El ataque de Valérie Ekoumé y los mejillones tigre
La cantante camerunesa dirigió una sesión de aerobic, arriba y abajo, arriba y abajo, en su concierto del 39º Getxo Folk, antes de que se cansara y cantara versiones de Laboa, Camarón y de su mentor Manu Dibango
Sólo 120 almas nos congregamos este jueves en el Muxikebarri de Algorta para atestiguar la segunda de las cinco citas de abono del 39º Festival Internacional de Folk de Getxo. Todos éramos vascos blancos, pues ningún africano acudió para ver a la franco-camerunesa Valérie Ekoumé, quizá retraídos por los 20 € que costaba la entrada. La cantante de afropop, que se pasó ocho años en la banda del gran Manu Dibango y ya tiene tres álbumes en solitario, dio un concierto decreciente de unas 13 piezas (muchas unidas, por eso la duda numérica) en 80 minutos redondos, y su vigor, entrega e incluso entusiasmo decrecieron quizá por propio cansancio tras la versión en euskera de Mikel Laboa 'Txoria txori': «Tengo un regalo para vosotros, espero que os guste», dijo en inglés y logró que la gente coreara. ¿Conocía Valérie esta versión por la de Anne Etchegoyen, que fue un hit en Francia?
Antes de esto la gente ya había coreado y alzado las manos, se había puesto en pie y hasta movido el culo. Todo a petición de la lideresa Valérie, quien capitaneando un cuarteto con músicos magistrales (buf, el bajista parecía un mago de la fusión), al principio los cuatro vestidos de modo colorista y con sus tres escuderos anónimos por estar disfrazados de elefantes según la tradición camerunesa como explicó ella (el guitarrista, que se marcó un punteo de blues modernista muy chulo, era blanco), en la primera mitad del bolo más propio para montarse al aire libre se propuso poner en danza al escaso y veteranísimo respetable, y vive Dios que lo consiguió, aunque de modo un tanto infantil, como los payasos ante los niños, o como una profesora de aerobic ante los pupilos, impresión subrayada sobre todo cuando se quitó el batín colorista y se quedó embutida en una deportiva malla negra y se le vieron mejor las playeras de caña alta.
A la primera canción ya se puso la lideresa a pedir palmas y sus músicos sonaban comprimidos y brillantes mientras tocaban desde afropop soulero hasta funk jamesbrowniano bruñido. Y a la tercera propuso Valérie en castellano y sin leerlo de ninguna chuleta: «Mi español es muy malo, mi inglés es mejor. Soy muy 'contento' de estar aquí con ustedes y quiero danzar, and be happy, OK?, let's share our love (compartamos nuestro amor)», remató en inglés, y se fajó en plan una exigente monitora de gimnasia, de aerobic o de pilates: «Getxo Antzokia, quiero veros en pie y bailando», «todo el mundo manos arriba, por favor», e hizo el gesto de ondear las manos y la centena indígena predispuesta la imitó, y ella rogó «everybody, Getxo, please» antes de hacer el gesto de dar palmas, y hala, todo el mundo dando palmas, y ella insistiendo en inglés, «todos en pie para danzar», y de la misma, sin que cesara el ritmo africano, preguntó «¿estáis preparados para cantar?», y se emitieron unos coritos sencillos, tipo aaah, oooohhh, o algo así, y entonces se puso a bailar de un lado a otro, y la gente, conminada y animada, hizo igual en el patio de butacas. Y como comprobó que nos pastoreaba fácilmente, Valérie pidió que nos agacháramos y lo consiguió, y ahora en pie, jump!, jump!, jump!, y se puso a saltar en el escenario.
Antes de la siguiente canción, que fue la mejor, una suerte de góspel rock muy americanizado, soltó en castellano: «mi pregunta es, ¿por qué sentado tú? No entiendo…». Y animó a olvidarnos de los problemas, y hala, otra vez todos la mano arriba (noté una sombra a mi espalda, miré hacia atrás, y vi al azafato del Muxikebarri bailando también al son de Valérie), y ella down-up, down-up, ya saben, arriba y abajo, y «más, más, loco, loco», parece que dijo, y nos informó de que sus escuderos iban disfrazados de elefantes antes de cantar 'Faya (Weya)', y en esa se puso a tocar la batería mientras los tres hombres del grupo bailaron y bajaron entre el patio de butacas mientras hacían sonar las percusiones que cubrían sus piernas hasta la rodilla como si fueran botas, pero en realidad eran conchas, seguramente de mejillones tigre.
Y se acabó la maniobra de ataque gimnasta y dijo ella: «no quiero que os canséis», y cantó un par de lentos a dúo: 'Ingea', sobre una chavala que coge una patera para venir a Europa y después busca a la familia que dejó atrás y logra encontrarla, y la citada 'Txoria txori'. Y a partir de ahí, la segunda parte cursó destensada, descaradamente irregular, correcta pero incomparable con la primera mitad, con ella la jefa casi desganada (sacó a escena a su hija sin venir a cuento: «es su primera vez en un escenario», dijo la madre), brillando en el afropop 'Lobiko' y sobre todo en dos versiones, en castellano 'Volando voy', de Kiko Veneno y grabada primero por Camarón, y en una fornida 'Soul makossa' de su ex jefe Manu Dibango, antes de la cual halagó: «Hay que decirte que está increíble. Gracias por estar aquí. Estoy muy contenta. Una canción de Manu Dibango, Canté con él. No está, porque es muerto», y añadió en inglés: «O sea que esta noche vamos a cantar para él».