Un poderoso Tarque combate la lluvia con un conciertazo en Getxo
La lluvia no evitó que el murciano líder de M-Clan roqueara como un volcán y los valencianos Santero y Los Muchachos elevaran su optimismo coral hasta el Cielo en la segunda jornada del festival benéfico montado en Getxo
Dos horas y media con el paraguas abierto por la intensa lluvia, contando la caminata hasta el metro de Algorta. Nos referimos al sábado noche, ... durante la segunda jornada del III DalecandELA Fest (dale candela, el festival benéfico instalado en la campa del Puerto Viejo, peligrosa por resbaladiza). La lluvia fastidió los conciertos de Coppel («¡el diluvio!», nos contaron por wasap) y de Bringas, molestó un poco en el de Los Brazos, arreció al final del de Santero y Los Muchachos, y no paró en el de Tarque. Como diagnosticaron dos guipuzcoanos (de Aretxabaleta y Legazpi) que vinieron a ver a Tarque por primera vez en sus vidas y que generosamente refugiamos bajo nuestro ancho paraguas: ¿por qué no han puesto carpa? Eso.
Aquí les contaremos las intervenciones de los dos grupos nacionales del sábado: el murciano Tarque con su madrileña Asociación del Riff, los cuatro vestidos de riguroso negro, y los valencianos Santero y Los Muchachos, los cinco con pantalones rojos y más glamour en sus casacas. Santero y los suyos dieron un bolo optimista, bastante feliz y comunitario (esos coros al cielo con espíritu de hermandad), de 12 canciones en 60 minutos crecientes (una hora exacta) de rock bastante fronterizo, muy americano pero visto desde el Levante.
Conectados con el respetable («son unos jodidos cracks, tío, unos máquinas», manifestó exultante un espectador veterano de la primera fila) y liderados por el bajista y cantante Miguel Ángel Escribá (un guaperas con patillas, ex La Pulquería, su anterior grupo, del que versionaron 'Días de muertos', con pasaje recitado pero sin trompeta), el mismo que define a su estilo como «rock reposado» (¡y no miente!), Santero y Los Muchachos facturaron un rock muy americano, pero españolizado (ahí está el country 'Carretera de El Saler', con autocine y La Albufera, como si Arnau & The Honky Tonk Losers cantaran en castellano), con coros comunitarios (los de ellos cinco a pleno pulmón y los del público entusiasta, por ejemplo en 'He de olvidarte', o en el folk-rock ooohhh-oooh 'Homenaje', o en la gloriosa 'Estamos bien'), restos del Nuevo Rock Americano de los 80 ('Ventura', algo Long Ryders) y esquemas de la épica estadounidense (el híbrido de John Cougar y la guitarra de Dwight Yoakam en 'Volver a casa'), dominio melódico ('El perdedor', que grabaron con Tarque, quien inopinadamente este sábado noche no se sumó a colaborar a pesar de esperar en los camerinos; «el fabuloso Tarque estará haciendo flexiones antes de su concierto», dijo Miguel Ángel, suponemos que sin ironía ) y alma soul (palpable en la última, 'Sálvame de mí', antes de la cual dijo el jefe: «gracias por resistir bajo el agua»).
Tras la vibra positiva de Santero, y después de 38 minutos de espera al cambio de escenario bajo la lluvia con el paraguas abierto, Tarque y La Asociación del Riff (a la única guitarra, Carlos Raya, mano derecha de Fito Fitipaldi) dieron un bolazo sin fisuras de 17 canciones en 89 minutos también crecientes, y eso que el cuarteto empezó a tope, con Tarque caliente desde el arranque, sin hacer aspavientos pidiendo que le regularan el sonido quizá porque estaba grabando el concierto para un documental de Juan-Pérez Fajardo, quien les filmó desde el tablado.
Fue un conciertazo con un único momento raro, el 'Credo', que está mejor en disco, lo que no suele ser habitual. Pero lo demás estuvo bien, incluso el 'Heartbreaker', que les quedó mejor que en el Azkena Rock Festival de este verano. Esta sabatina era la tercera vez que veíamos a Tarque en la gira de su segundo disco en solitario, 'Vol. 2', y el cuarteto salió a tope, ya se ha dicho, con Tarque inspirado desde la primera, 'Bombas en son de paz', en un tete a tete con la guitarra acerada de Raya.
Poderoso en la voz ('Juicio final', con el escenario en rojo luciferino), una voz a veces negroide pero de forma natural ('Días extraños'), colando una pieza en inglés (colosal 'Helter Skelter' de los Beatles), roqueando más como The Cult que AC/DC ('Piel de toro'), aspirando la psicodelia hippie ('Flores en el acantilado', que como casi todas las canciones medró ella sola) y adaptando el hippismo al gran rock ('Lluvia de abril', vaya con la lluvia), el bolo de Tarque fue creciendo hasta meter al público en la espiral setentera.
Eso que Tarque no estaba pidiendo que cantáramos, ni que alzáramos los brazos, ni que diéramos palmas en plan fiesta facilona. Tarque nos agradeció también que siguiéramos bajo la lluvia, y el final de su bolazo estuvo lleno de hitos, tanto que ya no pensábamos que al cuarteto no le vendría mal una segunda guitarra para cuando Raya se aplica a los punteos. Entonces hubo canciones con poderío absoluto, caso del blues total 'Mar de whisky' (un lento, lo mejor de la velada pluviosa), la versión de Cactus adaptada al castellano 'Maldigo' (muy hendrixiana y original del compositor de blues Willie Dixon, el de tantos standards surtidos por Chess Records), una 'Calle sin luz' de sustrato stoniano y recuperada del repertorio de su banda madre M-Clan, el rock de Fórmula 1 'Ahora y en la hora', u otro rock como 'He vuelto para veros arder' que Tarque dedicó con todo su amor señalando entre el público a Gorka de los Flying Rebollos (o sea a Bringas, que había tocado por la tarde, antes que Tarque).
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