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El mar de cuerdas de la Orquesta Sinfónica de Galicia inició la gran obra de Beethoven dotándola de un profundo sentido dramático y conmovedor en ... el concierto que puso fin al festival Musika Música. La introducción de la percusión tan notoria, además, nos produjo una mayor sensación emotiva al contrastar de inmediato con la suavidad de los pianísimos. El director norteamericano Andrew Litton ordenaba sin histrionismo el 'scherzo' del segundo movimiento y su justa parquedad con la batuta nos adentró en el precioso 'adagio' hasta la llegada de la explosión del 'allegro' final en el que se inserta el poema de Schiller conocido como la 'Oda de la Alegría'.
Cuatro jóvenes voces intervinieron en ese instante junto a la Sociedad Coral bilbaína. Las voces de la ingente masa coral engrandecieron la magnificencia de la música aportando un carácter diferente a lo instrumental. Los violonchelos sacaron a la luz ese último movimiento y se dispusieron a dar la entrada al conjunto coral que respondió con brillantez.
Programa: Sinfonía nº 9 en re menor opus 125. L.V. Beethoven.
Solistas: Cristina Toledo (S), Carmen Artaza (M), matteo Ivan Rasic (T)m, Jan Antem (Bar).
Intérpretes: Sociedad Coral de Bilbao y Orquesta Sinfónica de Galicia.
Dir. musical: Andrew Litton
La sección femenina de la coral soportó la tensión de la alta tesitura en la que cantaron sin quiebro y con gran firmeza y todo el conjunto ofreció una hermosa sonoridad que tuvo la misma categoría, si no superior, de la que gozó la orquesta. Entre las voces, destacó la calidad del barítono Jan Antem, pues el barcelonés nos mostró una voz amplia, de bello color y no exenta de morbidez.
La soprano madrileña Cristina Toledo exhibió la voz más sonora y audible, tanto que solapaba la de la mezzo donostiarra Carmen Artaza por lo que distinguimos un claro desequilibrio entre ambas. La parte de tenor la ocupó Matteo Iván Rasic, artista austríaco cuya ligera voz se compenetró bien con la del barítono. La orquesta de Galicia con sus numerosas cuerdas y con un concertino inquieto y vibrante demostró su gran valía.
En cuanto al maestro Litton, cerró con órdenes muy escuetas una obra merecedora de una corona de muchos quilates.
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