Que nadie desvele el final

Calderón escribió 'Uz, el pueblo' con 20 años, cuando todavía no había vivido mucho. El máximo interés de la pieza estaría en recuperar un texto precursor de su carrera. Rebelde y joven, no perdía entonces el hilo de los objetivos a batir -fanatismos, represión sexual, hipocresía, rigor familiar…- con descaro de lenguaje y osadía juvenil.

La cosa es más o menos así: en el pueblo de Uz viven Grace y Jack, su hija con síndrome autista y un hermano adolescente. A Grace (Pepa Zaragoza) se le aparece Dios y le ordena sacrificar a uno de los vástagos, encargo de estirpe bíblica como el de Abraham del 'Dios proveerá' mientras Isaac buscaba el cordero del sacrificio. O luego en la opción de quitar de en medio al complaciente Jack (Pepe Viyuela), que pasará media función travestido por creer que Grace ha devenido lesbiana.

'Uz: el pueblo' es un sainete de humor negro, con técnicas de astracán hasta el disloque, cuyo inalcanzable argumento es un embuchado de situaciones aleatorias amarradas en ristra. Cada gag se estira hasta los cien minutos del conjunto. El disparatado y disparado 'Uz' desahoga en tiempos fanáticos.

La directora Natalia Menéndez asume muy suelta el envío en sus términos, ordena al elenco en tono como de astracán popular con vecinas cotillas y un clérigo rijoso, con sangre y muertes que ni Bieito, y saca adelante el invento medio circense de una pieza menor, cuyos méritos describirán sin querer y por contraste las frentes más fruncidas.