«Casi todas mis canciones son verdad»
Jorge Martínez, líder de Ilegales ·
El músico asturiano llama a la rebelión en su nuevo álbum: «Se ha dejado de pelear y se han perdido muchas cosas»Dice Jorge Martínez (Avilés, 1955) que compuso sus primeras canciones con 4 años y que, a los 12, decidió ya que se iba a dedicar ... al rock and roll. Y le ha ido muy bien, aunque da la impresión de que habría destacado sin remedio en cualquier disciplina que hubiese elegido: el cantante, guitarrista y líder absoluto de Ilegales es una persona atípica, uno de esos seres humanos que no encajan en ninguno de los moldes a los que estamos acostumbrados. Su obra combina lo brutal y lo poético, la provocación y la hondura lírica, la rabia de las calles y la influencia de Quevedo y de los clásicos latinos. Y su vida resulta igualmente singular: hablamos del bocazas que salía de bares con un stick de hockey por si había bronca, del descendiente de una nobleza venida a menos que se sigue refugiando a menudo en el destartalado palacete familiar, del rebotado de la carrera de Derecho que discutía en el programa 'Moros y cristianos', del hombre sediento de placeres que ha sobrevivido con inesperada lozanía a mil peleas y a un millón de excesos, del solitario que nunca ha vivido en pareja y que se apasiona por sus colecciones de guitarras y soldaditos de plomo, de ese extraño individuo que acecha desnudo a la fauna salvaje.
Ahora, el músico asturiano anda promocionando 'Rebelión', el undécimo álbum de Ilegales. Atiende a EL CORREO a las diez de la mañana, desde un hotel de Madrid, y está ya «muy despierto».
– Ayer apareció en dos programas de televisión. Le están haciendo más caso que nunca. ¿Se ha vuelto de pronto un tipo respetable?
– Sí parece que nos prestan más atención a Ilegales. Quizá sea porque, en este momento histórico, se ha dejado de pelear y se han perdido muchas cosas que teníamos cuando empezamos. Entonces no había ley mordaza, de hecho se acababa de abolir la censura. La sanidad pública crecía y llegó a hacerse universal, cuando ahora parece que solo lo es en parte. La educación pública incorporaba un montón de docentes. Y no hablemos de los derechos laborales, me cago en la leche: ¡casi se han extinguido en algunos campos! Puede que un grupo combativo como Ilegales parezca valioso ahora.
– ¿Contra qué se rebela a los 63?
– No es un tic mío o de Ilegales. Es que la rebelión es necesaria, imprescindible. ¡No podemos quedarnos sentados! Ya lo decíamos en 'Tiempos nuevos, tiempos salvajes', una canción de 1982, y ahora es más acuciante que nunca. Yo me rebelo contra la pérdida de derechos, contra los carapijos que mueven los hilos y son capaces de devorar a quien sea, contra la malignidad estructural de las multinacionales...
– ¿Cómo se define ideológicamente?
– En ambos lados del espectro político hay gente capaz de las peores cosas. La especie humana es la más conmovedora que ha aparecido sobre la faz de la tierra: es capaz de lo mejor y lo peor, y me incluyo en el paquete, por supuesto. Yo diría que practico un código un poco amoral, pero de buen gusto.
– En su nuevo disco, aconseja cierta prudencia con el alcohol y las drogas. ¿Qué ha ocurrido aquí?
– A mí las drogas no me han hecho ningún daño, nunca. Me han sentado hasta bien. Pero no aconsejaría a nadie que las tomase, porque he visto cómo destruían a muchas personas con personalidad adictiva. La gente consume drogas en grandes cantidades: el Ebro tiene restos de cocaína, probablemente ese es el aliciente que ha atraído a tantas especies foráneas. Ya que se consume, tengamos cuidado. Lo de la canción 'No tanta, tonto' me lo digo a mí mismo muchas veces, a altas horas de la madrugada. Sí, se trata también de una canción para mí mismo, en un ataque de sinceridad. Se me da muy mal mentir.
– Desde luego, sus canciones suelen dar la sensación de estar vinculadas con su vida o su entorno.
