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ÓSCAR ESTEBAN

La gozadera espiritual de Ariel Brínguez

El saxofonista de Santa Clara sublimó el contenido de su álbum 'Nostalgia cubana' en un Arriaga rendido a la hondura e inspiración del quinteto oficiante

Martes, 20 de abril 2021

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Lleno se veía el Arriaga el martes en la tercera sesión del ciclo antipandémico 'BJC Arriagan', montado entre el Bilbaína Jazz Club y el propio Teatro Arriaga. Lideró a un quinteto en su punto de delicadeza e inspiración el saxofonista cubano afincado en Madrid Ariel Brínguez (Santa Clara, 1982), uno de los músicos que más hemos visto en el último lustro largo. Le hemos catado acompañando a Ketama en el Euskalduna, a Chucho Valdés en el Campos y a los roqueros Los Saxos del Inferno en el Cotton Club. Le vimos el pasado diciembre en Sarriko, en el Bilbaína Jazz Club, en el seno del Trío Mejunje (con sus amigos El Negrón y el siempre elegante Michael Olivera), y Dios mediante le veremos a más tardar el jueves 1 de junio en el Festival de Jazz de Getxo, aquí en el seno del sexteto The Cuban Jazz Syndicate, liderado por el mencionado Olivera.

El martes al Arriaga Ariel arribó con su repertorio 'Nostalgia cubana', editado en un disco homónimo en 2016. El álbum contiene 11 cortes y 6 sonaron en su concierto de 7 temas en 91 minutos. El título no incluido en el CD fue el jazz más moderno 'Ámame como soy', de Pablo Milanés, que estuvo bien, pero no tan centrado ni jondo ni emocionante como el resto del listado, que el bueno de Ariel presentó en su integridad y lo calificó como «un viaje a Cuba, un recuerdo intimista de la música de las diferentes regiones de la isla». Y después dijo: «Vengo de una familia de músicos y esto es lo que yo oía en casa. Son nostalgias universales y felices».

El quinteto (dos cubanos, Ariel y el baterista Georvis Pico, y tres españoles: un madrileño, un extremeño y un zaragozano, respectivamente Pablo Gutiérrez al piano, Javier Sánchez a la guitarra y Antonio Miguel al contrabajo, a quien vimos hace poco luciéndose también en el proyecto Piazzolla x 100) arrancó uniendo 'Cuba linda' y 'Nana' y ya sugiriendo el blues, un blues explicitado en el conmovedor 'Juramento' original de Miguel Matamoros, con Ariel al soprano y el guitarrista luciéndose en un punteo a lo Duke Robillard.

Al saxo soprano en la tercera, 'Juramento' de Miguel Matamoros. ÓSCAR ESTEBAN ÓSCAR ESTEBAN

Acabaron esta, los cinco músicos sonrieron para sí congratulándose por la ovación, y explicó el líder Brínguez: «Matamoros compuso también 'Lágrimas negras'. Son canciones muy antiguas pero aún con vigencia, son fuertes y flexibles». Y tras el mentado repaso a Pablo Milanés («hay que hacerlo sí o sí», comentó crípticamente en la introducción), lo retro, los ritmos isleños añejos como el danzón y el bolero filin planearon sobre el resto del repertorio jondo, con temple y bien estructurado y arreglado.

«Aquí arriba hay una tremenda gozadera», reveló Ariel sobre los cinco músicos, que aun así tocaron contenidos y concentrados. 'Hermosa Habana', «de Los Zafiros, un grupo vocal de los 60» (émulos de Los Platters, leemos luego en Google) arrancó saxofónica a lo Ornette Coleman, además Ariel se atrevió con un canto pantanoso cuasi recitado muy lírico, y tras un punteo de pura fusión vía Pat Metheny, el dramatismo brotó en modo de bop torero durante el tercio de muerte. Qué imaginación, riqueza y versatilidad, oigan.

Estaban inspiradísimos, ya les hemos dicho, y remataron la cita con 'La sitiera' de Barbarito Díaz, y ya en el bis, con 'Alma con alma' de Juanito Márquez, el adiós de un concierto comedido y delicadísimo, donde la gozadera se hizo más espiritual que física (al menos entre el patio de butacas, pues no había otra opción debido a las precauciones sanitarias).

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