Igor Yebra: «Necesitaba un reto para seguir creciendo»
En plena pandemia, cuando ya daba por concluida su etapa como director artístico del Ballet Nacional Sodre de Uruguay, Igor Yebra (Bilbao, 1974) empezó a ... darle vueltas a la cabeza. «Necesitaba un nuevo reto. No quiero dejar de crecer como artista. Fue en ese momento, con ese estado de ánimo, que José Miguel Onaindia, amigo mío y coordinador entonces del Instituto Nacional de Artes Escénicas de Uruguay, me animó a retomar el teatro. Me propuso directamente el título de 'El beso de la mujer araña'. Él es el albacea y abogado del hermano de Manuel Puig, así que lógicamente no había problemas por lo que toca a los derechos», explica el intérprete vasco.
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Asumido el reto, no tardó en pensar en Carlota Ferrer como directora escénica del proyecto. Quería ir sobre seguro. No en vano fue ella precisamente quien se encargó del montaje 'Esto no es la casa de Bernarda Alba', que supuso hace seis años el debut de Yebra como actor de teatro en un papel secundario. Eso sí, ahora había llegado el momento de abordar un personaje principal, en un mano a mano con Eusebio Poncela. «Carlota me propuso su nombre y me pareció fantástico. Habíamos trabajado en 'Esto no es la casa de Bernarda Alba' y hay mucha complicidad y confianza entre nosotros».
La novela de Puig fue adaptada con brillantez para la escena por el propio autor argentino aunque en la producción de Jesús Cimarro, estrenada en Avilés hace cinco meses y desde este viernes en el Teatro Arriaga, se haya optado por actualizar el texto. De ahí que la versión de Diego Sabanés no cargue las tintas en el contexto histórico de la trama, la dictadura militar de los años 60 y 70, y se prescinda de los argentinismos para facilitar la comprensión. «La obra no ha perdido vigencia. Es la historia en tiempos de opresión de dos perdedores maravillosos, un revolucionario y un homosexual. No tienen nada en común pero son auténticos. Al final, se comprenden».
'El beso de la mujer araña' le ha permitido meterse en la piel de su personaje, el joven idealista Valentín Arregui, con una profundidad insólita para él. «No puedo compararlo con experiencias anteriores. Me he lanzado y me alegro». En sus tiempos de bailarín las emociones se comunicaban con el cuerpo, pero ahora se apoya principalmente en la voz. La presencia escénica es más comedida. «El físico importa menos, pero mi objetivo es el mismo de siempre. Busco la verdad del personaje».
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En el montaje no faltan ni la música ni las proyecciones. Yebra se siente cómodo a lo largo de toda la función. Le gusta el toma y daca con Eusebio Poncela. «Incluso cuando estaba sometido a la disciplina del ballet, no me conformaba. ¡Huía de la rutina!». A estas alturas, con 48 años, le llena de alegría la certeza de saber que su futuro se anuncia «con muchos sueños en el aire». Paso a paso, está dispuesto a cumplirlos.
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