Las madres de Mónica Crespo
El libro de relatos 'Las madres secretas' habla de maternidades que son todo menos convencionales
La de la maternidad es una cuestión que tradicionalmente ha venido adobada de un edificante discurso sociocultural nada exento de cursilería, que está siendo sometido ... a una saludable revisión en estos tiempos en que la mujer ya no cumple con el caduco estereotipo de ama de casa exclusivamente volcada en el marido y en los hijos. Para empezar, la maternidad es una opción vital de la que pueden sustraerse las mujeres que no sienten esa vocación como un destino obligado, ni su renuncia a ella como un hecho dramático. Sobre este espinoso asunto, y contra todos los tabúes clásicos o los tópicos edulcorantes que lo rodean hasta el empalago, publicó en 2017 la escritora vasca Mónica Crespo un magnífico volumen de relatos, 'Las madres secretas', que ha tenido vida propia y un largo recorrido en estos últimos años. Recientemente, ha merecido una segunda edición en Editorial Base, otra reedición bajo el sello argentino Dualidad y su inclusión en un programa de investigación titulado 'Maternidades a debate en la producción cultural' y becado por el Instituto Vasco de la Mujer-Emakunde.
Las maternidades de las que habla Mónica Crespo son todo menos convencionales. Digamos que cada relato va por su cuenta y riesgo creativos. El libro se abre con un bello cuento, 'Gamunia', dedicado a la insólita sintonía que puede establecerse entre dos especies animales distintas: una leona hambrienta adopta al ciervo al que iba a convertir en su presa. Pero el estilo narrativo es contenido, sin concesiones fáciles al sentimentalismo animalista. El relato que le sigue, 'El instinto', es la antítesis del anterior: una madre biológica siente rechazo y pavor hacia una hija en la que descubre desde que es bebé una naturaleza violenta y depredadora. Como su título indica, 'Las maternidades secretas' es un libro que explora con radical valentía los aspectos más nocturnos de la maternidad, empezando por el temor de la gestante a albergar en su vientre a un ser monstruoso. Es ese temor, tan natural como inconfesable para las mentalidades biempensantes, el que explotó con perverso genio Polanski en «La semilla del diablo» y antes el norteamericano Ira Levin en «El bebé de Rosemary», la novela en la que aquella película se inspiró. En el prólogo a la edición, Eloy Tizón cita acertadamente esa referencia que planea sobre varios de los modelos maternos aquí retratados.
Mónica Crespo ha escrito un libro que solo una mujer podía escribir, pero no permite que la receta ideológica condicione su tarea creativa. Es una de las escritoras que han sabido visibilizar a la mujer en el panorama cultural vasco haciendo buena literatura, esto es, obedeciendo solo a su intuición y a sus propios demonios, sin supeditarse a ningún corsé doctrinal y menos aún humana o literariamente a ningún patrón masculino.
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