Goya no deja títere con cabeza
El Prado culmina su bicentenario con la mayor muestra dedicada a los dibujos del maestro, un compendio de crítica política y social
El primer autorretrato a tinta de hollín, realizado cuando Goya ya tenía 50 años, presagia lo que se va a ver a continuación en el ... Museo del Prado: las embestidas de un artista con la melena alborotada, el ceño fruncido, la mirada desafiante y dispuesto a repartir estopa a todo aquel que se lo mereciera, que eran muchos en la España de su época. Aristócratas y administradores, pero también las multitudes que los jaleaban, religiosos con licencia para hacer a su antojo, maltratadores de mujeres y de animales, como los rejoneadores de toros que se ensañaban frente a una bestia noble, desfilan por las paredes del museo madrileño gracias a los lapiceros negros, rojos y azules que empuñaba el genio.
Bajo la mirada de este Goya dibujante que interpela a todos y no deja títere con cabeza cierra el Museo del Prado el bicentenario de su fundación, que se cumple hoy, 19 de noviembre. En ese día de 1819 se expusieron dos cuadros del pintor, los retratos a caballo de Carlos IV y María Luisa de Parma al lado de obras de sus contemporáneos, lo que seguramente tampoco fue de su agrado, según apuntó Manuela Mena. Le habría gustado acompañar a su admirado Velázquez, cuyos lienzos aún no se exponían en la pinacoteca.
Glotones improductivos, comerciantes avaros y prostitutas con velo y mantilla pueblan su obra
Contra el vicio y la ineptitud
Ahora se muestran unos 300 dibujos, de los aproxidamente mil que hizo, como apuntes preparativos para cartones, cuadros y grabados. «Contemporéaneo no es un artista por el hecho de trabajar en nuestro tiempo, sino todo aquel que nos ayuda a interpretar el presente y Goya desde luego lo hace», expresó ayer el director del Prado, Miguel Falomir, en la presentación de la exposición patrocinada por la Fundación Botín, abierta hasta el 16 de febrero. «Teníamos claro que el cierre del bicentenario se lo teníamos que dedicar a él y nos hemos decidido por mostrar lo menos visto, los dibujos», que no pueden exponerse de manera permanente por su fragilidad. «Una tarea que sólo el Prado podía hacer por la colección que atesora de uno de los tres o cuatro mejores dibujantes de la historia del arte», y que han encuadrado dándole aún mayor relevancia «en la denuncia de la violencia contra la mujer, contra la guerra, contra las desigualdades y en las pesadillas del hombre moderno» que pone el artista sobre la mesa.
La exposición se subtitula 'Sólo la voluntad me sobra', frase que escribió en una carta desde su exilio en Burdeos el ilustrado y afrancesado pintor. En ella se reflejaba su mal estado de salud, pero también su intención de no bajar la guardia. La comisarían José Manuel Matilla, experto en obra sobre papel y más específicamente en Goya del museo, y la que hasta hace poco fue la conservadora encargada de todo lo que tuviera que ver con el creador aragonés, Manuela Mena.
En la planta baja del edificio de Rafael Moneo se recogen los dibujos de Goya desde sus primeros bocetos para grabados, entre 1772 y 1794. Con estos quería divulgar su obra y no sólo la suya, ya que también dibujó, como punto de partida para los aguafuertes, cuadros de Velázquez como 'Los borrachos' o uno de los retratos de Felipe IV. Le llovieron las críticas por ponerse a la altura de los grandes pero también, como precisó Matilla, los encargos, ya que los ilustrados de su época querían que esas obras pudieran disfrutarse fuera de los palacios reales aun en esa forma de reproducción. El artista se avino a favorecer la popularidad del arte aunque para que no quedaran dudas sobre su estatus firmaba los grabados como «Francisco de Goya, pintor».
«No era costumbrista, se aprovecha de lo que ve para desvelar lo que da de sí la maldad humana», sostiene Manuela Mena
Muy interesantes –y desinhibidas– son las figuras con las que completaba las cartas a su amigo Martín Zapater, lo mismo que las que luego se trasladaron a las series de los 'Sueños' y 'Caprichos', todo ello en la primera parte de la muestra. Glotones improductivos, comerciantes avariciosos y prostitutas con velo y mantilla desfilan por estas obras en las que se ensaña con los vicios y con la ineptitud de los seres humanos. Unos metros más allá aparecen los dibujos de campesinos cargados de fardos que caminan junto a su hija y un fardo por un paisaje desolador; y antes, una escena de sexo destinada al gabinete privado de Manuel Godoy, el poderoso consejero de Carlos IV.
Los títulos que pone Goya a sus obras, sobre todo en sus cuadernos, son suficientemente elocuentes para captar a la primera la dirección de sus dardos. 'Le pusieron mordaza porque hablaba. Y le dieron palos en la cara', dice uno entre una hilera de dibujos de torturados por distintas razones, 'Por descubrir el movimiento de la Tierra', apunta otro. «No era un costumbrista, como se ha dicho alguna vez. Se aprovecha de lo que ve para llevarlo a un plano simbólico, para desvelar lo que da de sí la maldad humana», sostuvo Mena.
En su tiempo, ni los coleccionistas ni los propios artistas daban importancia a los dibujos, a pesar de que en el caso de Goya avanzan con detalle los grabados y cuadros con las mismas imágenes. La experta incidió en que muchos tuvieron que acabar en la basura, lo mismo que los de Miguel Ángel. «Precisión, exquisitez y economía de medios dan como resultado la expresividad» del artista, añadió. Como prueba de que la muestra subraya el aspecto más crítico de Goya, justo antes de la salida figura una inscripción con el título de uno de los dibujos de Goya, «seguramente privado y peligroso en su tiempo», destacó Matilla. 'Divina razón, no dejes ninguno'.
Algunos de los dibujos expuestos
-
Sueño de unos hombres que se nos comían
Pluma, tinta ferrogálica. Preparatorio para el aguafuerte 'Capricho 13. Están calientes'. 1796-7.
-
Cábeza de ángel
Dibujo preparatorio para el fresco 'La Gloria' o 'Adoración del nombre de Dios', basílica del Pilar (Zaragoza). Lápiz rojo y toques de clarión. 1772.
-
Así suelen acabar los hombres útiles
'Cuaderno C'. Pincel y aguada de tinta de hollín. 1808-14.
-
Mal marido
'Cuaderno de Burdeos'. Lápiz negro compuesto. 1824-28.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión