Pedro Urresti.
Getxo Folk

La romería playera de Rodrígo Cuevas

El post-folklorista asturiano actuó en septeto en el parking de Ereaga, alternando monólogos y fragmentos de raves con jotas y muñeiras

Sábado, 14 de septiembre 2024, 08:44

Viernes, tercera jornada de las cinco del 40º Festival Internacional de Folk de Getxo. Cuatro conciertos hubo, y pisamos los cuatro: en la Plaza de la Estación de Las Arenas, a la 1 el cuarteto femenino Folk Rippers reivindicó el folk galaico y más allá, a las 7.30 la blusera eléctrica extremeña Susan Santos sonó mil veces mejor que en el Music Legends de Miribilla, donde nos dejó insatisfechos, a las 8 en el Muxikebarri de Algorta, en el bolo de abono, 416 almas predispuestas atendieron al repertorio populista de los virtuosos Alfredo Jiménez y Richard Bona, y a las 10 en el parking de la playa de Ereaga, el neofolklóriko Rodrigo Cuevas dio su show entre el monólogo y la rave, entre el folk tradicionalista y el tecno, entre el cabaré y el baile contemporáneo de la pareja que le escoltó al borde del tablado.

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Rodrigo Cuevas, artista del régimen, algo así como Almodóvar hace tres décadas, actuó en septeto: él, la pareja de baile mixta, y cuatro músicos sintéticos que tocaban en directo combinando bases, percusiones, guitarra y coros. Si les sumamos los cinco miembros de su equipo que no se vieron (conductor, manager y tres técnicos), sale que la caravana de Cuevas la compusieron trece personas. Esos trece, más el mogollón de trabajadores del Aula de Cultura de Getxo (fotógrafos, seguratas, montadores...), fueron necesarios este viernes para montar un show de 92 minutos y 15 temas, incluyendo el baile final de despedida de los siete actuantes al son del 'Woman del Callao' de Juan Luis Guerra. Y muy importante: quizá una hora fue de música y media de cháchara.

P. Urresti

Rodrigo Cuevas González, ovetense de 38 años y hoy vecino de Piloña, vistió dos modelitos entallados o más bien embutidos (primero negro y para el bis otro rojo), calzó zuecos rústicos tamaño plataforma de drag queen, e insistió en interactuar con el respetable, a cuyos bajos instintos apeló constantemente. Con los cuatro músicos al fondo del tablado, tras cuatro tableros entre televisivos y la escueta escenografía de Kraftwerk, librando amplio espacio delante del escenario para deambular él y sus dos bailarines, Rodrigo, simpático e ingenioso e insistente en los dobles sentidos («no tengo nada contra los heterosexuales, de hecho tengo amigos heteros…», de lo que más nos hizo reír), empezó hablándonos en euskera cual presentador televisivo, y después pidió irrintzis, hizo estriptís (dos veces, una con cada indumentaria), afirmó que como alguien del público se casara por la Iglesia se presentaría él para fastidiarlo todo, brindó con kalimotxo ya que ese brebaje se inventó en Getxo (y cuando se alzaron los vasos de plástico protestó: «¡si estáis bebiendo cerveza, maricones!»), tocó las castañuelas, la pandereta y se abanicó, aseguró ser complaciente con el público como si fuera el líder de Mastodonte, a veces avisó de que venía «un temazo que te cagas» y otras veces bailó como en una rave.

El vecino de Piloña vino en la gira de su disco 'Manual de romería', y repasó la mitad de su cancionero. Ya saben que Cuevas tiene vitola de renovador del folk, pero más que modernismo lo suyo es mixtificación, deconstrucción previa para aplicarle una robótica postrera. Se mantiene el núcleo folk en las letras, el ambiente (ahora la jota 'Xiringüelo', luego la 'Muñeira para a filla da bruxa') y en muchos estribillos y coros lalalás ('Más animal'), y esta base la pone al servicio del rap ('Arboleda bien plantada'), la rave ('Casares', 'Romería'), el tecno ('Matinada (Resaca)'), del baile entre Izaro y Rosalía (también en 'Arboleda bien plantada'), de la dark wave ('Valse')…

Y los dos mejores temas fueron los más lentos: la copla con voz filtrada 'El día que nací yo' (versión de Imperio Argentina), y sobre todo 'Rambalín', un soul crepuscular y dramático gijonés premiado con una emocionante ovación de dos minutos.

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