'La Mulata', de Velázquez, documenta la presencia de esclavos negros en Sevilla a finales del siglo XVI. Un esclavo sano costaba unos 100 ducados, como el alquiler anual de una casa. E.C.

Pedro de Morga, negrero vasco

Un libro del bilbaíno Javier Ortiz Arza documenta el determinante papel de los vascos en la trata en la Sevilla del siglo XVI, desde las licencias a los galeones

Domingo, 14 de febrero 2021, 00:38

Año de 1588. El galeón San Pedro, que había zarpado de Sanlúcar de Barrameda cargado de vinos, aceites, jabones y lienzos para el trueque, avista ... las costas de Cabo Verde. A bordo, el maestre Esteban de Irízar ordena a su segundo, Juan de Uribarre, que maniobre el navío y lo fondee a la espera de la llegada del cargamento de esclavos. Pedro de Alsana, Juanes de Azcárate, Pedro de Amezqueta, Tomás de Licona, Juanes de Alsube, tripulantes vascongados todos, se aprestan a virar el ancla mientras aferran velas y adujan cabos.

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Juan de Uribe Apallúa, lekeitiarra y propietario del galeón, tenía bien claras las instrucciones que el almirante Juanes de Echagoya, de Orduña, le había enviado antes de largar amarras. Tenía que cargar «negros y negras que sean buenos y que hayan estado en la tierra, aunque sean más caros. Que sean de buena disposición y gasto y poca edad. Y de buenas tierras, como son (de las tribus) biáfaras, bran pael y otros que le parecieran». Y, de paso, debía adquirir marfil, ámbar y cuantas mercancías exóticas pudiera acopiar para su venta en España, llegadas desde el continente africano al archipiélago de Cabo Verde que controlan los portugueses.

El manifiesto forma parte de la ingente documentación encontrada por el historiador bilbaíno Javier Ortiz Arza en el Archivo General de Indias y en la Casa de Contratación de Sevilla y que muestra que los vascos fueron, durante los siglos XVI y XVII, quienes manejaron el tráfico de esclavos desde el Golfo de Guinea hasta las posesiones de la Corona en el Nuevo Mundo. Su tesis doctoral, 'La comunidad vasca de Sevilla, el sistema de licencias y la trata de esclavos con las Indias', sirve de base a un libro que será publicado este año tras recibir el premio Archivo Hispalense 2020 de la Diputación de Sevilla.

«Hubo momentos en que se suspendió el tráfico por las sublevaciones y por el pavor de introducir el Islam en América»

«Buen olfato para negociar»

Para documentar la primera trata de esclavos con las Indias, la más desconocida, Ortiz Arza se ha servido de una de las «naciones» mercantiles omnipresentes en la Sevilla del XVI, los vascos, «una de las comunidades más potentes», dice. «Las necesidades de la trata encajaban a la medida con algunas de sus habilidades más características: su presencia en las instituciones de la Monarquía, su buen olfato para los negocios, su carácter emprendedor, su dominio de la navegación y de la industria naviera… Los vascos estaban presentes en todas las fases de la trata», remarca el historiador.

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Sólo quedaba al margen de los intereses de los vascos negreros la captura de los esclavos, tarea de la que se encargaban tribus africanas que vendían a españoles y portugueses, cautivos de naciones y etnias rivales procedentes, en su mayoría, del Golfo de Guinea, «una jungla colosal, de un verde tan oscuro que era casi negro, orlado de blanca espuma», como describe Joseph Conrad la línea de costa en 'El corazón de las tinieblas'.

Tras el Descubrimiento, muy pronto quedó claro, explica el historiador, que las tareas productivas en Hispanoamérica no podían recaer sobre los indígenas. «En 1501, en las instrucciones de los Reyes Católicos ya se contemplaba la introducción de esclavos de raza negra africana. Se pensaba que el nativo era 'flojo' (palabras del rey Fernando) y que el africano era más apto para trabajos de gran dureza, como la minería. Hubo varias etapas de incertidumbre y se llegó a suspender la entrada de esclavos, por los alzamientos y porque existía pavor en introducir el Islam en América».

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En 1518 comenzó el comercio esclavista regulado y tutelado mediante mercedes llamadas licencias por la Casa de Contratación de las que se encargaban vascos como Recalde, Isasaga o Matienzo. Las grandes remesas cargadas en África empezaron a llegar a los puertos de Veracruz y San Juan de Ulúa (México), Nombre de Dios (Panamá) y Santo Domingo (R. Dominicana), a partir de ese mismo año, señala Ortiz Arza.

Documento del envío de 85 negros hecho por el alavés Juan de Narria. Escena de la serie 'La peste', en la que se recrea la Sevilla del siglo XVI. Gradas de la catedral de Sevilla donde se realizaban las compraventas de esclavos.

Las fortunas del ébano

La presencia de los vascos, verdadero poder fáctico en Castilla del XVI, es patente en todos los eslabones de la cadena esclavista. Desde los ministros del Rey, hacedores de las licencias para la trata, como Martín de Gaztelu, Juan de Ibarra o Juan López de Zubizarreta, hasta los encargados de los libros-registro donde se anotaba el ébano, como Ochoa de Urquiza, o administrando las licencias, tarea que desempeñó un tal Ochoa de Luyando.

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También entre los «favorecidos» del Rey como conquistadores, cortesanos, altos cargos de las Indias, navegantes retirados, prestamistas, financieros y acreedores, donde el investigador anota a Diego de Ibarra, Juan Ortiz de Zárate y… al banquero Pedro de Morga, natural de Gernika, una figura crucial. «El Zulueta del XVI, un verdadero magnate de la trata», al decir de Ortiz Arza.

Forma Morga junto al guipuzcoano Francisco de Zavala, Juan de Urrutia (natural de Balmaseda), Juan de Narria (alavés) y Pedro de Murueta (Bilbao), el núcleo de «los grandes negreros» vascos de Sevilla.

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Morga comienza «medrando»en el entorno del castillo de San Jorge de Triana, de la Inquisición, otro de los poderes con los que el clan vasco mantenía buenas relaciones. Entra en contacto con el alcaide Bartolomé de Vizcarra y con su cuñado Domingo de Azpeitia, receptor de bienes incautados y que hacía negocios con la élite mercantil judeoconversa de Sevilla.

A comienzos de 1550 funda Morga un banco público y se inicia en el trato de licencias y esclavos. «En los años 60 crea una compañía comercial íntegramente formada por vascos, como Jimeno de Bertendona, Juan de Arregui y el factor en Indias Pedro de Arriarán. Era uno de los hombres más ricos y populares de la ciudad. Compró un impresionante palacete en el barrio de Santa Cruz».

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Uno de sus hijos, Antonio, que estudió en Salamanca, como su díscolo hermano Domingo, fue algo cargo en Filipinas y comandaba el San Diego, el galeón de Manila, atacado por los holandeses. Su padre se arruinó por completo tras la quiebra de la Real Hacienda en 1576 y murió poco después.

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