Una noche de sexo que dura siglos
Guía ilustrada ·
La historiadora Kate Lister explora la intimidad de nuestros antepasados y muestra cómo ha ido cambiando el «guion social» del deseoLos humanos son las únicas criaturas que estigmatizan, castigan y se avergüenzan de sus deseos sexuales», sostiene la historiadora británica Kate Lister. Nuestro ritual de ... cortejo viene marcado por un «guion social» que ella desmenuza con sentido del humor y abundante documentación en 'Una curiosa historia del sexo' (Capitán Swing). Muestra costumbres que hoy nos parecen brutales o simplemente ridículas para ayudarnos a cuestionar nuestras propias creencias.
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Esta guía ilustrada desmonta mitos como las pruebas de virginidad, una tortura sin base científica ya que «no hay un test fiable». En Sudáfrica se las hacían a colegialas y en Indonesia, a las mujeres que querían entrar en el ejército o la policía. Tampoco hay evidencia de que el orgasmo antes de una competición debilite a los deportistas. Y el debate sobre el consentimiento, que está de plena actualidad con la ley del 'solo sí es sí', «no es nada nuevo. Casi todas las culturas en la historia prohibieron la violencia sexual, pero lo que constituía una violación variaba considerablemente de una a otra», explica la autora.
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Juicios por impotencia | En la Edad Media
Matrimonio anulado por «miembro inservible»
El divorcio era casi imposible en la Edad Media, pero la Iglesia aceptaba la impotencia como causa de anulación del matrimonio. La mujer llevaba a su marido a juicio y se celebraba un «congreso» con un grupo de «sabias matronas», que velaban a la pareja durante varias noches para comprobar «si el miembro del hombre permanece inservible». El derecho canónico medieval reconocía dos tipos de impotencia, por incapacidad física y por brujería. La práctica del «congreso» se abandonó en el siglo XVIII, pero hasta 1998, con la viagra, no se acuñó el término «disfunción eréctil» y se afrontó como un problema médico.
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Mutilación del clítoris | También en Occidente
Cirugía contra la «vergüenza» del placer femenino
La palabra clítoris no se utilizó hasta el siglo XVI, cuando dos anatomistas, Colombo y Falopio (el de las trompas), anunciaron su «descubrimiento». La falta de atención a un órgano cuya única función es dar placer a su dueña resulta «reveladora», aunque es mucho peor intentar «curarlo». La mutilación genital femenina preocupa en África, Asia y Oriente Medio, «pero es importante recordar la participación de Occidente en esta práctica bárbara», subraya la autora. Los griegos lo llamaban «ninfa» y desde el siglo I describen procedimientos quirúrgicos para reducir «su tamaño excesivo, una fuente de deformidad y vergüenza». En 1866, el doctor Brown publicó un tratado sobre el éxito de la «clitorectomía» como cura para la histeria, el dolor de espalda y hasta la ceguera. Por fortuna, fue expulsado de la Sociedad Obstétrica de Londres. Pero las teorías de Freud sobre los distintos tipos de orgasmos de las mujeres, maduros e inmaduros, no ayudaron a normalizar su sexualidad.
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Fetiches raciales | Explotación «pseudocientífica»
Colonizadores blancos que exhiben a mujeres negras
A los exploradores católicos les impactaron las mujeres africanas y las etiquetaron como «damas ardientes», promiscuas por naturaleza. El libro cuenta la historia de Sarah Baartman, una mujer khoikhoi que el cirujano escocés William Dunlop llevó a Londres en 1810. La exhibían como una 'Venus hotentote' con ropa ajustada y collares de cuentas y plumas y el público se quedaba embobado mirando sus nalgas. El espectáculo provocó indignación y muchos pidieron la libertad de Sarah, que murió de alcoholismo a los 26 años. Se hicieron moldes de su cuerpo e incluso de su vulva que se expusieron en el Museo de Historia Natural de Francia. En 2002, Nelson Mandela logró repatriar sus restos y los moldes de yeso. La mitología en torno a la BBC (big black cock, gran polla negra en inglés) que aparece en páginas porno es otro ejemplo del «racismo pseudocientífico» que sirvió «para justificar el embrutecimiento y la explotación sexual de hombres y mujeres negros».
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Masturbación y virilidad | Obsesiones de la medicina
Cereales de Kellogg contra el apetito sexual
El tratado que publicó en 1758 el doctor Samuel Auguste-Tissot sobre las enfermedades provocadas por la masturbación puso en marcha una cruzada que duró 200 años. Uno de sus más entusiastas paladines fue John Harvey Kellogg, conocido por sus cereales. Ideó los copos de maíz como antídoto contra la lujuria y se los daba a los pacientes de su sanatorio. Algo inofensivo si se compara con otro empeño de la medicina: recuperar la potencia sexual de los hombres maduros. En 1920 Serge Voronoff hacía trasplantes testiculares con glándulas de mono y llegó a comprar una colonia en Niza para satisfacer la demanda. Acabó tachado de charlatán, pero la obsesión estaba ahí. En Chicago, una banda de ladrones drogaba a hombres para comerciar con sus testículos.
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Vehículo de emancipación | Postales eróticas victorianas
Las bicicletas, esa «desvergonzada diversión»
El libro dedica un capítulo al papel de la bicicleta en la emancipación sexual de las mujeres. Les dio libertad para moverse y vivir nuevos romances y las despojó del engorroso corsé. Mejor montar con bombacho corto y ropa suelta, como aconsejaba la Sociedad de Vestimenta Racional creada en 1881. El halo de «desvergonzada diversión» que rodea la bicicleta la hizo muy popular en las postales eróricas victorianas y puso en guardia a los moralistas, que la veían como «agente aventajado del Diablo». Los médicos norteamericanos y canadienses fueron los más preocupados por los efectos del pedaleo en los «órganos matrimoniales». Las damas ciclistas abrieron camino en los años previos a la Primera Guerra Mundial, cuando se produjo «un verdadero cambio de actitudes hacia la igualdad de la mujer».
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Prostitución | Avance de las actitudes puritanas
Oficio protegido en el mundo antiguo y luego condenado
Kate Lister, activista por los derechos de los trabajadores sexuales, cierra su guía con la profesión que Kipling calificó como «la más antigua del mundo», aunque en realidad lo es la medicina. Siempre ha estado estratificada, pero en el mundo antiguo «las trabajadoras sexuales eran protegidas por la ley y aceptadas como parte de la vida cotidiana». A algunas, incluso, las veneraban como a sacerdotisas. «A medida que las actitudes puritanas se desarrollaron en Occidente, las mujeres que vendían sexo fueron condenadas». Según estudios recientes, anunciarse en internet ha mejorado la seguridad y las condiciones de las trabajadoras. Los datos sobre hombres y sexo gay son más esquivos. El estigma siempre ha perseguido lo que Oscar Wilde llamaba «el amor que no se atreve a decir su nombre».
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