Inter astra
Este es uno de los relatos breves seleccionados para su publicación de entre los presentados al concurso 'En cuarentena', que organizan EL CORREO y la UPV. El plazo de presentación de obras ha concluido
Miguel Calderón
Miércoles, 20 de mayo 2020
Vos mismo, lector aventajado, conocedor de prósperas haciendas y humildes y paupérrimas moradas, haríais de lo cuitado y recogido de este lugar vuestro hogar si sintierais el frío penetrante de los metales en vuestros huesos como el jergón más mullido de la mejor de las ventas de los muchos y polvorientos caminos que sin duda en vuestros viajes por los mundos de Dios habréis recorrido. Mas de corazón os digo que no es peor agraciado el que a lo poco le hace aprecio, que aquel por cuya fortuna suspira el vulgo y la atiende con desagrado. De ahí que viéndome apresado por esta cárcel de hierro donde el destino me ha llevado, sepa apreciarlo tanto o más que el ciego a su lazarillo, el pastor a su fiel animal o a su amor incondicional el pueril enamorado.
Poco ha que, entre los desdichados golpes del destino, entresacó el altísimo la sin par y testamentaria ira de la que hace gala en las antiguas escrituras, enviándoles a vuesas mercedes la desgracia de verse impedidos de tomar el fresco e impelidos a permanecer de propia voluntad cautivos. No es poca cosa verse recluido, privado de los sustanciosos rayos de los astros y de las compañías agradables y lisonjeras que con la agonizante luz vespertina ha de acompañar el ocaso y el nacimiento prematuro de Selene. Agora, no es menos cierto, y en ello empeño mi honra de habella merecido recibir en un discurrir de las jornadas sin reseña propia meritoria de pasar a la crónica por ejemplar, que entre la desgracia que a vos, lector de incuestionable paciencia, le acontece, no existe mayor desgracia que verse entre sus allegados ataviado con un morral colgado de oreja a oreja, mientras que yo, abrazado al tiempo que el buen Señor decida alargar mi vida, he de salir a pasear enfundado en un atuendo que me abastezca de los fluidos necesarios para mi existencia y me proteja de los mortales rayos celestiales. Por ventura que vos no habréis de abandonar vuestra morada en meses. No le arriendo la ganancia, pero sepa, mi buen hermano, que yo no habré de regresar nunca a mi hogar. Y en ello puse yo la voluntad y la suerte, que a vuestro parecer puede trocarse en desgracia e infortunio, de esquivar la posibilidad de bogar nuestra nave mudando la proa por la popa y, así, por obra y gracia de los saberes humanos, hollar, por vez la primera, nuestro planeta hermano Marte.
¡Con Dios, carísimo lector!