En febrero de 2025 Demi Rosi lanzó oficialmente su carrera como DJ Demi Rosi

La batalla legal y personal de la DJ bilbaína Demi Rosi por defender su marca

Denunció a un diseñador que le reclamó 26.000 euros por la autoría de su proyecto tras ayudarle a cambiar su logo

Sábado, 15 de noviembre 2025, 01:04

«Yo solo quería enseñar mi logo. Estaba ilusionada, acababa de empezar a pinchar y pensé que podía ayudarme». Así recuerda Demi Rosi, DJ bilbaína ... de 23 años, el día en que conoció a Luis (nombre ficticio) de 34 años, mientras realizaba sus prácticas del ciclo de Imagen para el Diagnóstico y Medicina Nuclear en el Hospital Universitario de Cruces en febrero de 2024. Él dibujaba en una tablet durante el descanso del personal. Ella, curiosa y extrovertida, se acercó a mirar. Esa conversación aparentemente inofensiva se convertiría, meses después, en una pesadilla legal y personal.

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«Me dijo que era diseñador gráfico. Le enseñé el logo que me había hecho una amiga y me ofreció mejorarlo gratis. Pensé que era un favor sin más. Delante de mí lo copió, cambió la tipografía, le añadió una estrella y me pidió mi número para enviármelo».

Demi tenía entonces 21 años. Recién llegada al mundo de la música, compaginaba sus estudios con dos trabajos: camarera en la Sala Sonora de Erandio y en el BEC de Barakaldo. Todo el dinero que ganaba lo invertía en su equipo de DJ, en formación y en la estética rosa que daría identidad a su proyecto. El nombre artístico —Demi Rosi, una fusión de su apellido De Miguel y de su color característico— ya lo había ideado tiempo atrás junto a una amiga.

Del logo al acoso

El diseñador comenzó pronto a comportarse de forma extraña. Insistía en que le contara más sobre el proyecto, quería «entenderlo mejor». La citó en un bar para mostrarle varias versiones del logo, aunque Demi ya había elegido una. «En esa reunión me hizo muchas preguntas raras, sobre mi vida, mis planes, mi imagen. Quería saberlo todo», recuerda.

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Poco después, el tono de sus mensajes cambió. Le escribía casi a diario, le propuso quedar fuera del hospital, hacer juntos los descansos o incluso asistir a la inauguración de su casa. Ella siempre respondía con educación, pero con creciente distancia. «Le puse excusas, no quería parecer borde, pero me daba mala espina», confiesa. Cuando terminó las prácticas en junio, él seguía escribiéndole.

En febrero de 2025, un año después de aquel primer encuentro, Demi lanzó oficialmente su carrera como DJ. Publicó en Instagram un vídeo de presentación. Al día siguiente, el hombre la llamó cinco veces seguidas y luego le escribió: «Estoy decepcionado. Pensaba que formaba parte del proyecto y me has dejado fuera». «Yo alucinaba. Nunca le di a entender nada. No era mi diseñador, ni mi mánager, ni nada. Solo había cambiado la tipografía del logo», cuenta la dj bilbaína.

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El 16 de mayo, tras un exitoso evento en la Sala Sonora por su cumpleaños, Demi publicó un vídeo con imágenes de la fiesta. Tres días después recibió un burofax: el diseñador reclamaba la autoría completa del proyecto Demi Rosi. Exigía que cesara inmediatamente su actividad bajo ese nombre, que reconociera que la marca era suya y que le pagara 26.300 euros, además de un 10% de todos los beneficios futuros. También pedía quedarse con el registro de marca. «Fue un golpe psicológico enorme. Pensé que podía perderlo todo. Llevaba meses trabajando invirtiendo cada euro. Y de repente alguien decía que yo le había robado mi propia identidad».

En el documento, al que este periódico ha tenido acceso, el reclamante se presentaba como «diseñador gráfico profesional» y aseguraba que había creado el naming, el logotipo, el manual de identidad corporativa, la cartelería y la dirección artística de la DJ. «Lo más grave es que en su web tenía un apartado llamado Demi Rosi, con fotos mías —algunas que yo ya había borrado de Instagram—, mi logo y textos que hablaban del proyecto como si fuera suyo. Había guardado todo desde el principio, lo tenía planeado», explica Demi.

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Con ayuda de su mánager y el dinero prestado por su padre, Demi contrató a un abogado y a un perito judicial. El informe técnico certificó que la web del diseñador contenía imágenes y textos suyos con fecha posterior a su creación. El 29 de mayo de 2025 presentó una denuncia en la comisaría de Basauri. «La primera vez ni me la quisieron poner. Se reían, no entendían nada. Tuve que ir a otra comisaría con una denuncia redactada con ChatGPT para que me la aceptaran».

Un día después, su abogado envió un burofax de respuesta exigiendo al demandante retirar todo el material, indemnizarla con 6.000 euros y abstenerse de volver a contactarla. El hombre no contestó, pero borró todo el contenido de su web en cuanto recibió la notificación. Este medio ha contactado con Luis, quien ha declinado hacer declaraciones. Según afirma, mantiene su versión inicial del burofax y asegura que el asunto sigue en mano de sus abogados.

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«Me siento desprotegida»

Aun así, el Juzgado de Instrucción nº 1 de Barakaldo resolvió meses después que «no existen pruebas suficientes» y archivó el caso. «Decían que el nombre no estaba registrado, cuando sí lo estaba y presentamos el justificante. Y que en su web no había nada, pese a que entregamos el peritaje con todas las capturas. Es incomprensible», lamenta. «He demostrado que me intentó robar la marca, que usó mis fotos y mintió. Pero la justicia dice que no hay pruebas. Me he sentido totalmente desprotegida».

Pese al golpe económico —más de 700 euros en abogados y peritajes—, Demi Rosi decidió seguir adelante. «Mi padre me tuvo que prestar el dinero. Yo solo quería que borrara mis fotos y me dejara en paz, no sacar beneficio.» En Bilbao apenas hay mujeres DJs de reggaetón. «Somos dos. Y cuando por fin una mujer intenta hacerse un hueco, pasa esto. Si hubiera sido un chico, no habría intentado aprovecharse así», reflexiona.

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Su caso también revela una carencia estructural, la falta de protección para jóvenes creadoras. «Te piden que te des de alta como autónoma, que emprendas, que seas creativa. Y cuando alguien te roba tu proyecto, nadie te protege. ¿De qué sirve registrar una marca si luego no lo tienen en cuenta?» El caso también expone un componente de género. «Me vio una niña y pensó que podía manipularme. Que por ser joven y confiada, podía quedárselo todo».

Hoy, Demi Rosi sigue pinchando, produciendo y construyendo su identidad artística. A pesar de la frustración y del archivo judicial, la dj no ha dejado que el miedo la frene. «Al final, si me callo, él gana. Y yo no pienso volver a callarme».

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