– La mentira es fascinante, pero a la larga es más peligrosa que la verdad. La verdad puede causarte problemas a corto plazo, a mí me ha pasado porque soy bocazas. Hay dos tipos de hombres: los murmuradores, que me repugnan y me parecen nocivos, y los bocazas. Casi todas mis canciones son verdad. Empecé a los 4 años, escribiendo canciones ofensivas a mi hermana y a la gente de mi entorno, y siempre son autobiográficas o funcionan como espejo del mundo circundante. Cuando miras dentro de ti, puedes encontrar muchas cosas que no te gustan, pero creo que es un ejercicio sano.
Disco y gira
'Rebelión' es el álbum número 11 de Ilegales. La gira de presentación arrancará el 23 de noviembre en Gijón y pasará por el Kafe Antzokia de Bilbao el próximo 8 de febrero.
– Siempre se habla con usted del stick de hockey, de las broncas, pero también hay un Jorge lírico, sentimental...
– En una canción digo «he intentado ser un ángel, pero me ha tocado ser demonio, lo único que consigo hacer bien es el mal». Los buenos somos muchos más que los malos, se ve todos los días en la calle: son solo cuatro hijos de puta los que están hundiéndonos la vida. Al mal le va muy bien porque los buenos no usamos la fuerza para oponernos. Yo sí la utilizo con frecuencia, soy muy combativo porque aprendí a leer con 'El Capitán Trueno'. En el colegio, muchos niños jugaban a mi lado para evitar que otros les agrediesen, porque yo crecía más que los demás y tenía grandes capacidades defensivas.
– Denos, ya que estamos, un consejo para ganar en las peleas.
– Lo mejor es tener razón, eso facilita mucho las cosas. Luego, no esperar a que te agredan: ¡hay que ser el primero!
Despedirse de la vida
– Al público podría haberle gustado su lado macarra y no el poético, o al revés, pero siempre le ha aceptado como un todo. ¿Eso no le sorprende?
– Cuando un personaje se muestra desnudo, transparente, no puedes rechazarlo. Todo el mundo tiene alguien al lado que es como yo: su padre, su madre, su hermano, ellos mismos...
– ¿A qué artistas de su época considera más cercanos como compañeros de viaje?
– Ilegales hemos estado un poco aislados, porque lo nuestro era otra cosa. No estábamos ahí jugando, sino por una decisión sólida, pensada a fondo. En mi caso, la tomé a los 12 años. Las bandas de la Movida estaban en la música accidentalmente.
– Su nuevo disco concluye con una canción de despedida, 'El bosque fragante y sombrío'...
– ¡Ha llevado tiempo! He escrito una canción de despedida en este momento en que amo tanto la vida, estoy lleno de vida, soy fuerte frente a la muerte... aunque nunca se sabe, claro. Ese es el mejor tiempo para despedirse, porque hacerlo en el último momento puede resultar incluso repugnante. Yo creo que voy a ir despidiéndome de la vida ahora que la vivo con intensidad, con rabia de vivir.
– Siempre ha cantado mucho sobre ese tema, ¿piensa mucho en la muerte?
– Claro, la he visto por todos los lados. Tendemos a crear una burbuja que nos aísle de eso, pero no es higiénico, hay que estar preparado para casi todo.
– Le pega haber pensado ya en su epitafio.
– Pues no, porque una vez que te vas ya no importa. Pero estaría bien poner 'Regresaré'.
«¿Bandas de éxito? Nunca pagaban una copa»
– ¿Cómo les recibían en el Madrid de los 80, cuando llegaban en plan bárbaros del norte?
– Nosotros mirábamos a los de la Movida como a principiantes, que es lo que eran, pero nos relacionábamos con todos. Hombre, alguno se sentía destronado, intimidado al contrastar la eficacia de Ilegales con sus carencias. Pero nos preguntaban cómo arreglar los problemas con las guitarras y socializábamos mucho. Eso sí, ahora se dice que eran bandas de éxito, pero no sé: o no tenían un duro o eran unos tremendos roñosos, porque nunca pagaban una copa.
– Ustedes ganaron mucho y gastaron mucho.
– ¡Muchísimo! Ilegales éramos muy generosos. El dinero pierde todo su valor si no lo utilizas para hacer feliz al mundo.
– ¿Qué echa más de menos, los ingresos o la diversión?
– ¡Nada! Esta época tiene sus propias diversiones. Yo no necesito muchas cosas, la vida siempre me está dando alicientes.
– Confiese:¿qué piensa de los demás roqueros de 60 y tantos años?
– Esas canciones de relación chico-chica y de tonterías les quedan ridículas. Las nuestras son un poco surrealistas y se pueden seguir cantando.
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