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La música de Puccini emociona siempre, aunque sea en frasco pequeño. Tan pronto como el Simply hizo sonar las primeras notas de 'Crisantemi' (1890) un ... tono suavemente elegíaco envolvió la sala, oscilando entre el sentido del dolor y la belleza. En ella sus cuatro miembros (Danfeng Shen, Antonia Rankersberger, Xiang Lyu e Ivan Valentin Hollup Roald, juntos desde 2018) pudieron mostrar una serenidad casi transgresora en los tiempos modernos, la misma que presidió su interpretación de la Romanza del 'Cuarteto' (1878) de Grieg, poética y muy diáfana, sosegadamente emprendida desde las miradas bien diferentes de los músicos: sobrio y poco dominante el primer violín, siempre elegante el segundo, más extrovertidos, incisivos y entregados a las ondulaciones de las melodías la viola y el violonchelo. Todo cuarteto de cuerda es un juego de equilibrios entre fuerzas contrarias y el Simply acaba logrando que todas las piezas encajen en armonía.
Obras Puccini, Grieg y Schumann.
Simply Quartet Palacio Euskalduna. 9/III/2025
Esas diferencias se agudizaron en el 'Cuarteto nº3' (1842) de Schumann asegurando su naturaleza enteramente romántica, lo que lleva dentro de lucha íntima entre sus diferentes almas. El Simply caminó de la abstracción del movimiento inicial y la inestabilidad de un Scherzo desplegado en variaciones casi espectrales hasta detenerse en un Adagio molto muy bien calibrado que, sin embargo, admite mayores dosis de poesía, siendo «más apasionado, más emotivo y más animado que cualquier otro movimiento lento de Haydn, Mozart o incluso Beethoven» (Alfred Einstein). El mejor punto de encuentro de los cuatro músicos fue el Allegro moto vivace final, abordado como una danza que miraba continuamente hacia adelante, más dado a jugar con las dinámicas y los colores, a sentir la verdadera libertad de hacer música.
Quince años llevaba la Sinfónica de Tenerife sin tocar en la Península y esta vuelta suponía colocarse de nuevo «en el tablero de la música española», del que hace tiempo era una pieza muy codiciada. Para allanar el camino Beethoven era una elección infalible por el ímpetu que anima su música, por esa vitalidad tan bien captada por Fabien Gabel desde los primeros compases de la obertura 'Coriolano' (1807), dejando ver sus fuertes contrastes entre drama y lirismo, el poder de los silencios y un impulso vigorosamente rítmico junto a un trasfondo más melódico. No todo encajó a la perfección, no siempre se alcanzó un equilibrio ideal entre las distintas familias, pero hubo poderío suficiente para dejar las puertas abiertas de par en par y prepararse para recibir a Martín García García en el 'Concierto para piano' (1868) de Grieg.
Obras Beethoven y Grieg.
Piano Martín García García.
Sinfónica de Tenerife Dir: Fabien Gabel. 8/III/2025
Escuchada a la orquesta en Beethoven y conocido el estilo del joven asturiano, ganador del Concurso de Cleveland y tercero en el Chopin de Varsovia de 2021, la obra tuvo toda la fuerza que se esperaba, una potencia que asentaba sus armonías como grandes columnas monolíticas. Gabel y García García remaban enérgicamente en la misma dirección hasta su grandioso desenlace, sin reservas, incluyendo una torrencial cadencia en manos del pianista en el movimiento inicial. Pero vieron también el espíritu más refinado de Grieg, al miniaturista que hasta en sus obras más grandes jugaba con mundos diminutos y con los detalles más secretos: como en Schumann, junto al hombre apasionado y lleno de vida aparece uno nostálgico y soñador que actúa de la manera más sentimental. De ahí que uno se llevase consigo la delicadeza exhibida por García García en el precioso 'Adagio' central, pura armonía entre incesantes ráfagas de intensidad.
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