Gente
Seguimos con la publicación de una selección de relatos breves presentados al concurso 'En cuarentena', que organizan EL CORREO y la UPV
diomedes de argos
Jueves, 30 de abril 2020, 22:43
Lord Altrincham pasea en solitario por los jardines de Hardwick Hall, vestido con su batín de seda y zapatillas a juego, de Stubbs & Wootton. Desde que Barrymore, su fiel valet de chambre, lo abandonó a su suerte hace cinco semanas, el duque no ha sido capaz de encontrar el vestidor (irremediablemente, equivoca el sentido del giro al salir de la biblioteca y termina siempre en las caballerizas), y no usa otra prenda que aquel regalo de la difunta Lady Altrincham. Junto a Barrymore, el resto de la servidumbre obedeció la ignominiosa (execrable, nefanda, infausta: Lord Altrincham no ha agotado aún la lista de calificativos) orden del gobierno británico de cesar toda actividad 'no esencial'.
- ¿Acaso hay algo más esencial que el servicio?, murmura entre dientes mientras observa el estado del boj, que le recuerda a aquella ocasión en que se encontró a Diana Ross recién levantada y sin peinar, cuando ésta se alojó en Hardwick Hall en 1967.
A sus setenta y cuatro años, a Lord Altrincham la muerte le preocupa poco. Lo que le atormenta es morir de coronavirus en medio de una epidemia que no distingue las clases sociales. Se imagina confinado en un hospital con cientos de personas, acaso alineado en su bolsa de plástico junto a gente desconocida en una improvisada morgue. ¡Qué ordinariez! A su memoria vuelven una y otra vez las palabras de su tía Meredith cuando a los diecisiete años le trasladó su pesar por no poder ir a un concierto de los Beatles.
- Pero tía, ¿no lo entiendes? Es que la gente ama a los Beatles.
- Nosotros no somos gente, querido George.
Días más tarde, agotada la última caja de galletitas danesas que había en la antaño repleta despensa, Lord Altrincham decide ir al pueblo a por víveres. Anoche tuvo una horrible pesadilla en la que deambulaba por los pasillos de un Tesco y tenía que dar los buenos días a toda clase de 'gente'.
Sin la ayuda del mayordomo, Lord Altrincham no ha sido capaz de operar el mando a distancia para acudir fiel a su cita con el informativo de la BBC, por lo que atraviesa el portón de Hardwick Hall sin conocer las últimas noticias. Las calles de Harrowgate están desiertas y el duque se teme lo peor, que todo siga cerrado a cal y canto. De pronto, llega a sus oídos una tenue vibración, el inconfundible sonido de un fiddle escocés.
Lord Altrincham abre la puerta del pub y es recibido por una ola de calor, música y ruido. La clientela que desborda el local se gira al unísono y lo acoge con una multitudinaria sonrisa que el duque – aún en bata y zapatillas - no puede evitar devolver mientras cruza el umbral pensando: ¡Por fin! ¡Gente!