Gros Coeur en viaje astral y terrenal
El cuarteto belga de psicodelia, tropicalismo y kraut rock cerró en Santander la gira española de cinco bolos de divulgación de su debut, 'Gros disque', que también pasó por Bilbao y Vitoria
De todos es sabido que hay exceso de oferta de conciertos en el Gran Bilbao. Hay demasiados bolos para el público potencial, que debe equilibrar el bolsillo, el tiempo disponible, sus otras aficiones, cómo llegar a ciertas salas, el horario evitando que sea tardío… Llevamos una racha de conciertos tal que resulta pletórica en los fines de semana, y también entre semana suele haber varias actuaciones de grupos guiris para elegir. Por ejemplo, el martes pasado los colombianos Aterciopelados reunieron a 444 almas en el Kafe Antzokia (mayoría de inmigrantes) y los suecos The Hawkins a 55 en el bar La Nube de Santutxu, y el miércoles Chuck Prophet y su banda de cumbia reunieron a 222 aficionados veteranos en el Antzoki (no vimos a latinos), los belgas Gros Coeur a 40 en La Nube y la dupla metalera compuesta por los suecos Prime Creation y los granadinos The Tragic Company suscitó el interés de 20 aficionados en la Groove de Portugalete, y es que el público metalero goza de una oferta internacional en directo que más que de exceso ya peca de abuso, o casi de acoso.
Pues el miércoles pasado no pudimos ver a Gros Coeur en Santutxu, pero la gira española de divulgación de su debut, 'Gros disque', que arrancó en Vitoria el martes, se acabó este lunes en Santander, tras pasar por Murcia y Sevilla, y allá que viajamos con el bonobús. En Santander descargaron en la Sala Rock Beer The New, donde ante 20 melómanos (eso que se anunció hasta en la prensa generalista ese mismo día) irradiaron un directo astral de 6 piezas en 60 minutos redondos que también lograron que despegara el paisanaje, que al principio estuvo colocado a distancia del tablado y que al final se implicó en la buena vibra del cuarteto, que dispuso de tres pedaleras para el bajo y las guitarras, dos teclados más dos kits de percusiones, una de ellas del baterista, con lo cual el poso motórico o kraut se diluyó en una onda más emparentable con Embryo.
A Embryo, por eso de la psicodelia con percusiones, remitieron en los dos primeros temas de la media docena de la velada del lunes: 'Ventre volcan', algo discotequero y tropical, y 'Dax', de psicodelia con trayecto astral. El paisanaje aplaudió, un perro presente ladró al final de cada canción, suponemos que por sumarse al jaleo más que de aprobación (aunque estuvo atento: ¿y si era un can connaisseur?), y tras la segunda pieza agradecieron la ovación diciendo 'merci', 'gracias' y 'eskerrik asko, ¿se dice así?'.
Les contestaron que vale, que lo entendían, pero que ya no estaban en el País Vasco, y a partir de entonces se encendieron los ritmos motóricos con la batería más ruda en un kraut obstinado que derivó en brit pop de estadio y en post funk bailón ('La vague', la ola). Y no había pasado ni media hora cuando avisaron de que quedaban dos canciones, «¿sólo?», preguntaron los melómanos, y respondió el bajista que se esforzaba con el castellano: «son longos, de diez minutos».
Y cayeron 'Sacrifice', resonante a Add N To X, y 'Monique', «la historia de una vaca», una suite con lisergia (tipo The Doors incluso), rollo espacial onda Spacemen 3, y el trance de Manchester. Y hubo bis, claro, gracias al cual redondeamos la hora mediante 'Java', otra amalgama colorista de tropicalismo, mejoramientos de Tame Impala en la campa del BBK Live, más marcha Manchester y pasaje final moruno a lo Kula Shaker.
Si estos belgas tocaran una batería más ruda, que sabe hacerlo el encargado de ella, llegarían más lejos en sus viajes astrales y terrenales.