Moreno Esquibel

Insuficiente Mozart

Nino Dentici

Domingo, 21 de enero 2024, 11:51

Tal vez porque se trata de un singspiel, es decir, una obra además de cantada, con diálogo hablado, o tal vez por la lentitud en ... el desarrollo de la acción, o simplemente por la carente teatralidad y vis cómica, la representación mozartiana nos condujo a un estadio de desinterés. No bastó con la actuación de la eximia soprano Jessica Pratt. No bastó que su encarnación como Constanza soportara el peso de la obra y admiráramos su arte canoro. La obra requería un conjunto de mayor nivel, el equilibrio vocal suficiente como para colaborar y competir con la gran soprano australiana. De hecho, hasta su entrada en escena, reinó el silencio en la sala y no se aplaudió hasta que interpretó su primera aria.

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Sus grandes momentos de lucimiento se iniciaron con «Ach ich Liebte» en la que expresó su sentido dolor y la fidelidad a su amado a través de un canto de elegante línea, de sentida expresividad y exquisito gusto. Luego, en la extenuante aria «Martern aller arten» exhibió su coloratura, su agilidad y su facilidad desnudando por completo sus amplias facultades vocales. No hubo otra voz que guardara el estilo mozartiano, salvo la presencia y el adecuado canto de Leonor Bonilla, una «souberette» que, con su ligera y limpia voz, cantó con el debido gusto y una absoluta seguridad. Una seguridad que faltó en el tenor Moisés Marin, quien, además de cantar casi heroico, o sea, sin suavidad, la voz no le respondió en un par de ocasiones.

  • El Rapto en el Serrallo, de W.A.Mozart. Reparto: Jessica Pratt (S); Moisés Marin (T); Leonor Bomilla (S); Mikeldi Atxalandabaso (T); Wojtek Gierlach (B); Wolfang Vater (actor). Coro de la Opera de Bilbao y Orquesta Sinfónica de Euskadi. Dirección de Escena: Mariano Bauduin; Dirección Musical: Lucia Marin. Bilbao 20-I-24.

Esperemos que no le suceda en las representaciones posteriores. El rol de Osmin, a cargo del bajo Wojtek Gierlach resultó poco creíble y muy estático, aunque enseñó una agradable voz aterciopelada. Ni él mismo creía en lo que cantaba y en consecuencia, su acción teatral resultó inverosímil y sin vis cómica. Desde el punto de vista canoro, en su exigente aria «O wie will ich triumphieren» apenas gesticuló y las notas más graves carecieron de la más mínima sonoridad. El segundo tenor, Mikeldi Atxalandabaso, se vio sujeto a unas escuetas directrices del responsable escénico que le impidieron lucir su habitual comicidad, aunque vocalmente cuajó una labor siempre segura, compartiendo laureles con su compañera Blonde (Leonor Bonilla). Cerró el círculo vocal y compartió el éxito con los dos citados la eficaz aportación coral en su reducida intervención.

La batuta de Lucia Marin al frente de la Sinfónica de Euskadi se nos hizo poco estimulante. La directora jienense se preocupó más de leer la partitura y dirigir a la orquesta, que, de mirar y guiar con más atención a los cantantes, salvo en los concertantes en los que tuvo que levantar la cabeza. La mencionada lentitud en el desarrollo de la acción partió de una dirección escénica sin creatividad y de los largos silencios de espera. La precariedad del decorado se debió a que tan solo lo componían una simple tarima central y cuatro paredes ocupando el escenario, además de dos figurantes que hacían de jenízaros.

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