defiende el derecho de los demás a opinar lo que quieran».
Ahondando en esta trágica historia, el galardonado recordó que Rushdie podría haber acudido incluso a los tribunales para prohibir una película de Bollywood donde acaba asesinado y despedazado y todos lo aplauden. «Pero él se negó, dijo 'si yo prohíbo esto, he perdido mi hogar'. Y tenía toda la razón. Yo creo que esa es la actitud. Creo que ese es el camino que deberíamos seguir. A veces tenemos la piel excesivamente fina. Debemos estar dispuestos a ser ofendidos y a ofender también. Ese derecho forma parte de la vida social de la comunidad».
Del Molino se explayó ayer de este modo en una amena conversación mantenida con César Coca, director del Aula de Cultura de EL CORREO, en la sede de la Sociedad Filarmónica de Bilbao, fórmula escogida para celebrar la entrega de este premio y de los dos accésits. El artículo de opinión merecedor de la máxima distinción fue publicado en 'Ethic' y se titulaba 'Contra la catequesis del mundo de hoy'. De él, el jurado valoró «su defensa de la libertad de pensamiento sin fisuras y con un lenguaje preciso y no exento de ironía».
«Abro la prensa y me topo con instrumentos de catequización para hacerme mejor persona»
Resumiendo, Del Molino pedía en aquel texto que, por favor, no le dieran más «sermones», y hablaba de los «nuevos catequistas» que pretenden imponer el pensamiento único. Por eso, César Coca quiso saber quiénes son estos «y si se parecen a los de antes, a los misioneros que iban por el mundo a cristianizar a la gente, quisieran o no».
«Las uso como patio de recreo. Me dan muchos disgustos, aunque yo cada vez me reprimo menos»
«Estos también quieren que te conviertas», contestó el escritor, que eligió un tema polémico para explicarse con humor: «Por eso me ha gustado siempre la cultura judía, que no es la más popular hoy. Al judío le da igual que te conviertas o no. De hecho, pone muchas trabas a que te conviertas. Hacerte judío es más difícil que hacerte ingeniero. Tienes que estudiar mucho, no les interesa, reniegan del proselitismo. Pero las demás religiones, tengan un dios o no, hacen del proselitismo su razón de ser. Necesitan que todo el mundo esté a su favor. Es impensable que te dejen en paz».
Caminos de perfección
En esta onda, agregó que detecta hoy «caminos de perfección» en muchos aspectos: «Abro la prensa por las mañanas y me encuentro un montón de... Tienen forma de artículos, pero en realidad son instrumentos de catequización para hacerte mejor persona, mejor hombre, mejor mujer, mejor feminista, un consumidor más responsable, para hacerte menos gordo, alguien que esté más sano, para cuidar mejor el planeta. Hay un camino de perfección constante que mucha gente emprende de buena fe. Pero en el camino nos hemos olvidado del disfrute de la vida, del intercambio de ideas que deberían primar en el debate público y que están cada vez más orilladas en favor de un montón de mensajes que nos instan a encontrar ese camino de perfección. Sabemos que moriremos pecadores, que nunca vamos a ser perfectos, pero vamos a intentarlo».
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Habló también Del Molino de cómo ve la política, cada vez más cercana a un objeto religioso que a un debate de ideas: «Percibes que hay un pensamiento y un sustento religioso en algo que aparentemente no lo tiene. Cuando ves que se exigen adhesiones y hay excomulgados y herejes. Y cuando en un grupo suceden estas cosas, no hay debate intelectual, hay un objeto religioso. La política cada vez se manifiesta más en esa clave». Y continuó bromeando: «Y los que no estamos cómodos y no queremos comulgar ni ir a catequesis lo vamos a tener cada vez más difícil y vamos a estar más solos. Pero bueno, nos iremos reconociendo y juntando en el bar. Las afinidades selectivas siempre funcionan».
«La libertad desde su germen, es decir, desde el pensamiento, articula su valioso texto»
Enrique de Ybarra, presidente de EL CORREO y la Fundación Vocento, valoró ayer la figura de Sergio del Molino en la entrega del Premio de Periodismo: «El humor, la ironía, una filosofía de la vida basada en la libertad desde su mismo germen, es decir, desde el pensamiento, articula su texto valioso». «El autor deja meridianamente clara desde el primer párrafo su postura ante lo que considera una lacra del tiempo que nos ha tocado vivir, la catequesis y la moralización», añadió.
Ybarra destacó algunos de los éxitos de este escritor «que no ha cumplido los 45 y está situado ya en el grupo de los autores españoles más interesantes y reconocidos». «En algunas de sus obras se ha desnudado emocionalmente, como en 'La hora violeta' -donde aborda la muerte de su hijo-». «Y en otras ha retratado una parte de nuestro país que sale pocas veces en los periódicos y los informativos, sólo cuando se produce algún horrendo crimen o sus habitantes sufren los efectos de una sequía devastadora. Se trata del ensayo 'La España vacía', concepto aceptado ya por todos para referirse a las regiones despobladas del país. Su trayectoria ha sido rápida e intensa».
Para finalizar, Ybarra homenajeó a Alejandro Echevarría, consejero de EL CORREO fallecido recientemente: «Me van a permitir que dedique un recuerdo a Alejandro Echevarría, compañero nuestro en el jurado, que se nos fue en febrero y participó en las deliberaciones preliminares de estos premios».
Ante la curiosidad de César Coca por conocer cómo es capaz de manejarse con su ingente producción literaria, periodística y en las redes sociales, y cómo reparte los asuntos entre uno y otro género, Del Molino reconoció usar estas últimas como «patio de recreo». «Es una forma de liberar y soltar lo que yo quiera, pero no me da más que disgustos, porque lo que para mí es eso, recreo, para otras personas es como si escribiera en mármol. Pero yo cada vez me reprimo menos».
«¿No tienes la impresión de que la ironía, el segundo sentido en los textos, cada vez se pilla menos?», preguntó Coca. «Lo que ha pasado con las redes sociales es que, antes, la gente que no percibía la ironía se callaba por temor a ser considerada tonta, veía que todo el mundo se estaba riendo de algo que no había entendido y decía 'o me río con los demás o me callo, pero no voy a parecer idiota'. Y lo que han legitimado las redes sociales es entrar en una conversación donde todos están riendo de algo y tú tomártelo en serio, no pillar la broma, ofenderte y montar la marimonena, porque eso, además, te da cierto prestigio. Es el cuento de llegó el sordo y se jodió el concierto».
Ironía como herramienta
Del Molino terminó defendiendo la ironía como una «herramienta de comunicación perfecta» que, sacada de contexto no se entiende «y se puede tomar a la tremenda. La mayoría de las broncas que se arman por estas cuestiones no tiene tanto que ver con una incapacidad para interpretar la ironía como con una descontextualización del comentario, del chiste».