La inteligencia del artificio

Carlos Faemino y Javier Cansado en pie en la escena vacía, micrófonos. Típicos ademanes pomposos de show de los dos falsos 'hermanos'. Le sacan jugo al artificio de cuestionar y extrañarse de su presencia en escena, ese hallazgo esencial de ser su propia parodia. Han hecho radio, TV, varietés, están en las redes y tienen libros y vídeos. Actúan a dúos consecutivos, en monólogos superpuestos más matrimoniales que fraternales, y por separado. Cansado habla más, Faemino es locuaz de gesto, replica con mímica. A veces ni se miran, como charlatanes autónomos. El público trae el regocijo de casa y se les adelanta. Humor absurdo, atropellado. No han cambiado.

No son el tonto y el listo. No son antítesis: uno es el eco agregado al otro. El espectáculo es una sucesión de situaciones llevadas al dislate, historias de perros, de familias, de caza y agricultura, de la devoción a una diosa escandinava. Nada urgente. Nada de actualidad, ni imitaciones, ni chistes políticos ni de ninguna clase. Ellos son el chiste que mezcla lo simple y lo sesudo, el ecosistema habitable por un rato en que se reactiva una broma anterior, el punto de autoburla que el público ha ido a ver y oir en un chocante fenómeno de empatía y evasión.

Si una inteligencia artificial hubiera hecho el guion de '17 veces reloaded' acertaría frases hechas, palabras huecas, desfases lógicos. Fracasaría en los silencios, la mueca, las frases inacabadas, el humor dislocado y la inteligencia natural de la singular pareja.