Hauser escrutando al público en el inicio. Óscar Cubillo

Hauser, gran showman y mejor chelista, ofrece un descarado concierto en Bilbao

El violonchelista croata llegó a bajar al patio de butacas para tocar 'Highway to hell' de AC/DC en un encuentro con 10 actuantes y 3.000 espectadores en Miribilla

Sábado, 22 de noviembre 2025, 08:18

Un concierto creciente de unos 23 temas en 104 minutos se cascó este viernes en Miribilla el violonchelista humorista croata Hauser, de 39 años, trece de ellos en el dúo 2 Cellos, y desde 2022 forrándose en solitario. Al acabar el show, bajando la cuesta un paisano anónimo preguntó a su dama cuánto había durado, y el que suscribe se entrometió: hora y tres cuartos. Y siguió el hilo el solicitado chelista vizcaíno John Cremer: «Sí, pero tocando no ha estado ni 50 minutos. ¡Sólo ha tocado media hora, ja, ja, ja…! Se ha limitado a interpretar los temas, las partes más conocidas, y luego ha sido todo puro show, tumbándose en el suelo, bajando entre el público… Ha tenido 84 veces más importancia el esfuerzo físico que el técnico, el de tocar el chelo. Eso sí, es muy bueno y destaca en el ataque vertical a las cuerdas. Aunque su concierto ha sido claramente descendente».

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Ejem, aquí discrepamos con el joven y virtuoso chelista local. Fue un concierto ascendente, aunque es verdad que se pasó del emotivismo de la clásica a la pachanga guay de la fiesta latina con momentos descaradamente roqueros y verbeneros: la fugaz adaptación del 'Kashmir' de Led Zeppelin, el despendole surrealista del 'Highway to hell' de AC/DC tocado entre el público (la gente se hacía fotos junto a él y yo me acordé del Elvis de cartón que había en ese bar de Malta: Hauser era el Elvis de cartón y la gente se arrimaba a él para que sus amigos les inmortalizaran juntos con sus móviles), o el 'Livin' on a prayer' de Bon Jovi en plan verbena total.

Hauser tocando 'Highway to hell' en Bratislava el pasado año:

Quizá John Cremer juzgó que el concierto evolucionó hacia abajo, que degeneró, porque cada vez tocó menos su chelo el también humorista Hauser, quien abusó de unas gracias o bromas físicas más cercanas a Mister Bean (cuando bebió del botellín y dijo que era tequila) y a Benny Hill (las caras pícaras, los caderazos...) que a Charlot (ah, Chaplin tocaba violín, violonchelo, flauta, piano y órgano).

En el breve tema de Led Zeppelin. Óscar Cubillo

En deceto, con ocho músicos que se fueron sumando progresivamente al escenario (y que en la parte más festiva del concierto se sumieron en unas coreografías propias de la Orquesta Panorama) más una violinista de altura (la rubia Caroline Campbell) y una bailarina esporádica (apareció tres veces: en 'El lago de los cisnes', 'El fantasma de la ópera' y en otra pieza bolerista que impregnó de tango), Hauser, al principio vestido con traje gris, arrancó emotivo, dulzón, afectado, tocando la que dijo era su canción favorita absoluta, 'Caruso', reproduciendo de modo imperdonable partes orquestales con el teclado (no, Hauser, en eso Hans Zimmer te lleva ventaja, pues lleva sección de cuerdas de verdad), picando en lo celta, y revisando bandas sonoras famosas como las de 'El fantasma de la ópera', 'Juego de tronos' o 'Piratas del mar Caribe' (ésta una de las mejores piezas de la velada, con Hauser caracterizado de Johnny Depp / Capitán Sparrow en la gigantesca pantalla de fondo, que mostraba hasta cuando arqueaba las cejas y ponía esas caras de rijoso).

Sólo hubo unas tres mil almas (quizá 3.333), pero por lo que había aparcado fuera fue un macro-concierto: cinco trailers, tres buses de dos pisos, varias furgonetas… Quizá un camión fue para trasladar sillas, otro para la pantalla gigante, otro para las numerosas luces, otro para los instrumentos de los músicos y otro más, el quinto, para las mesas de sonido y de luces y para el equipo de televisión que retransmitió el show en vivo al instante.

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Versiones instrumentales

Y tras una pieza en que la violista Carolina entretuvo al respetable (un popurrí con el 'América' de 'West side story' como parte nuclear), reapareció Hauser con otra ropa, con una camisa violeta y brillante, tornasolada, y sí, el show degeneró, se hizo populista, facilón, hasta hortera, pero fue cuando mejor lo pasamos y cuando menos tocó él, que se dedicó más al paripé, al pienso para la peña, a las payasadas, a recorrer a saltos el escenario, a tocar colgándose el chelo de un arnés que parecía para una tabla de lavar. Hum…, si al principio, en lo más clásico, Hauser remitió a Zimmer, en esta larga segunda parte se asemejó al violinista Ara Malikian, que salta y alterna la espectacularidad con los marasmos emotivos, pero en su caso es más musical, toca más tiempo, tiene más enjundia y no abusa de las versiones, y menos de los clásicos actuales del rock.

Caroline Campbell y Hauser en 'Bésame mucho'. O. C.

La segunda parte tuvo momentos apabullantes, restallantes e incluso brillantes, como la quizá cima de la cita, el 'Living la vida loca' de Ricky Martin atacado en plan 007. Y Hauser prosiguió alternando pachanga descarada, caso del 'Despacito', la dupla con 'Volare + Bamboleo' (aquí bajó de nuevo entre el respetable para tender el micrófono a algunos animados, que desafinaron gozosos), o la surrealista, chocante y chocarrera 'Highway to hell' de AC/DC, con piezas de virtuosismo instrumental y conjunción grupal, caso de la espectacular 'Conga' de Miami Sound Machine, y de clásicos emotivos de verdad, elemento destacado en la terna bolerista con 'Historia de un amor' (ya no estás más a mi lado, corazón…; por cierto, eran versiones instrumentales, sólo cantó un par de veces el percusionista parece que cubano), 'Bésame mucho' (con él y la violinista Carolina sentados en una rampa junto al público) y 'Quizá, quizá, quizá' (cuando irrumpió por el patio de butacas la bailarina contaminada de tango y agigantada en la pantalla cinematográfica de fondo).

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Ya en el bis, o así, destacó en un zíngaro 'Bella ciao' y, cuando el público ya estaba evacuando, Hauser se avino a tocar otra si encendíamos las luces de los móviles, que fue el 'Hallelujah' de Leonard Cohen, un tema para descomprimir en una maniobra similar a la 'Nana arrugada' con la que suele acabar sus conciertos Ara Malikian, quien musicalmente ofrece más calidad y menos pachanga, y que humorísticamente puede hasta hacernos llorar con sus monólogos (aunque nos los sepamos de memoria, como los de Gila).

Y bajando la cuesta resumió el chelista multitarea John Cremer, que tiene sólo 20 años: «Un alumno mío estaba en la fila 5 y ha pagado 70 euros. Yo por esto pagaría 30. Hauser es muy bueno, pero toca poco y da mucho show. Solo interpreta partes de las canciones. Por ejemplo en 'El lago de los cisnes', que yo he tocado mil veces, se ha saltado muchas partes. Bueno, a mí el sábado pasado me contrataron para un cumpleaños con 200 invitados, el de la limusina y los guardias de seguridad que te contaba en el metro, y la mitad de mi repertorio fue muy similar al de Hauser. ¡En serio!».

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