Volver al asombro
El mago Yunke llega al Arriaga. 'Hangar 52' junta buenos números de magia nunca vistos, o no, con artefactos, flechas y puñales, luces y bengalas, ... música y ritmos hasta decir basta. Yunke se declara campeón mundial, increíble, impactante..., términos al uso inflados a posta para cumplir la olímpica meta del oficio: 'más difícil todavía'.
La magia es una remota bisabuela del teatro. Hasta Shakespeare tuvo su mágico 'Sueño de una noche de verano'. Algunos tejemanejes ilusionistas valdrían de chasis a una comedia. La táctica de tiempos, el ajetreo, la intriga, la dosificación de objetos y escenas, el falso señuelo o 'misdirection' (distraer con algo para ocultar trampas en otro lado), más o menos lo que en narrativa llaman MacGuffin, arenque rojo, o suspense. Y mitin en política. Toda una caja de herramientas multiuso. Por eso lo suyo es un arte teatral, y el teatro un arte de sorpresa y emociones.
Yunke lleva los pelos de punta pero muestra un producto repeinado, cuya brillantina no disimula el aspecto artesanal, casi de manualidades trabajadas poco a poco. Él habla acelerado, sin empaque, aunque cite Egipto, la Muralla China, Leonardo da Vinci, la guerra europea. Es el nieto pelirrojo del herrero El Cameño y nació y creció en La Vilavella (Castellón, 1975) entre martillos y yunques. Se ayuda de actrices y técnicos. Con efectismos que resultan fáciles en shows de cine y TV, crea otra magia viva y cercana, qué cosa, la prestidigitación, el as en la manga, el mentalismo, cajas y cepos, apariciones y fugas. De sus vivencias caseras habrá sacado la virtud de ganarse a la gente menuda que sube a escena en momentos memorables. Y para el resto, el rato turbador de ver que lo imposible es verosímil ante tus mismísimas narices.
Feliz reencuentro con el puro asombro. Cordial.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión