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Hay una manera de comprobar si los alrededor de 20.000 viandantes que cada día pasan por el Puente de la Constitución de Venecia, más ... conocido como el 'puente de Calatrava' por haber sido diseñado por el célebre arquitecto español, son oriundos de la Ciudad de los Canales o provienen de fuera. Los primeros caminan por la franja central de la infraestructura, hecha en piedra, mientras que los segundos utilizan las zonas laterales donde se encuentran los icónicos escalones de vidrio que otorgan a esta construcción su aspecto ligero. El problema es que con la humedad tan habitual de Venecia, su superficie resulta deslizante y acaban provocando numerosas caídas y resbalones. La poca seguridad que ofrecen, unida a su mala conservación, ya que se rompen y rayan con el paso de las maletas de los turistas y de los carros que utilizan los transportistas, ha llevado al Ayuntamiento a decidir su retirada. Los 248 escalones de vidrio serán sustituidos la próxima primavera por otros de un material pétreo, sintético o natural que resulte antideslizante en un proyecto cuyo coste se estima entre 1,5 y 2 millones de euros.
La historia sonará a los usuarios habituales del Zubizuri, la pasarela que une el Campo Volantín con Uribitarte, que acumula ya un millar de reparaciones desde su inauguración, en 1997. Al igual que en Venecia, los continuos resbalones obligaron al Ayuntamiento bilbaíno a instalar una suerte de alfombra que ya está pidiendo a gritos su renovación. Para ello, tendrá que volver a negociar con el arquitecto, con el que la relación, salpicada de procesos judiciales, se puede calificar de 'tensa'.
La reforma del puente 'hermano' de Venecia, que conecta la estación ferroviaria de Santa Lucía con la plaza Roma, adonde llegan los autobuses y los coches desde tierra firme, ahonda en la polémica que ha rodeado esta infraestructura desde antes de su inauguración en 2008. Aunque el proyecto preveía que la obra iba a salir por 6,7 millones de euros, la cuenta final fue de 11,3 millones, lo que provocó que la justicia italiana condenara en 2019 al arquitecto español, que había regalado el diseño, a pagar 78.000 euros al Ayuntamiento por su «macroscópica negligencia».
Los tiempos de construcción también se dilataron, al pasar de 18 meses a 5 años, pero el resultado final una vez abierto al público no resultó nada satisfactorio. Al igual que sucedió en Bilbao, las losas de vidrio resultaban tan resbaladizas que no tardaron en propiciar decenas de caídas de viandantes que exigían luego compensaciones millonarias al Ayuntamiento. Para superar el problema, se probaron diversas alternativas, como pegarle tiras adhesivas a los escalones o cubrirlos con material antideslizante, al estilo del Zubizuri, pero ninguna terminó de funcionar. Al final el Ayuntamiento ha llegado a la conclusión de que la única solución que queda es sustituir las 248 losas de cristal, que se rompían fácilmente, por otras de un material diferente que cuestan más de 4.000 euros por unidad. En Bilbao se renovaron en 2019 a un coste más barato, 560 euros cada una.
Escaldados por la mala experiencia con Calatrava, los responsables municipales han contratado a un estudio de arquitectura veneciano, H&A Associati, que prevé además el mantenimiento general de las partes metálicas y una mejora de la accesibilidad para los discapacitados. En 2013 se instaló una cabina para que las personas con movilidad reducida pudieran utilizar el puente, pero su lentísimo funcionamiento y el calor insoportable en su interior durante el verano propició su retirada. Se tiraron así a la basura otros dos millones de euros en esta infraestructura cuyas obras de renovación se prolongarán entre cuatro y seis meses.
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